CAPÍTULO III

2500 Words
CAPÍTULO 3: DECEPCIÓN CHRIS Abrí mis ojos y me levanté despacio de la cama, me sentí adolorida, extraña y no recordaba nada de lo que había pasado la noche anterior. Mis piernas temblaban, mi estómago se sentía hecho nada y cuando decidí caminar hacia el cuarto de baño, sentí algo líquido bajar entre mis piernas. Sostuve con una mano la sábana y llevé la otra a mi centro, encontrándome con un abundante líquido blanco en mi entrada. Bueno, era normal si … Un segundo … ¡¿Qué carajos había hecho la noche anterior?! Salí corriendo al baño y me planté frente al espejo. Mis labios estaban hinchados, mis mejillas tenían marcas de lágrimas y mi cuello estaba marcado por unos cuantos chupetes. Mis muñecas estaban marcadas por una especie de soga y mis senos estaban aún erectos. ¿Qué se suponía que había hecho? ¿Cómo había llegado a este punto y…? _quiero follarte, ¿Me dejas?. No… no había podido… yo no era capaz de… _ jamás había imaginado que besar tus labios, sería tan dulce y delicioso, y no solamente los de tu boca..._ — Aarón…¡Mmmh! Mi...er...da! Había sido real… entonces…¿No estaba alucinando? ¡Carajo! ¡No! _Sí… más… quiero más… _grita mi nombre, quiero escucharte, amor… — ¡A... Aarón…! Los recuerdos no dejaban de surgir en mi memoria, cada sensación era tan real, cerré mis ojos frente al espejo y recordé como había sido todo, la forma en la que me había tomado de la cintura, había abierto mis piernas y había metido su lengua en mi entrada, jugando lenta y profundamente con mi clítoris, como había entrado en mí de una estocada y hasta pude recordar el dolor que sentí cuando rompió mi himen con su enorme m*****o. eso explicaba el porqué me sentía tan cansada y adolorida. No me había detenido a pensar en el hecho de que era mi primera vez y no podía ir a tal extremo. grave error. Sentí cada caricia y recordé cada beso, cada embestida y el placer que sentí luego. En uno de aquellos borrosos cuadros recuerdo haber sido atada de las manos, puesta en cuatro para luego ser penetrada por él desde atrás, mientras me sostenía de la nuca y me arqueaba más hacia atrás para tener más acceso a mi cuerpo... Y lo peor de todo es … que no podía creer que hubiera sido capaz de hacer todo aquello. O de permitirlo… De Aarón no había señales, la habitación estaba vacía, no había ropa, y tampoco había una nota que explicara a donde se había ido, no había nada. Por un momento pensé que quizá lo había imaginado, que quizá aquella tontería la había cometido con algún desconocido, pero no, era él, su olor había quedado impregnado en mi piel y… ¡Vaya estúpida! ¿No? Yo ahí recordando cada momento de aquel encuentro y él brillaba por su ausencia. Había lanzado mi último gramo de dignidad a la basura, en el mismo bote en el que seguramente había arrojado también mi virginidad y mis altas expectativas de llegar con ella al altar, vestida de blanco. Y él ni siquiera estaba. Salí del cuarto de baño, tomé mis cosas y al levantar mi blusa de la orilla de la cama, encontré una nota con su letra. "Lo disfruté, no pude esperar a que despertaras, tal vez algún día se repita, te dejo a un lado lo del taxi. Atte: Aarón F." decía, y a su lado encontré £20 ( 20 libras esterlinas) tal y como él lo había dejado escrito con su puño y letra. No hace falta decir que aquello fue suficiente para dejar salir mis lágrimas, pues acababa de darme cuenta de que toda mi vida había estado enamorada de un completo idiota, que simplemente me había utilizar para saciar sus ganas de sexo y yo como todo ser ingenuo, por no decir estúpido, había caído en aquel momento de pasión, dándole lo que para mí, hasta hace unas horas, era lo más importante, y no me refería a mi virginidad, me refería a mi corazón, pues por más ebria que estuviera, algo era cierto. Yo sí lo amaba. Pero haría que eso terminará el día de hoy, y él había hecho más que suficiente para lograrlo. Me olvidaría de una vez por todas de ese sujeto, al que esperaba no volver a ver en mi vida. ~~~?~~~ ~~~?