Personaje 1: Susan Baxter

1751 Words
Ok… ¿Cómo comienzo esto?.  No tengo idea, pero comenzaré diciendo que estoy teniendo la peor cita de mi vida, con un tipo igual o peor que mis compañero de trabajo, con los cuales siempre he tenido que pelear para ganarme un puesto y por ende su respeto.  Frente a mí de encuentra un sujeto de talle elegante, robusto, abdomen de cuadritos y mirada seductora, que lo único que me dice y hasta pareciera que lo grita cada vez que baja sus ojos a mi escote, es que me quiere follar. Nada más que eso y ya ha sido suficiente para mí y mis ganas de querer salir corriendo de este sitio.  Estamos en el "Sirius Bar" un lugar que me recomendaron mucho y del cual no me puedo quejar. Buenos tragos, buen servicio y buen ambiente. Lo único que veo mal es la compañía.  —Entonces…, ¿Qué te llevó a estudiar derecho? —Deja de hablar un momento de sí mismo y de lo orgulloso que está del Gym que ha abierto, y hace por fin una buena pregunta. Abro la boca en un pequeño intento por responder, pero cuando por fin voy a pronunciar palabra, el tipo se adelanta, solo para decir la siguiente estupidez: —Es que, para que hayas elegido esa carrera es que algo realmente malo te tuvo que pasar. Según un estudio, las personas que cargan con algún trauma son las mismas que eligen ser policías, abogados o psicólogos.  Tomo mi vaso con jugo de mora y ron y lo llevo a mi boca, reposando, aburrida, mi espalda en la silla de metal y vidrio. ¿Por qué todo el mundo cree que las personas que practicamos la abogacía tenemos traumas infantiles o sufrimos de algo realmente malo en nuestra juventud? No necesariamente tiene que ser así.  —¿Quién se supone que hizo ese estudio? —me animo a preguntar, contando los minutos porque se hagan las seis de la tarde y poder regresar a mi casa. Voy a matar a Alejandra por hacerme pasar por esto. Jamás en mi vida había tenido una cita a ciegas, y después de esto, peor, no quiero volver a tratar con otra.  El tipo de cabello castaño estilizado sonríe nervioso y se encoge de hombros.  —La verdad no lo sé, lo vi por ahí.  —¿Entonces por qué crees que yo debería tener algún trauma?. —Vuelvo a preguntar. —No todas las personas estudiamos una carrera por algo que nos ha pasado en la infancia. Muchos sólo lo hacemos porque nos gusta.  —Ah, sí...—rasca su nuca con un poco de inquietud. —Supongo que el estudio estaba mal, aunque es raro.  —¿Raro? —me comienzo a molestar —¿Qué se supone que es tan raro?.  —No, sólo digo que no hay muchas mujeres abogadas. Las que hay son de ficción, ya sabes, series que hacen para motivar a las mujeres a salir de la cocina donde se supone, deberían estar…  Y es ahí cuando exploto.  —Ya no estamos en la edad media, imbécil. —Me levanto de prisa y tomo mi cartera. Estoy harta de esta clase de tipos que se creen mejor que las mujeres, que piensan que somos incapaces o que los trabajos duros son solo para los hombres. —Tú estudio es una mierda y tu forma de pensar también.  —No tienes porqué molestarte…  —¡Idiota!  Pago la parte de mi cuenta en el bar y bajo la mirada de todos en aquel bar, salgo dando grandes zancadas. Estoy furiosa, me siento una tonta por tomarle la palabra a Alejandra y por desperdiciar tiempo valioso en ese imbécil. Es molesto y sé que me quedará de experiencia para no volver a salir a una cita a ciegas.  Durante unos minutos después de llegar al estacionamiento y de entrar en el auto, me quedo viendo la carretera, respiro como toro enfurecido y le doy un golpe al volante.  Algo que es usual en mí es que suelo golpear cosas cuando estoy enfadada, soy un poco desordenada, me cuesta recobrar la paciencia y soy en exceso meticulosa y desconfiada. Supongo que si acepté venir a esta porquería de cita fue por la influencia de mi familia porque "Debo conseguir una pareja estable ya" y Alejandra estaba cuando mi madre y mi hermana menor lo dijeron, y ella quería hacer su aporte, así que no fui capaz de negarme a esto. De mi padre no pienso hablar. Lo amo, pero es demasiado hermético, y, aunque no se opuso a que estudiara derecho, es de los que piensan que los puestos altos del bufete si deben ser liderados por un hombre. Además de que es poco o nada lo que puedo hablar con él sobre mi carrera. Es como el tema que él siempre busca evadir. Mientras otros padres evaden el tema de la adolescencia y sexualidad, o sobre el tema de "Oye, soy homosexual" él evita el tema de mi abogacía. Y en serio, no reaccionó mal cuando le dije que me sentía atraída por ambos sexos, pero sí cuando le dije que era la nueva socia y representante del despacho "Golden Crown y asociados"  En verdad me siento molesta.  