CAPÍTULO 03 | Dios Moreno |

2256 Words
Leo el correo con la boca abierta ¿El viejo se jubila? ¿Quién será el nuevo jefe? Las preguntas llegan una tras otra. Espero que este sí pida café de la misma empresa y no me mande al Starbucks de la esquina. Bajo las notificaciones encontrándome con un mensaje de mi mejor amigo. Logan sensual estúpido: ¿Me extrañaste? Almorcemos mañana ¡Yo invito! Te quiero, enana. Esbozo una sonrisa por su mensaje. Justo el que necesitaba, porque no tengo ganas de cocinar ni dinero para el almuerzo. Tecleo rápidamente con mis dedos la respuesta para él. Virginia: Ya era hora de que me invitaras algo ¡No te extrañé! Quiero que me ayudes a conseguirle un buen trabajo a Raquel. Te quiero, sensual y estúpido. Bloqueo la pantalla del celular para terminar mi tazón de cereal y luego darme un baño caliente en la tina. Veo mi reflejo en el espejo, acomodándome el traje verde. Hace un poco de brisa fría así que es perfecto para que me abrigue, cepillo un poco mi cabello corto, tratando de controlar los mechones rebeldes. Me aprieto las mejillas para agregar color y con una capa de rímel, unas zapatillas bajas, porque no aguanto los tacones, tomo mi gran cartera negra que fue heredada por mi madre. Camino hacia la cocina encontrándome con mi padre, quien me sirve en un termo un poco de su delicioso café. ─¡Hermosa! ─Exclama, me doy una vuelta para que vea el traje completo. Casi tropezando me sujeto de uno de los taburetes. Él niega con su cabeza por mi real torpeza y camina para darme un beso en la frente. ─Ve a comerte el mundo, hija ─dice acariciando mi cabello. Asiento con una sonrisa, tomando las llaves del sedán rojo para irme con prisas a la empresa. Empujo las puertas corredizas encontrándome con un gentío en el recibidor del edificio. Arrugo mi nariz por el olor a perfumes costosos que se mezclan entre sí. Camino entre las personas, que son varios centímetros más altos que yo, para entrar corriendo al ascensor. Logro colocarme entre varias personas, que con desespero desean subir por la caja metálica. Siento que casi me aprisionan, abrazo mi cartera, para quedarme atrapada entre las torres. De repente cuando las puertas se abren, todos deciden salir en el piso donde se detuvo el ascensor. Pareciera que soy invisible para ellos, porque me empujan, provocando que me tropiece. Un una mano me sujeta del saco, evitando que estampe mi cara con el piso. Me coloco erguida, abrazando con fuerza mi cartera. Giro mi rostro, encontrándome con un hombre alto, moreno y con la mirada imponente. Oh, y guapo, es muy guapo. ─Tienes que tener más cuidado, eres muy pequeña y no te ven ─dice como enojado. Arrugo mi entrecejo. Acomodándome la chaqueta. ─Gracias ─murmuro ante mi torpeza. Él me ignora, presionando un botón en el mismo piso al que me dirijo. ─Oh, también voy a ese piso ¿Eres nuevo aquí? No te había visto ─digo de manera inocente, mirando su semblante serio concentrado en los números del ascensor. ─¿Y tú no eres muy joven para trabajar aquí? ─cuestiona obviando olímpicamente mi pregunta. ─Tengo veintitrés años, soy asistente de… ─las puertas se abren interrumpiéndome, para darnos paso al piso indicado. Él sale y le sigo detrás, se detiene para mirarme de arriba abajo. ─Mantén tu distancia, asistente ─declara tajante para dejarme con la boca abierta ¿Me acaba de insultar? ─¡Maldito clasista! ─Gruño a su espalda, él se detiene de golpe ¿Qué mierda acabo de hacer? Miro hacia los lados, buscando para huir. Decido correr hacia la cocina de la oficina. Cuando llego a la cocina, me recuesto de la pared, tomando aire y sintiendo cómo mi pecho sube y baja. ─¿Qué se cree? ─suelto en pregunta. Sostengo la cartera por sus azas con una de mis manos. ─Virginia ─menciona sobresaltándome mi compañera de trabajo, bueno, ella es la encargada de marketing. Coloco mi mano en el pecho, por el susto. ─Lo siento ─agrega por mi notable cara. ─Tranquila, es que tuve un inconveniente en el ascensor y pensé que me habían encontrado ─digo rápidamente, ondeo