~~~ Un mes después. — buen día, dormilona. Me levanto asustada al sentir mi cama hundirse, después de estar a punto de alcanzar el quinto sueño. — ¿Qué hora es?. — es tarde, ¿no irás a casa? Más tranquila, me senté sobre la cama y abracé la almohada, pensando en que ahora comenzaba la semana de recuperación y para los que no debíamos ninguna materia, debíamos regresar a casa, en otras palabras eran como una mini vacaciones. Pero después de lo que había pasado, me sentía incapaz de ver a mi familia. — no tengo opción, ¿Verdad?. — la castaña negó. — ¿Y si me voy contigo? — no creo que quieras pasar una semana en mi casa, es más, yo no quiero pasar una semana en mi casa, estaba pensando en si yo podía irme contigo. — me miró ilusionada. Una idea surgió entonces en mi cabeza. — ¿Y si llamas a tu casa y le dices a tus padres que te irás conmigo, y yo llamo a mi casa y digo que me iré contigo? — me giré de medio lado sobre la cama, esperando su respuesta. Ninguna de las dos quería ir a casa. — Quisiera decirte que me agrada ese plan, Chris, pero te recuerdo que en unos días es el evento en la fundación de tus padres y debes ir. — se acostó y se arropó con mi sábana. — quisiera tener una familia como la tuya, no se la pasan discutiendo y se ve que son muy unidos. Me encogí de hombros y negué. — eso no es del todo cierto, no he visto a mis hermanos en mucho tiempo, casi no hablo con ellos y aunque se aman, papá le dice loca fastidiosa a mamá y ella le dice idiota. — me acosté de igual manera y la abracé. — son un caso. — pero esas son las mejores relaciones, pelean, se arreglan, vuelven a pelear y se reconcilian de las mejores maneras. — bufé. En mi humilde opinión, el amor estaba sobrevalorado. — sobre tus hermanos no sé qué decir, soy hija única. — ¿Y no crees que tus padres te extrañan? — Alzó sus manos hacia la lámpara y miró sus uñas, asegurándose de que estuvieran perfectas. — no lo creo, mamá se la pasa en la oficina y papá viaja siempre quien sabe a dónde. Cuando llego a casa, me recibe la televisión, la radio y mi habitación con la misma cama de una niña de seis años, tal y como cuando la dejé. — suspira fuerte. — ni siquiera eso saben, aún no caen en cuenta de que ya crecí. Era difícil para ella, y nadie mejor que yo lo sabía. Sus padres habían estado ausentes siempre, yo subía con ella a recibir sus reconocimientos y la había visto esperar hasta la madrugada la llamada de al menos uno de ellos, cuando era su cumpleaños, cuando enfermaba, me quedaba hasta altas horas de la noche en la enfermería, cuidándola y mientras ella dormía, yo llamaba por teléfono a sus padres, pero nunca recibía la llamada de vuelta, si de presto quizá recibía un mensaje de su madre diciendo que "ojalá se recuperara pronto". Ahora que lo recordaba, pensaba en lo tonta que había sonado mi pregunta. No quería ir a casa, y por lo menos debía aceptar que mis padres nunca se habían descuidado un solo día de mí, llamaban a cada momento, viajaban muy seguido a verme y siempre estaban cuando lo necesitara. Debía ir a casa… se los debía. Me arropé junto a la castaña y cerré una vez más mis ojos, tratando de no traer de vuelta el rostro de Aarón a mi mente, ni nada de lo que hubiera pasado esa noche. Si hacía como si jamás hubiera pasado, quizá se volvía realidad y dejaba de sentirme tan miserable. — ¿Sabes qué? Hay que ir a mi casa… contigo ahí quizá no sea tan malo. ~~~?~~~ ~~~?~~~ Tomamos los pasaportes y corrimos a toda prisa a la sala de abordaje, el vuelo estaba por salir y si no llegabamos a tiempo, era posible que tuviéramos que esperar hasta que saliera el siguiente y eso era en dos días. ¡Dos días! Supuestamente por la temporada. Finalmente, después de correr tanto y parecer locas por todo el aeropuerto, logramos abordar, como siempre, con toda tranquilidad, hasta que a mi amiga se le ocurrió pedir botanas y bebidas y ahí todo se fue al caño. — ¡Vaya! — llamó a uno de los pasajeros que iba al lado del pasillo — ¿Ya probó el Whisky escocés de malta glenfarclas?. — el sujeto se larga barba blanca y mirada fría negó, mirado a mi amiga como si estuviera loca, y de hecho, lo estaba, pues se había bebido hasta lo que no debía, aprovechando la ventaja de viajar en el área premium del avión. Una de las grandes ventajas de pertenecer al imperio Robins-White, el cual manejaba la mejor aerolínea transnacional del mundo. — ¡Ya basta, Su! — la detuve, al darme cuenta de que le estaba jalando la barba al pobre anciano. — ¡Es que mira, Chris, parece Santa Claus! — se suponía que para evitar esta clase de cosas es que había pagado vuelo premium.