Pongo el auto en marcha. Gracias al cielo no hay tanto tráfico en la ciudad, por lo que logro llegar a mi edificio en cuestión de una hora y media. Apenas entro, lanzo la cartera en el sofá, las llaves en la mesa de centro y me quito los zapatos y las medias, dejando mi cabeza en el respaldo del sofá para tratar de relajarme y cerrar los ojos unos segundos. Sin embargo, cuando escucho el pórtico de la puerta de la habitación de Ale, me volteo a verla y le hago una mala cara.  —Te ves molesta. —Dice, evitando tocar el tema de la cita a ciegas de lleno. —¿Todo bien?.  —No, idiota. No me dijiste que el tipo era un asno.  Ríe y se sienta en mi regazo sobre el sofá.  —Creí que se portaría bien. Es el mejor amigo de una ex compañera.  —O sea que no lo conocías.  Niega apenada, quitando lento los botones de mi blusa para luego quitar mi sostén.  —No, pero puedo arreglar ese mal trago. Iba a salir con Krista, pero me canceló.  Ruedo los ojos.  —O sea que a parte de organizarme la peor cita de la historia, ahora soy tu plato de segunda mesa.  Se pone a reír y me roba un beso jadeante.  —No deberías darle importancia. Si ya pasó, ya no tienes que salir de nuevo con él, en cuanto a mi. —la rubia se baja la braga y mete su mano debajo de mi falda. —Sabes que eres exclusiva.  Nos ponemos a reír y terminamos por besarnos.  No somos una pareja, no tenemos nada que nos ate una a la otra y podemos salir con quien queramos y estar con quien queramos sin celos absurdos que nos arruinen la diversión.  Detrás de la puerta dejamos de ser solo roomies y pasamos a ser las mejores amantes sin nada de compromiso.  Toco su parte con una mano, sujeto fuerte uno de sus senos con la otra y la hago jadear.  Lleva sus manos a mis senos, los aprieta y los prepara para luego llevarlos a su boca.  Me siento cansada y no estoy para sus locuras, así que le doy vuelta en el sofá y le como la boca, haciéndolo con ella como desde que nos mudamos juntas.  —Ya sé que me dijiste que sería la única cita a la que irías, pero quiero que vayas a otra con ese amigo guapo que tienes.  Me intento levantar del sofá pero me lo impide y me vuelve a retener con su boca contra la mía.  Me separo de ella y niego.  —No llevaré a Ivar a una cita contigo.  Ivar es mi mejor amigo, estamos juntos desde el primer año de universidad y nos contamos todo, o bueno, casi todo, puesto que mis casos son confidenciales. Sin embargo, lo quiero muchísimo.  —Vamos, Susan.  —Olvidalo.  —Pero a mi me gusta…  Vuelvo a negar.  —Lo siento pero no.  Me levanto tomando mi ropa, camino a mi habitación y me siento a la orilla de la cama, pensando en lo que Ale me ha pedido, y es que no puedo, no puedo compartirlo.  Pensando en eso estoy cuando me cae una llamada de el susodicho.  —Hola, Bax.  Sonrío bajito y muerdo mis labios.  —Hola, tú. ¿Ya saliste de la oficina?.  —Justo eso te iba a decir. Cena, tú, yo y la gente de la calle que grita el menú a todo pulmón. ¿Qué dices?.  Cierro los ojos, caigo alegre en la cama y asiento.  —De acuerdo, ¿a dónde te veo?.  —Bueno...tuve que salir de la oficina por un trámite urgente, pero si quieres te recojo en tu casa.  —Me alistaré en seguida… —dejó la frase en el aire cuándo un fuerte Bip seguido de dos más me hacen interferencia en la llamada. —Me está cayendo otra llamada, dame un segundo.  —Bien, te veré en media hora, Bax.  Asiento y contesto la llamada, la cual es de mi jefe, el señor, Zuniga, el director del despacho.  —Licenciado Zuniga.  —Susan, que bueno que contestas. —Se oye agitado. —Quiero que te prepares en este momento con los códigos de lo penal y vayas a Williamsburg.  Miro la pantalla del teléfono sin entender.  —¿Ahora? Es muy tarde…  —Ahora en la mañana asesinaron al  famoso empresario Zachary Kozlov, y están acusando al señor Kilian Black, el hombre más poderoso de Nueva York, de matarlo. Debes defenderlo.  —Pero… —Sacudo mi cabeza. —Yo no…  —Deja todos tus otros casos que a partir de ahora te encargas sólo de su defensa. Es importante.  —Pero…  Mi jefe no me deja hablar.  —El caso es tuyo, Baxter, no lo arruines o el despacho estará acabado. —sentencia agobiado al otro lado de la línea. —Tú único trabajo es defender a Black, decir "Sí señor Black" a lo que te pida o diga y ganar este caso. Ahora eres toda suya.  Toda… ¿suya?  En mi mente se repite aquello, seguido de aquella tonta frase que jamás pienso decir.  "Sí, señor Black" 
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