Capítulo 5

1654 Words
De un brinco alterado y bajo la atenta mirada de Sam me alejo del buró familiar, intentando no sólo controlar la arremetida de emociones lúgubres, pero igualmente estremecedoras que tal matiz vocal provocan, sino también el escrutinio materno y posterior descubrimiento de lo que sería un terrible, lujurioso y oscuro secreto. —Que... Qué desea.— Murmuro dando la vuelta, quedando de espalda a las retinas curiosas. —¿Qué quiere usted? —Bebita linda...— Masculla ronco, despacioso, alterándome íntegra. —Dime que no ha sido una equivocación tuya ese formulario enviado por internet. Las pulsaciones se aceleran y no sé que demonios contestar. Dudo entre decirle que llamarme bebé puede ahorrárselo., confesarle que cada vocablo me desencaja completamente o asegurarle que no., no ha sido una equivocación., que de forma irrevocable y sin opción a reversa ha dado conmigo porque sí., necesito de ésta basura. —Preciosidad...— Insiste erizándome todos los vellos de la piel. —¿Aún estás escuchándome? Trago saliva y llevo una mano al pecho, allí mismo dónde el corazón cabalga desbocado, embargado de sensaciones tristes, desesperadas... Y placenteras. Oírle hablar es éxtasis y me gusta. Me agrada su voz de locutor., de evidente sujeto entrado en edad: masculina, rasposa, enardecedora. —Sí.— Musito cabizbaja. —Aún le escucho. Ríe a modo de contestación causándome agradables escalofríos, y me maldigo al considerar fugazmente que conocerle ya no resulta tan mala idea. Jamás catalogaron en gusto personal los hombres mayores, desconocidos, y muchísimo menos aquellos a los que el rostro no he visto., poseedores de caprichos particulares en cuánto a la sumisión o doblegamiento refiere. —Excelente.— Afirma sin admitir objeción alguna, —Dime algo... Charlotte.— Hace una pausa permitiéndome degustar mi nombre emanando de su garganta y añade, —¿Crees que podamos conversar o luces atareada? Cierro los ojos con fuerza, rechino los dientes y suplico a dios que la voz a través de la línea sea una pesadilla de la cuál poder despertar tarde o temprano. Inspiro hondo mientras rasco mi nuca nerviosa, queriendo postergar en el tiempo lo inminente —En éste momento estoy ocupada. —Lo suponía preciosa barbie.— Escupe complacido, —¿Entonces estarás de acuerdo si concretamos una cita mañana? Frunzo el ceño desentendida, absolutamente perpleja ante el comentario —Ci... ¿Cita? —Sí bebé., una cita.— Asevera varonil la tonada carente de facciones a las qué apreciar, —En mi oficina. Dónde podamos hablar, llegar a un mutuo acuerdo que nos beneficie a ambos y darte lo que quieres. —Usted... No sabe lo que quiero.— Siseo conmocionada, alterada desde los cimientos., perdiendo poco a poco la compostura, seguridad y paciencia. —¿Ah no?— Pregunta masticando la interrogante, —Linda., tú deseas lo que todas. Lo que mueve a éste exquisito mundo. ¿O me equivoco? —No...— Admito mordiéndome los labios, reprimiendo la frustración, el dolor que me genera entender al punto que he llegado. A la sumisión en la que caí tras afirmar sus palabras curtidas de materialismo y codicia. —Pero... —No Charlotte.— Corta inmediatamente, —Lo anhelas, lo aseguras y yo te necesito. Vi tu perfil y realmente te quiero porque eres perfecta., la más adecuada. Ladeo la cabeza de forma ágil y reparo en Samantha que me observa preocupada, ávida de información, ansiosa de saber qué escondo tras una llamada telefónica y siseos misteriosos. —Yo... Yo acepto lo que usted imponga.— Digo tragándome el orgullo, la dignidad y mi inocencia inmaculada. —Dígame dónde, a qué hora y allí estaré, puesto que debo cortar la línea. —Muy fácil.— Espeta galante, sin aumentar un sólo punto el timbre vocal, manteniéndolo suave, varonil, alborotándome íntegramente las terminaciones nerviosas. —¿Conoces Wine Enterprise? Parpadeo el doble de confundida y asiento al vacío. ¡Claro que las conozco! Nadie en Estados Unidos es ajeno al emporio vitivinícola de Wine Enterprise. Papá adoraba el licor tinto de tal marca, y gracias a ella, a un desmedido consumo fue que su auto acabó estrellándose exento de contemplaciones o posibilidad a la supervivencia, de lleno en una parada de autobuses. —Sí.— Respondo controlando la oleada de invasiva furia que corroe por dentro al evocar el desagrado que el alcohol me genera. La serie de tortuosos recuerdos que el velorio de mi progenitor ocasiona, y el desenlace a la ruina que el bendito vicio entre tinto y merlot cargó sobre mis espaldas. —Perfecto...— Anuncia satisfecho, —Te esperaré en la sede central a mediodía. La inquietud que inunda al suponer que mi futuro papi adinerado pueda tener algo que ver en tal rubro exclusivamente acrecienta el desconcierto. De manera literal descoloca porque sería el gran colmo, liarme a lo que aborrezco, relacionarme con mi potencial arma de miseria, quién indirectamente me destruyó y ahora pretende salvarme. —Bien.— Mascullo acostumbrándome a que sí, la vida se empeña a ponérmelo difícil. —Ahí estaré...