— me miró mal. Tomé a Susan de los hombros y la hice que se sentara bien sobre su asiento. — en verdad lo siento, es la primera vez que vuela y se sobrepasó con el Whisky. — me disculpé por ella. De pronto ya no era tan buena idea viajar en esta clase y mucho menos con ella. — ¡Chris! — me sobresalté cuando gritó. — ¡Dile al malvado santa que nunca me llevo mi casa de Barbies que le pedí! Lo miré apenada y balbuceé un ligero "lo siento". Sin embargo ella continuó. — se mira demasiado demacrado… ¿Serán los desvelos por entregar tantos regalos en una noche…? — llevó su mano a su mentón. En verdad parecía mediar algo. — ¿Y por qué estará viajando en avión, se le habrá arruinado su trineo... — ¡Susan! — ¡Y nunca me trago mi regalo! — está más panzón además… — ¡Cállate, Su! El sujeto tenía su rostro rojo, hirviendo de ira, pero era una irá controlable… o eso pensé, pues en el momento en que mi amiga se dió la vuelta para verlo de nuevo, una pequeña turbulencia hizo que empujara a la azafata y le lanzara las bebidas en la cabeza al pobre hombre. Era oficial, no volvería a viajar con ella en clase premium, solo turista. Me levanté y tomé mi bufanda, dispuesta a ayudarle al señor, pero no sé qué me dió, que comencé a sentir unas enormes arcadas. Eran incontrolables, quise aguantarlo, pero no pude y sin intención alguna eché todo lo que había desayunado sobre la cabeza del Santa Claus viajero. ¡Carajo! No tardó nada en levantarse de su asiento, morado de la ira, y comenzar a gritar improperios en lo que parecía ser francés, mientras la azafata lo miraba con asco y le ofrecía muchas servilletas, con su nariz cubierta con una mano y la otra extendida unos pasos lejos. — ¡por evitar a las desagradables personas de clase baja viajo en este sitio, pero al parecer es lo mismo o peor! — espeta, y es lo único que logró entenderle. Mi amiga, que antes se estaba riendo a carcajadas como si estuviera demente, ahora tenía su ceño fruncido y señalaba molesta al Santa francés. — Escucha, amigo, tu comentario fue desagradable… — ¡Pido que las bajen del avión! La azafata lo vio apenada. — no podemos hacer eso, estamos a la mitad del vuelo a más de 20,000 pies de altura… — ¡Ella es la hija del dueño, repartidor de regalos malvados! — exclamó ahora, Susan. El Santa, sin más que decir, aceptó las servilletas que le ofrecía la amable azafata, resopló y ladeó su rostro. — demandaré a la aerolínea. Podía intentarlo, pero tenía que enfrentarse a los mejores abogados del país, entre esos, mi abuelo, Samuel, y mi tía, Génova. Nunca en su vida perdían un caso. Una nueva turbulencia provocó que las arcadas regresarán, por lo que aprovechando que todos estaban discutiendo sobre el tema, me alejé por el pasillo, hacia el baño, con ambas manos cubriendo mi boca, empujé la puerta y sin darme cuenta de que alguien estaba ahí, la cerré con fuerza, me dirigía hasta el inodoro y comencé a vomitar lo poco que guardaba en mi estómago. ¿ A esto es a lo que llamaban los felices 22 años?. ¡Pues eran un asco! Solté la cadena del agua, me acerqué al lavamanos, lavé mis manos, enjuagué mi boca y justo cuando estaba lavando mi rostro, al levantar la mirada por el espejo, lo ví. — ¡¿t-tú que haces aquí?! Se encogió de hombros, lanzó el cigarrillo que tenía entre sus dedos al bote de la basura y se levantó. — me relajaba. — ¿Te relajabas? ¡Es un avión! ¡Se supone que está prohibido hacer eso aquí! — tampoco deberían haber pasajeros que vomiten a otros, y una regla que impida que locas como tu amiga ingueran alcohol a la mitad del vuelo. — sonrío de medio lado. — pero ya ves, no siempre las cosas son como las queremos. Idiota. Me crucé de brazos y tensé mi mandíbula, retandolo con la mirada. Era el mismo sujeto que me había chocado atrás de la tarima esa noche. ¡La más intensa y maldita noche de mi vida! Se le estaba haciendo costumbre aparecer de repente y parecía tener un don para sacar lo peor de mí, para fastidiarme como si fuera su deporte favorito, y lo jodidamente malo era, que le salía a la perfección. Imitó mi gesto y se acercó unos pasos, haciéndome retroceder, si sonrisa entonces se ensanchó aún más y una vez más dió un para de pasos al frente, invadiendo por completo mi espacio personal. Su presencia era imponente, su mirada era intensa y no podía dejar de ver sus hermosos orbes grises. Ahogué un suspiro y recordé la razón por la que estábamos discutiendo — ¡Me voy!— exclamé molesta, queriendo escapar de aquel momento y de paso, queriendo poner distancia entre él y yo, pero cuando tome el pórtico de la puerta y tiré de él… —¡Esta enganchada! ¡Genial!
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