Personaje 2: Kilian Black

1232 Words
KILIAN BLACK Había sido una noche larga, los tragos se bebían por montones y ya hasta nos habíamos acabado una de mis reservas de ron que tenía guardada desde hace un par de meses. Los socios y sus esposas disfrutaban de la reunión, mi mejor amigo, Nicolai, ya se había marchado con una extravagante rubia de piernas largas a la habitación de mi casa de campo, y todo el despilfarro había seguido su rumbo a la perfección, hasta que de pronto un par de toques fuertes me hicieron parar de forma abrupta la música. Estaba sentado en una de las mesas de madera que habíamos levantado para apostar un poco, cuando alguien abrió la puerta y seguido de eso entraron varios sujetos uniformados. —Sr. Black. —Dijo uno de los uniformados, sacando unas esposas de metal de su cinturón de policía, haciéndome quedar mal con mis futuros inversionistas y sus mujeres, de las cuales más de la mitad ya habían probado mi cama y estaban ahí con la esperanza de que sus maridos se durmieran lo suficientemente profundo para pasar la noche entre mis brazos. La mayoría de ellas eran jóvenes, no pasaban de los treinta años, mientras que los inversionistas superan los sesenta años de edad. Pero en fin, eso no era lo importante. Miré al oficial de policía con mal humor, me puse de pie y de mala gana me acerqué a él, tomando la hoja de papel que extendió apenas me puse de pie. Era una orden de captura, supuestamente por homicidio doloso agravado. En ese momento quise reír, porque desde ayer que había estado en el bar del cual queremos socios conjuntos con Nicolai, no había ido a ningún sitio más que aquí, mi casa de descanso, donde buscaría que aquellos viejos verdes con dinero a montones, invirtieran en mi empresa de bienes raíces, una de las primeras empresas en las que había trabajado por años para sacarla a flote después de la muerte de mi padre, y la cual estaba a punto de perder por un fallo económico y un faltante marcado como pasivo millonario gracias a mi ex socio y maldito traidor Zachary Kozlov, uno de los que había iniciado siendo socio de mi padre, pero que al parecer sólo quería la confianza de la dinastía Black para robarnos, Jodernla empresa de la peor manera y robarse lo único con lo que contaba. Eso y una de las zorra de bar barato que me había encontrado en una de mis noches de despilfarro. Ahora ella se creía una reina y e traidor se creía el dueño de Nueva York. No me importaba el dinero en realidad, pero me molestaba su traición, la traición a mi padre, y a cada segundo que pasaba, le deseaba lo peor. Hasta esa tarde, cuando los oficiales llegaron, me dieron una orden de captura escrita y firmada por un juez del tribunal de lo penal, bajo el cargo de homicidio doloso agravado. ¿Y a quién se supone que había matado?. Pues para terminar de cagarme la vida, la 'víctima' no había sido otro que Zachary Kozlov. —tendrá que acompañarnos, señor Black. —Dijo el hombre de uniforme azul n***o, abriendo sus esposas para tratar de ponerlas sobre mis muñecas. No obstante, todos me estaban viendo, y si iba a ser acusado de algo, no dejaría que nadie me viera humillado. —Yo puedo ir solo a la patrulla. —Le dije, alzando mis manos al frente para indicarle que no quería que sus soldaduchos me apresaran. Caminé con toda la dignidad que mi inocencia perpetuaba hasta la patrulla, subí al auto con el poderío que me salvaguardaba y en un transcurso de una hora estuvimos en la comisaría. Allí, todo el mundo se movía de un lado a otro, haciendo llamadas, revolviendo papeleo, fotocopiando documentos, tomando fotos para los antecedentes y haciendo como si no tuvieran al señor Black frente a ellos, dejándole ignorado por completo. —Quiero hacer mi llamada. —Levanté mi brazo. Haciendo que todo ahí se detuviera. Las mujeres sonrieron coquetas, los oficiales tragaron grueso con miedo y supe que todavía, pese a ser investigado por homicidio, seguía teniendo el poder. —Si, señor Black. —dijo una de las oficiales. Pequeña, hermoso cuerpo, glúteos redondos que me daban ganas de montar y sonrisa traviesa que me decía que ella quería probar más allá de mis labios o no pecho. Amaba que las mujeres me dijeran aquello. "Sí, señor Black" Aquello era por mucho mi frase favorita cuando salía de la perfecta boca delicada de una mujer. Sonreí con galantería, tomé el teléfono y le hablé a Nicolai, quien seguro ya sabía sobre mi situación. Efectivamente, la llamada fue respondida antes del segundo tono. Al otro lado de la línea, escuché la voz de mi mejor amigo. —Kilian. ¿Qué mierda está pasando?. —Me acusan de haber matado al imbécil de Zachary esta mañana. —¿Pero… lo hiciste?. Rodé los ojos y tensé mi mandíbula. Me sorprendía que justo él preguntara eso. —Claro que no, cabrón. Lo amenacé, pero nada más. —De acuerdo, te creo. Volví a rodar los ojos. —Escucha, llama al mejor bufete de abogados que exista, que me manden al mejor y de paso, administra las empresas mientras no esté. Se quedó callado unos segundos y luego asintió. —De acuerdo… trataré porque no tengo una mierda de idea sobre tus empresas, pero cuenta conmigo. —De acuerdo. —De acuerdo. Corté la llamada, le guiñé el ojo a la hermosa chica de glúteos redondos y esperé. Lo que yo decía de hacía rápido, por lo que no me sorprendió escuchar de parte de uno de los detectives que me había sacado de mi fiesta de negocios, solo para decir que mi abogado ya estaba aquí. Y bueno, en mi mente esperé ver a un hombre, quizá un poco mayor y con porte profesional, no a una muchachita con una mascarilla a la que no se le miraba bien el rostro. Me habían enviado a una puberta a asistir mi caso. Era una mierda. Por primera vez Nicolai me había decepcionado. Ya podía verme, diciendo que era culpable, en el estrado, después de aceptar un acuerdo y reducir mi pena a la mitad, después de no haber hecho nada. Esa chica seguro no sabía nada de leyes, por lo que me pedí a uno de los oficiales que me había llevado, que por favor la sacaran y le negaran la entrada a la delegación. A este paso me defendería mejor to mismo, porque ella solo me haría perder. Sería mi única perdición. Vi cuando la sacaron y ella me miró molesta sin siquiera bajar su mascarilla. Rodó sus ojos y salió de la oficina, dejándome como al inicio. Sin defensa, pero para esa defensa, mejor me condenaba solo. Seguido de eso, llegaron a interrogarme, pero con ello llevaban también una orden del. Juez para llevarme al tribunal mañana al mediodía, lo que sugería que pasaría detenido toda la noche. Daba lo mismo. No había matado a Kozlov, aunque tampoco me habían faltado las ganas. Pero había algo que me inquietaba más… La mirada molesta de la supuesta abogada, la cual se había clavado en mi mente. Supongo que después de todo no la volveré a ver, aunque era posible que eso me costara la libertad.
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