No eres suficiente para mi

1154 Words
El mismo día Alameda Edward Me parece un sueño caminar al lado de Elizabeth, porque la verdad es que nunca creí que accediera tan fácil, pero aquí estoy como un tonto sin saber que decirle, tan solo estoy intentando ocultar el efecto que ella genera en mí, basta que ella sepa que me interesa, además no quiero que se aproveche si sabe que me tiene a sus pies. En fin, mi ser entero me reclama que haga algo para acabar con este incomodó silencio hasta que me animo. –Es una hermosa noche con ese cielo estrellado y la luz de la luna ¿No lo crees Elizabeth? –intento romper el hielo. –Es una noche corriente más, no tiene nada especial– me afirma cortante. –Sabes Elizabeth donde yo vivía todas las noches la gente se reunía a cantar a la luz de la luna incluso yo tocaba mi guitarra. –Seguro vivías en un pueblo en medio de la nada ¿Verdad? –Adare es más que un pueblo para mí, es donde nací, donde enterré a mis padres, es un sitio hermoso…. –No creo que fuera un lugar de ensueño porque de lo contrario no estarías aquí, lejos de tu gente. –La verdad que desde hace algunos años la situación se complicó por la peste en los sembríos de papa y la gente se estaba muriendo de hambre literalmente, ese fue uno de los motivos por los que deje mi país. –¡Tenía razón!, Eres solo un pueblerino, alguien que tuvo algo de suerte… –¡¿Un pueblerino?! Pues este pueblerino encontró oro suficiente para cumplir todos tus caprichitos– le afirmo molesto. –No lo creo irlandés, no bastaría lo que tengas porque deben ser solo unas cuantas pepitas de oro con seguridad ¿Verdad? –Te equivocas mira lo que encontré y hay más en el saco que tengo en mi habitación– le respondo mostrándole las pepitas. –No deberías andar con lo poco que tienes encima, además de repetirle a todo el mundo que tienes algo de dinero porque hay gente que te puede robar. –Parece que te intereso, ¿Verdad? –¡Mira irlandés! Ni con todo el oro del mundo me tendrías, te lo aseguro. –Deja de decirme irlandés tengo un nombre, me llamo… –No me interesa saber cómo te llamas, para mi eres el irlandés, ¿Te quedo claro el mensaje? –me dice molesta. –No te han dicho que eres una maldita niña mimada, que piensa que debe tratar a toda la gente con desprecio, yo no te voy a aguantar tus desaires. –A mí tú no me vas a decir como debo tratar a la gente– me responde desafiante. –Te equivocas Elizabeth, a mí me respetas– le exijo clavándole mi mirada en sus ojos. –¡Me largo! Quédate con tus insignificantes pepitas de oro– me dice a los gritos. –Tú no vas sola a ningún lado, no voy a permitirlo– le aseguro molesto sujetándola del brazo. –¡Suéltame animal! –me exige a los gritos. –¡No te suelto! Harás lo que te digo– le aseguro a los gritos. En un segundo siento como mi respiración se agita al tenerla demasiado cerca solo la miro y en ese momento me dejo llevar por lo que me grita mi corazón, mi boca busca su boca para besarla con pasión, desesperación, aunque ella se resiste al beso forcejando conmigo hasta que cede en un beso que quema todo mi ser, mis labios sé aprisionan de los suyos una y otra vez, queriendo detener este instante, pero Elizabeth reacciona golpeando mi pecho y decido soltarla aun sin poder creer lo que acabo de hacer. –¿Qué te has creído imbécil? ¿Cómo te atreves a besarme? –me reclama furiosa. –Lo lamento Elizabeth, no sé qué me sucedió, además tú también me respondiste al beso– le respondo apenado. –Esta fue la primera y última vez que me besaras porque no habrá más veces en tu vida, recuérdalo irlandés– me afirma molesta. –Me disculpé por haberme dejado llevar por el momento, ¿Qué más quieres? –le digo molesto. –Recuerda que nunca tendrás a una mujer como yo, además que en tu vida me volverás a poner un dedo encima porque no eres suficiente hombre para mí ¡Entendiste! –Lo has dejado bastante claro, pero te aseguro que un día me pedirás que te vuelva a besar, me suplicarás que este contigo, te lo aseguro– le afirmo desafiante. –No ha llegado ese día, ni llegará nunca, ahora en vez de repetir estupideces mejor llévame a mi casa. En realidad, ambos estamos bastante alterados por cómo se dieron las cosas, a pesar de todo, no puedo dejarla marcharse sola a su casa y tan solo la acompaño mientras caminamos queriendo que este momento acabe, la verdad es que me molesta todas las cosas que me aseguró, yo no me pienso quedar con los brazos cruzados, Elizabeth Burkle me va a conocer, no me voy a dar por vencido hasta que ella me ruegue para que la vuelva a tener en mis brazos. Elizabeth Nunca en mi vida nadie me había tratado de la manera que lo hizo el irlandés, además que no logro entender porque le terminé respondiendo al beso, ahora solo intento disimular todo el caos emocional que él ha producido en mí, no quiero que piense que él tiene razón, en fin, caminamos hasta mi casa en un completo silencio hasta que llegamos al lugar, solo lo miro aguardando alguna disculpa de él. –Elizabeth ¿Está es tu casa? Es muy linda por lo poco que puedo apreciar desde aquí. –Ahora que me has dejado en la puerta de mi casa, ¿Te puedes marchar? –Me gustaría pasar, quiero saludar a tu padre y agradecerle por haberme permitido salir contigo. –No es necesario que hagas tal cosa, además es muy tarde y estoy cansada– le aseguro. –Entonces mañana pasare por la tienda para agradecerle a tu padre, buenas noches que descanses– se despide. –Permiso, buenas noches– le respondo mientras tengo la mano en la perilla de la puerta. Abro la puerta y la cierro detrás mío soltando la respiración, es que aún me cuesta creer todo lo que acaba de suceder, me besó de una manera que me hizo enloquecer, no logro saber porque estoy así por el irlandés, aunque es verdad estaba muy diferente con ese traje, además no puedo negarlo es un hombre joven, bien parecido con ese cabello castaño, con 1,80 cm de altura, tez blanca y esos ojos verdes que me miraron de una manera diferente, ¿Qué me pasa con este hombre? Solo fue un maldito beso y nada más. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD