CAPÍTULO 02 | Nuevo Jefe, nuevo problema |

2634 Words
La molestia comienza a formarse dentro de mí, al ver cómo mi única oportunidad se desliza de entre mis dedos. Me siento en la orilla de la cama, suspirando en derrota ¿Acaso tendré que vender mi cuerpo para obtener el dinero? Las preguntas comienzan a acumularse en mi mente. Lanzo mi espalda en la cama, estirando mis brazos. Por mi escaza estatura la cama de media plaza queda grande para mi cuerpo, dándome la libertad de sentir como si estuviera en una cama King Size. ¿Qué se sentirá tener tanto dinero para comprarte una cama así de grande? Me cuestiono, evadiendo totalmente el tema y olvidándome de mi objetivo principal. ─Serían como cincuenta Virginias ─menciono sorprendida, imaginándome la inmensa cama. Me enrollo en la sábana pareciendo un gusano mal formado. ─Necesito un sugar daddy ─murmuro mirando a la nada. ─¿Ahora tengo un tamalito de hija? ─Inquiere mi padre entrando al cuarto. ─Papá, ¿Crees que soy bonita? ─Le pregunto cuando se sienta en la cama, hundiéndola con su peso. Es como un oso. En sus manos puedo notar el pote de helado de litro. Saboreo el objetivo. ─Eres muy hermosa, hija ¿Por qué lo preguntas? Tu mamá y yo pusimos mucho empeño en ti a la hora de hacerte ─declara, provocándome una carcajada. ─¿Cuánto crees que den por mí? ─Inquiero entornando sus ojos. Él me muestra su semblante asustado. ─¿A qué te refieres, quieres vender tus órganos? ─Responde con una pregunta, abriendo los ojos sorprendido. Esbozo una sonrisa, sentándome para tomar el pote de helado de sus manos. ─Quiero tener una King Size ─murmuro, abriendo el pote de lado para meterle la cucharilla de plástico que traía. Mi padre se acaricia la sien. Se levanta luego de acariciar mi cabello, alborotándolo. Mi cabello queda como un casco de payasos por lo corto que se encuentra. Siempre me recuerda que cometí el error de cortármelo luego de una crisis nerviosa y terminar mi última relación. Y pensar que solo tengo veintitrés años sufriendo varios amoríos ¿Cuántos más faltarán? ─Tu tía te trajo unos trajes nuevos para que vayas a la empresa más formal ─anuncia llamando mi atención, arrugo mi nariz con desagrado imaginándome los trajes. Mis tías al parecer me odian por ser la consentida de mi abuelo y de mi padre, dejando de lado a mis primas. ¿Qué culpa tengo yo de tener una linda personalidad? Me pregunto sin importancia. ─No hagas ese gesto, te arrugarás más rápido ─reitera mi padre, el viejo Javier, como le digo cuando no puede levantarse con facilidad del sillón de la tele. No es viejo, pero me gusta destacárselo. Él se inclina tomando una gran caja que parece costosa. ─Pensé que me odiaban ¿Gastar su dinero en mí? ─Cuestiono vislumbrando la gran caja. Procedo a abrirla encontrándome con trajes envejecidos pero de marca. Arrugo inmediatamente mi nariz. ─Creo que los compraron en el mercado de pulgas ─menciona mi padre con una sonrisa. Tomo uno de color verde vómito pareciendo tres veces mi tamaño. ─¿Ellas todavía creen que seguiré creciendo? Ya me quedé enana ─digo con un soplido. Él se sacude las manos dirigiéndose a la puerta. ─Puedes decirle a tu amiga Raquel que te ayude a acomodarlos, pero tienes que enseriarte con el trabajo, el señor Maxwell es un viejo amigo mío y te está dando una gran oportunidad. En el mundo de la arquitectura, él es el mejor, claro, después de tu galante padre ─dice con una sonrisa. ─Soy una simple asistente, no es difícil traerle café todos los días ─ menciono hurgando más en la caja. ─Puedes volver a dibujar paisajes, sé que la arquitectura no te agrada, pero eres buena dibujando jardines. Una buena paisajista veo en ti ─manifiesta con ternura. Sé que no he sido constante con nada en mi vida y luego de abandonar la carrera de diseño gráfico para poder trabajar ha marcado mucho en eso. ─Lo intentaré, te lo prometo ─digo con una sonrisa. Él termina dejándome en la habitación, mientras que mis manos sostienen uno de los trajes, dándome escalofríos por lo feo. Me inclino debajo de la cama tomando mi laptop, y con la mensajería abierta, le envío un llamado de emergencia a mi mejor amiga, la preciosa Raquel, alias, manos mágicas y mujer que no dura en un empleo más de una semana. Deslizo el cursor, entrando en una carpeta donde se encuentran viejos diseños que hice cuando estudiaba, proporcionándome una especie de nostalgia. Dejé de dibujar cuando mi madre falleció y esto me dejó un gran vacío, ya que no lo hacía mal. Mis ojos se encuentran con una foto mía y de mi madre, ella sonriendo mientras me abraza. Un suspiro de tristeza sale de mí. ─Ella amaría de igual manera mi torpeza ─murmuro para mí. Pestañeando para ver una foto que no tenía ni idea de su existencia. Al crecer con unos padres artísticos, mi madre escaneó muchas fotos de nuestros portafolios, como ella también se encargó de realizarla, quizás por eso me encuentro con fotos que todavía no he llegado a ver o saber de su existencia. La foto que llama mi atención es de un niño de piel tostada, sonriendo mientras me lanza arena en lo que parece ser una playa. Él parece más grande que yo, pero contemporáneo. Más atrás en la foto se nota que hay una familia que no logro apreciar por el ángulo, solo noto las piernas. Elevo mis hombros, restándole importancia a la foto. Para seguir viendo las siguientes. Raquel habla muy animada mientras camina a mi lado, con un Frapuccino en su mano, sus cabellos largos y cobrizos le dan un aspecto aniñado, pero con su maquillaje recargado de chica mala oculta muchos traumas de su infancia. ─De verdad casi me da algo cuando vi los trajes ─menciona llamando mi atención. ─¿Podrás hacer algo por ellos? ─Pregunto levantando la bolsa con desanimo. ─Claro, ¿Con quién estás hablando? Soy la persona que ha rediseñado todo un closet y siempre viste a la moda ─responde animada. Puedo notar cómo sus ojos marrones brillan mientras se toma su segundo café con mucha crema. Es muy llamativa, tiene la misma estatura que yo, solo que ella si tiene una personalidad desbordante. ─Lo sé, y me debes un vestido ─declaro dándole una sonrisa, mientras caminamos por la acera hacia su casa. ─¿Y ahora por qué quieres vestir elegante? ─Cuestiona. ─Mi padre piensa que es buena idea ─digo, pateando una lata y dejando salir un bufido. ─Pero si tus vestidos de flores y botines de colores, son lo mejor de ti ─dice pareciendo imitando ofensa. Le empujo con mi mano, y ella suelta una carcajada. Me río de ella pero de repente me tropiezo, cayendo al suelo, provocándole otra carcajada. ─No te rías y ayúdame ─murmuro en el asfalto. Ella me da su mano, levantándome. ─Gracias por hacerme reír todos los días ─menciona, abrazándome. Arrugo mi nariz, mirándole. ─¿Ocurrió algo malo? ─Cuestiono por su semblante. Ella eleva sus hombros. ─Me despidieron de nuevo, pero esta vez estoy feliz. Mi jefe intentó acosarme y le golpee ─ manifiesta. Se hace un nudo en mi garganta, ¿Por qué le hacen tanto daño a esta chica tan dulce? Me pregunto por enésima vez. ─¡Ese imbécil! Dime dónde está, iré a patearle el trasero ─gruño dando pisotones. ─Calma, Minion, estás por colocarte moradito ─suelta con una risa. Niega con su cabeza mientras me pongo en postura de combate con mis puños, lista para tomar venganza. Raquel se acerca a mí, bajando mis puños. ─Conseguiré algo mejor ─dice, guiñándome el ojo. ─Hasta que pueda abrir mis propias pasarelas y modeles mi ropa ─agrega con ánimo, abrazándome de costado para seguir el