— Siseo reflexionando breves instantes que desconozco la identidad del individuo, —A... ¿A nombre de quién cuestiono? Las carcajadas tornan estruendosas, un elixir a los oídos y así, magnánimo de cierta forma, sentencia orgulloso —Sencillo bebé azucarada, pregunta por el presidente.— Las risas cesan y en el más absoluto matiz seductor puntualiza, —David. David Henderson. El rubor ante un mote acorde al parafraseo emitido logra teñir completamente mis mejillas y atino a balbucear simples afirmativas. No obstante el reconocido empresario del que he escuchado únicamente maravillas, debido a saberse pionero en la industria del licor parece negado a la tranquilidad de una mente embotada, triste, agitada y extasiada, ya que antes de finalizar la casta llamada pronuncia mi nombre una vez más —¿Charlotte? —Ronronea. —¿Si?— Murmuro dubitativa. —Te quiero usando rosa.— Advierte tajante, —Es el tono perfecto para ti. Reprimo el anhelo de gritar, de llorar, de aclarar que no soy su estúpida muñeca y callo. Obedezco aseverando la indeclinable petición. —Lo haré.— Digo simplemente., siendo yo quién después de padecer un explosivo cúmulo de emociones inestables, cambiantes, pulsa la tecla de cortar. Guardo el teléfono móvil en los bolsillos del jeans y respiro profundo, lleno mis pulmones de oxígeno tanto como ellos lo permiten y ordeno la serie de descoordinados pensamientos que me martirizan. Enumero los ítems que a contar de varias horas aquejaron el semblante de una universitaria hundida en la desesperación. De cómo en simples vueltas de reloj pasé de tener la soga al cuello, a ser una scort requerida por tan importante tipo del globo empresarial. Pero sobre todo y no menos importante... Aún sin vislumbrar el rostro de quién solicita mis servicios, rememoro la forma en que mi cuerpo reaccionó gracias a pocos vocablos. Repulsión, odio, desagrado, rechazo, y también placer. Oscuro placer, gusto, éxtasis y curiosidad... Extrema incertidumbre por saber más. —¿Charly?— Pregunta mamá sobresaltándome, fulminándome la espalda auténticamente preocupada, —¿Quién te llamaba hija? Sumerjo los dedos en los bolsillos y estrujo la tela furiosa. Rabiosa al tener que mentirle. Ocultarle la verdad de que su primogénita mayor venderá el cuerpo, incluso hasta el alma para ayudar. Me trago una a una las confesiones atoradas en la garganta, doy la vuelta y cubriendo realidades ambiciosas, codiciosas, sumamente sacrificadas sonrío radiante. Denoto la hilera de blancos dientes y ensancho la mueca más aún disimulando la tristeza. —Era Ámbar.— Susurro como ya es mi costumbre... Mintiendo. —Tuvo un pequeño inconveniente e iré a verla. —¡Pero Charlie está por caer la noche!— Contradice Sam afligida, devorándose íntegra la excusa. —No te preocupes mami.— Concilio retomando nuevamente la tarea de coger el artefacto electrónico y discar el número de Ámbar una vez me encierre en el dormitorio. —Pasaré la noche allí. Asiente sin más remedio y depositándole besos sobre ambas mejillas, despeinando a los renacuajos menores y lavando el tazón de la sopa corro apresurada hacia lo que resulta un búnker personal. Paso seguro a la puerta y comprendiendo que la tarifa telefónica éste mes resultará abultada., que deberé trabajar el doble, o... Aceptar indeclinablemente gustosa la propuesta azucarada, llamo a mi única gran colega. Misma que responde al instante —¡Carajo Charlotte, anotaré semejante día en el calendario como fecha patria!— Dice burlándose, —¡Cuándo rubiales requirió de su amiga incontables veces! —Am.— Murmuro evitando el mandarla a la mierda, —¿Estás en tu casa? —¡Pues claro!— Refunfuña, —Podría encontrarme bebiendo champán en el jacuzzi de Carlo, pero debo estudiar para el jodido examen de ciencias. —Reggins.— Susurro casi imperceptiblemente, —Necesito ir a verte... Y... Y que me ayudes. El breve silencio reina a través de la comunicación y la morena curiosa indaga —¿Ayudarte? ¿Ayudarte con qué? Tomo asiento al borde de la cama comenzando a asimilar ideas asentadas del rol que una bebé de azúcar ejercerá y lo confieso —David. —Recito ausente. —David Henderson me contactó Ámbar. El dueño de una empresa vitivinícola me quiere como muñeca personal y necesito de tu auxilio. De tu consejo y... La técnica exacta para verme serena mañana en nuestra reunión, siendo que verdaderamente soy un manojo de nervios —¡Qué, qué!— Chilla extasiada a modo de contestación, —¡Menuda suerte gran hija de puta!— Larga risitas felices., radiantes pues parece haber recibido la mejor noticia de su vida. —¡Ven enseguida Charlotte Donnovan!— Le oigo brincar alegre, y sentencia genuinamente rebosante, —Sin lugar a dudas tu encuentro con semejante sujeto tendrá que resultar únicamente exitoso, porque, ¿sabes algo?— Suspira maravillada a causa de lo que yo no entiendo recalcando frenética, —La suerte te tocó con una jodida varita mágica.
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