Sr. Black

INTRODUCCIÓN  —¿Cómo se declara, señor Black? ¿Culpable o inocente?.  En el transcurso de mi vida solo han habido dos personas importantes. Mi padre, quien me enseñó que el mundo tomado a la ligera es una mierda, que hay que pelear para ganar lo que deseas y que una vez tuyo nadie te puede quitar lo que has conseguido. Que hay que ser ambicioso porque nadie tiene que verme de menos, que todo lo que deseo es mío desde que lo pido y que quien tiene el control, siempre soy yo. La segunda persona más importante en mi vida, soy yo y solo yo. Nadie puede vencerme, nadie puede siquiera atreverse a desafiarme y nadie tiene el valor suficiente para dominarm… —Culpable. —Le respondo, dejando que ate mis manos con su colorida corbata de color rosa pastel y ponga su maso en mi estrado.  —Está duro.—jadea, sentándose de lleno en mi regazo, con mi falo avasallando su delicada y dulce bellota, la cual fui el primero y pienso ser el único con el placer de probar. La castaña se sostiene con sus pequeñas manos en mis hombros y cierra sus ojos tratando de continuar con rol dominante, pero es inútil y ella lo sabe, mis reglas se respetan y al final del día quién terminará dominando seré yo. —No podré, míster Black. —mueve su cabeza con sutileza, frotando su suave coño en mi enorme erección. —Eres demasiado grande, Kil.  Gruñó alterado, deseando romper en ella, llenarla de mi semilla tibia y hacerla gritar mi nombre, mi apellido y hasta mi alias si es posible.  —¿Te gusta, Baxter? —Inquiero, haciendo un movimiento circular con mi pelvis para que sepa cómo me ha puesto. —Más te vale que termines el juego ya y me dejes entrar.  Muerde su labio y niega con coquetería.  —Es mi momento, Sr. Black.  La reto con la mirada, me levanto de la silla metálica sin avisarle y soltando un grito se aferra a mí.  —No necesito mis manos para follarte, cariño.  —Eso lo sé bien, pero todavía tengo mi braga. —Suelta una risita triunfante, la cual le dura poco. —¿Qué haces, Kil?.  Me mata que me diga así…  Sonrío con triunfo al ver su trémula mirada y como su cuerpo tiembla igual, justo en el fugaz momento en el que la dejó sobre la cama, me inclino entre sus piernas y con mis dientes bajo su braga blanca y transparentada.  —Ki-Killian…  —Tú te lo buscaste…  Arranco su braguita, abro sus piernas con la cabeza y respiro su dulce aroma.  Soy culpable, pero no de lo que se me acusa, sino de propiciar el momento para llegar hasta aquí.  El momento en el que la vi entrar por las puertas del tribunal y dije que sería mía, la llamé mía, la declaré mía y la hice mía, porque antes de ella solo habían dos personas importantes en mi vida, y después de ella, no hay nadie más.  Soy culpable, pero por hacer de mi abogada… mi exquisita debilidad.  • ────── ✾ ────── • ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ • ────── ✾ ────── • [Narrador Omnisciente]  Dos meses atrás, antes de caer ante los deseos de lo prohibido con la afamada dama de hierro, Susan Baxter, el empresario más temido y respetado de Nueva York salió de su empresa por la tarde y se dirigió al club nocturno del que era dueño Nicolai, su mejor amigo. En el transcurso de su camino no reparó mucho en la carretera, llevaba su mirada puesta en el emblemático negocio de bienes raíces que Zachary, su ex socio y gerente, había realizado con ayuda de una de sus ex amantes, después de traicionarlo.  No quería pensar en eso. A pesar de haber perdido un negocio millonario a manos de un traidor, no le daría la importancia que este ameritaba. Esa noche se había propuesto ir al club, beber un par de tragos, conseguir una mujer con unas buenas caderas que le dieran el placer que él buscaba y olvidarse de aquella mala racha.  Quizá lo hubiera logrado si en ese momento Zachary Kozlov no aparece en la entrada del bar con otra de sus ex amantes colgada de su brazo. —Ahí está el idiota traidor y otra de mis zorras. —Dijo ebrio cuando estos se acercaron a él. —Éste es mi club, Kozlov, largo.  Zachary se miraba un poco arrepentido, y así trató de disculparse, pero el señor Black no creía en la palabra de aquel imbécil, y menos cuando se atrevía a ir con una de sus ex amantes. Tenían que ser palabras vacías.  —Todo tiene un porqué, Kilian. —trató de aclarar el sujeto de cabello rubio y ojos azules, ya entrado en años.  El magnate no pudo más con su estúpida parafernalia, lo tomó del cuello de la camisa y sin pensar mucho debido al alcohol, sentenció.  —Ese era mi negocio, mi plan, mis recursos y mi empresa, hijo de puta. Así que si no te vas ahora mismo, te lo cobraré todo con tu miserable vida.  Sus palabras fueron dagas certeras, que quedarían en la memoria de varias personas que los rodeaban, en especial de Agatha, su ex amante.  Lo empujó con fuerza, lo hizo caer aal piso y reiteró.  —Te voy a matar, así que largo.  Dijo, sin saber que al día siguiente su amenaza cobraría fuerza y su ex compañero amanecería muerto en su departamento caro, con sus huellas en la ropa de la víctima y una acusación clara.  Sus palabras habían cobrado fuerza, y él era el principal sospechoso.