camino a su casa. Me acomodo en su cama mientras ella sigue concentrada en su pequeña máquina de coser que se compró con sus ahorros. No entiendo cómo sus padres no le quieren apoyar con el talento que tiene ella en su diminuto cuerpo. Ruedo los ojos, tomando uno de sus peluches. ─No deberías de tener trabajos que no te gustan al mismo tiempo de estudiar, tus padres tienen mucho dinero ─ murmuro molesta. ─Ellos querían que estudiara derecho, y para castigarme, no me dan ni para el transporte. Tengo que conseguir el dinero para pagarme mi propia carrera y restregarles en la cara lo exitosa que seré en la semana de la moda de Milán. Mientras, tengo que apañármelas ─dice, levantándose con una sonrisa y el traje verde vómito en manos para tendérmelo. ─Espera ¿Es el mismo? ─Inquiero asombrada. ─Pruébatelo, quiero ver si entallé bien tu cintura ─menciona, animándome. Levanto mi vestido para colocármelo. Raquel se acerca a mí, con unos alfileres. ─Oye… tengo que comentarte algo ─acoto mientras ella le da unos últimos pinchazos a la tela. Elevo mis ojos al techo, para poder soltarle mi arruinado sueño. Tomo una bocanada de aire, para sentir que se ha detenido y está observando mi cara muy a detalles, rebuscando las palabras en mi semblante. Le miro confundida. ─No, Raquel, no tienes poderes para leer la mente ─declaro ante su “habilidad” desde la infancia. Ella infla sus mejillas, derrotada. ─Fui al ginecólogo hoy… y el diagnóstico no fue agradable ─menciono, llamando su atención, sus ojos se abren ─, no, no tengo cáncer. Pero podría, si no me sacan prácticamente todo. Digamos que es mejor no tenerles a esperar a que de una u otra manera se complique todo… ah, y si quiero ser madre, tengo que embarazarme lo más pronto posible ¿Y si mi sueño se ha roto? Claro ─agrego rápidamente. ─Oh… Gini ─murmura con tristeza, abrazándome. Logan y Raquel junto a mi padre son los únicos que saben de mi sueño de tener una familia y ser madre… no tan pronto, pero cuando la vida pone las cartas sobre la mesa, hay que tomarlas. Tomo una bocanada de aire, tratando de retener las posibles lágrimas. ─No te pongas triste, tengo que buscar a alguien que me embarace o el dinero para hacerlo yo misma ─declaro, apartándola para ver sus ojos llorosos. ─Si tuviera pene, te embarazaría sin dudarlo ─menciona provocándome una carcajada. ─¡¿Por qué no tienes pene?! ─Exclama con gracia abriendo mis brazos. Ella me sisea, para que baje la voz, sus padres son más estrictos que el mío. ─En la vida no se puede tener todo ¿Te imaginas a un hombre así de hermoso y talentoso? ¡Mis padres terminarían de enloquecer! ─Dice con ánimos. Raquel acaricia mi corto cabello. ─Haremos lo que sea necesario para que seas madre, cuenta conmigo. Puedo darte parte de mis ahorros ─propone tomándome de las manos. Niego con la cabeza la idea de romper sus sueños para ir tras los míos. ─Trataré de hablar sobre las condiciones del seguro en mi trabajo, creo que con eso podré lograrlo. Soy buena convenciendo… bueno, hasta que se obstinan y aceptan ─digo provocándole una carcajada. Me indica para que le dé el saco y la falda del conjunto ejecutivo, vuelve a su silla al frente de la máquina de coser, concentrándose. ─Tienes que tener un bonito traje para convencerlos, te daré el mejor de todos ─declara muy animada. Esbozo una sonrisa por las maravillosas personas que están en mi vida. Coloco mi trasero en la orilla de la cama, observando la habitación de Raquel, llena de sueños por doquier, con cajas gigantes de marcas costosas y hasta un maniquí que modela el vestido que se diseñó para su graduación, que espera sea pronto. Dejo mi espalda en la cama, mirando el techo, donde colocó estrellas y lucecitas. ─¿Crees que sea una buena madre? ─Pregunto, con mis ojos aún en el techo. ─Mejor que mi madre si serás. Sé que apoyarás los sueños de tu hijo o hija, y la amarás mucho ─responde, esbozo una sonrisa. ─Tu mamá si te quiere ─menciono arrugando mi nariz. Ella se gira en su silla, para encararme. ─Muy poco lo demuestra ─dice, levantándose para cerrar la puerta del cuarto. Me encuentro semi desnuda y creo que quiere evitar algún inconveniente. ─Quieren que conozca a un estúpido abogado recién salido de Harvard ─menciona cruzándose de brazos para hacerme sentar y apoyarme de mis manos. ─¿Qué? ─Cuestiono abriendo los ojos. ─Sí, al parecer no les gusta que su hija a parte de “no tener futuro” quiera salir con chicos con tatuajes y sin futuro. Dicen que soportarán una cosa, pero no las dos ─dice, sentándose de golpe a un lado de mí. Raquel hace un puchero. ─Odio a mi familia, de verdad ─dice con la voz entrecortada. Abrazo su cuerpo con el mío, sintiendo cómo solloza. Creo que ya hemos tenido mucha tristeza por hoy. Pienso al recordar ver a mi padre llorar. ─No estás obligada a salir con alguien a quien no quieres, en serio, Raquel. Y a penas termines tu carrera podrás irte de aquí… si es que no te vas antes ─digo, obligándole a que me mire, tomándola de sus hombros. ─Además no sabes si te parece guapo y te llegue a gustar ese chico ─agrego levantando mi ceja con jocosidad. Suelta un sonrisa por lo bajo, limpiando sus lágrimas bruscamente. ─Mientras no lo tenga chiquito ─dice sin más. Ruedo los ojos. ─No quiero saber de p***s, todos los que se han cruzado en mi vida, vienen con un humano inservible ─declaro, ella me lanza su peluche en la cara. ─Promiscua ─suelta con gracia. ─Aprendí de la mejor ─digo lanzándole de nuevo el peluche ella carcajea. De regreso a mi casa y con una gran bolsa de nuevos trajes ejecutivos ahora hermosos de lucir, veo el atardecer mientras camino en la acera que lleva a mi casa. Las personas a mi alrededor me miran de más, pareciendo “la pobre chica que se quedó sin madre” dejo salir un suspiro. Soy una persona cero problemática, solo soy torpe y tengo unos pensamientos un poco... peculiares. Solo trato de ser feliz a mi manera, eso es lo que no ven en mí. Solo tristeza y fracasos. Abro la puerta de mi casa, sin antes saludar con un insulto a la vecina. Esta vez me lanzó una cascara de banana. Le dije que eso era buen fertilizante para mi césped y eso le enojó más. Con una sonrisa, me encuentro a mi padre dormido en el sillón con su computador en las piernas. Luego de la muerte de mi madre, mi padre dejó su carrera, para obtener paz del alcohol, su empresa cayó con el tiempo. Pero hace un año estuvo en rehabilitación y está trabajando mucho por recuperar lo que perdió hace un tiempo y es hacer lo que más le gustaba. Puedo notar unos diseños nuevos de arquitectura, cierro la pantalla de su computador, para apartarlo y dejarle encima una manta para el frío. Viendo cómo duerme con la boca abierta, camino hacia la cocina, hurgando por un poco de cereal con leche. Me llevo la bolsa de trajes y un tazón con cereal al cuarto. Dejo mis cosas en la cama, para dejar llenando la tina. Un buen baño me hará bien, pienso, así refresco mis ideas para plantearlas el día de mañana. Lanzándome en la cama con el tazón de cereal, veo la pantalla de mi celular y me encuentro con un correo de la empresa. De: Empresas Maxwell “MM” Fecha: 28 de Octubre 6:19 PM Para: Virginia Lombardo. Asunto: Reunión. Empleados de “MM” el día de mañana entrará en vigencia el nuevo jefe ejecutivo de la empresa, podrán acotar sus ideas para mejorar cada día. Esperamos entusiasmo en esta nueva era de la empresa. Con afecto, jefe ejecutivo Mariano Maxwell. 
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