mi mano en el aire, quitándole importancia. Ella sigue sus pasos hacia la cafetera. ─Mientras no te hayas encontrado con el jefe, porque vino de mal humor, por eso creo que se va a jubilar ─manifiesta sirviéndose café en una taza blanca con el logo de la empresa “MM” ─Lo pude deducir con el correo de anoche ─menciono, mirando los tacones de Lucila y sus ojos marrones observándome. ─Tú que eres su asistente deberías de indagar más qué ocurre ─dice cruzándose de brazos. Encorvo mis hombros. ─Llevo poco tiempo trabajando aquí ─declaro. Ella resopla, tomando su taza para salir de la cocina, camino a un lado de ella. Para encontrarnos con las personas un poco alborotadas de lo normal, caminando de un lado a otro. ─Creo que todos quieren dar sus ideas para destacar en la empresa ─dice con calma, elevando sus hombros y dejando salir un suspiro. Ella es un poco, o muy tranquila. Tal vez sabe el poder su talento, vive despreocupada. ─Deberías de aprovechar también para que cambien la calidad del café ─acota, yéndose a su oficina y dejándome varada en medio del caos. Decido irme hacia mi escritorio, que se encuentra al frente de la oficina de mi jefe. Al llegar, enciendo el computador y coloco la cartera en uno de los grandes gabinetes, para guardarla. Saco mi celular, colocándolo en el escritorio y tomo una bocanada de aire. Visualizo a mi espalda, encontrándome con la puerta cerrada de la oficina, las paredes de esta tienen transparencias pero justo unos centímetros encima de mi cabeza. Decido preguntarle si desea el café de siempre o prefiere que le traiga su jugo verde. Sujeto mi celular con mi carpeta de notas en el pecho para golpear con mi puño la puerta. ─¡Adelante! ─Anuncia Mariano Maxwell. Sujeto la perilla, girándola para encontrarme con sus ojos azules mirándome a través del cristal de sus lentes. Sus canas y rostro apacible me dan bienvenida, la verdad no es un jefe malo. Solo tiene el gusto raro por proporcionarme mandados lejos de aquí. ─Virginia, que bueno que has llegado temprano ─dice con una sonrisa, dejando sus lentes en el escritorio. Arrugo mi entrecejo ¿Acaso no se da cuenta que más bien he llegado tarde? Definitivamente soy invisible para muchas personas. ─¿Desea café o jugo verde? Iré a buscarlo ─Inquiero rápidamente. ─Cierto, no he desayunado. Hoy vendrá mi hijo… mejor tráeme dos cafés junto a un desayuno del día, sin condimentos extraños y por favor pide lo mejor que tengan. Sabes que no importa el costo ─indica, anoto todo rápidamente en mi celular y saco de la carpeta la tarjeta de crédito de la empresa. ─En un momento se lo traeré ─digo, haciendo ademán de salir de la oficina. ─Oh, Virginia, por cierto. También tráeme las propuestas de cada uno de los empleados, quiero revisarlas junto a mi hijo ─acota antes de irme. Asiento y salgo. Tomo mi gafete de la empresa donde aparece mi foto no tan agraciada, dejando la carpeta y camino hacia el ascensor presionando el botón. Observo la hora del celular, calculando que si me apresuro cruzando la calle sin que me mate un auto, estaré llegando en unos veinte minutos. Visualizo los números del ascensor y la puerta se abre para mí. Doy un salto para entrar. Unas manos detienen las puertas, para dejar pasar su cuerpo. Es un chico nuevo de la empresa, observo su cabello rubio y ojos verdes. El típico prototipo de esta ciudad, pienso rápidamente. ─Hola ─menciona, cuando se cierran las puertas. ─Hola ¿Jason, cierto? ─Cuestiono, leyendo su gafete. Él me da una sonrisa, asintiendo.  ─Un gusto, Virginia ─menciono, extendiéndole mi mano para recibir un apretón de su parte. Puedo notar más de cerca su altura. Bueno, todos son altos a mi lado. ─Lindo nombre, ¿También eres nueva? ─Cuestiona rascándose la nuca. Puedo notar su traje ejecutivo muy elegante. ─Algo así, ¿Eres arquitecto? ─Pregunto animada. ─Soy pasante, espero trabajar aquí cuando termine mis pasantías ─responde con una sonrisa. A Raquel le gustaría esa sonrisa, digo en mi mente. Entorno mis ojos en él. ─¿En qué especialidad? ─Arquitecto de interiores ─comenta cuando las puertas se abren. ─Fue un gusto, Jason, nos vemos ─digo rápidamente ondeando mi mano mientras corro fuera del edificio. Dejo su cara desconcertada en mi huida. Visualizo la calle, cruzando el gran paso peatonal, esta ciudad es muy concurrida y más esta zona, donde se regocija de edificios y autos costosos. Repito la orden en mi menta al igual que en notas de mi celular. Entro al Starbucks consiguiéndome con una gran fila. Colocándome de puntillas puedo ver cuántas personas hay por delante de mí para llegar al recibidor. Resoplo ¿Por qué le gusta tanto este café desabrido? Me pregunto mirando el techo.  Me muevo inquieta en la fila mientras va avanzando. ─Dos cafés americanos uno con azúcar y otro sin, también me da por favor dos desayunos especiales, sin condimentos y bien doradas las cortezas ─pido extendiéndole la tarjeta dorada. La chica me mira desconcertada tomando la tarjeta. ─¿A nombre? ─Pregunta mascando un chicle. ─Gini ─respondo rápidamente. Ella se cobra, entregándome el recibo, tomo asiento en una de las mesas mientras espero a que digan mi nombre. Reviso los mensajes de mi celular encontrándome con uno de Raquel. Raquel Zanahoria: ¡Mucho éxito! Demuéstrales a todos quién tiene ovarios que quieren ser fecundados Sonrío con inercia, escuchando de repente mi nombre. Me levanto de un salto para tomar la orden. Tomo el sostenedor de los vasos de café junto a las dos bolsas del desayuno para correr despavorida fuera del lugar. Me inclino tomando aliento cuando llego al piso correspondido, me coloco erguida tocando la puerta. ─Pasa, Virginia ─menciona el señor Maxwell. Le doy una sonrisa al dejar las cosas en su escritorio. ─Muchísimas gracias ─dice con sinceridad. ─En breve le acerco las propuestas ─digo dándole la espalda. ─Virginia, haré una reunión dentro de una hora para que les indiques también a todos, por favor ─anuncia, deteniéndome con la perilla en la mano. Giro mi rostro, asintiendo y dándole una sonrisa. Me dirijo a cada cubículo donde se dividen por especialidades en la empresa. Pidiéndoles las propuestas, y en mi mente se va creando la idea de la mía. Obvio tiene que ver con implementar una cláusula en el seguro médico. Puedo parecer un fastidio para la sociedad de esta empresa, pero mi sueño depende de eso y nadie más que yo, sé que es perderlo o pensar en ello. Camino con la cabeza en algo y todas las propuestas pegadas a mi pecho, las abrazo para dejarlas finalmente en mi escritorio, a todos les anuncié la reunión por lo cual comienzan a dirigirse hacia la sala de conferencias. Dejo todo preparado con envases de agua para cada directivo y la respectiva taza de té verde para el gran Mariano Maxwell. Tomo una bocanada de aire admirando todo el lugar perfectamente arreglado. Es algo con lo cual me siento orgullosa, puedo tener torpeza pero cuando hago las cosas les pongo todo el cariño que puede mi pequeño cuerpo. ─Vaya, hoy sí no derramaste nada ─menciona Lucila detrás de mí, entrando a la sala. Ruedo mis ojos, cruzando mis brazos. ─Que me hayas visto una vez derramar el té, no quiere decir que siempre lo haga ─murmuro terminando de dejar las propuestas en el área del señor Maxwell. ─Gini ─canturrea Lucila. ─Bueno, dos veces. Ella suelta una carcajada. ─Tres, pero la última fue porque me asusté, pensé haber visto una araña ─digo con una sonrisa. Lucila niega con la cabeza, tomando asiento en su lugar de directiva en Marketing. A los minutos comienzan a llegar el resto del personal, todos tomando asiento. Me quedo para a un lado de la silla del jefe, mirando la hora en mi celular, arrugo mi nariz con rareza por su tardanza. ─Que raro que esté retrasado ¿No le habrá dado un infarto? ─Inquiere Julián, el paisajista de la empresa. ─Iré a buscarlo ─anuncio, cuando voy caminando hacia la puerta, esta se abre antes de que llegue a ella. Dejando entrar al señor Maxwell, me sobresalto, dando unos pasos hacia atrás, tropezando con la silla. ─¿Acaso te tropiezas con todo? ─Farfulla una voz un poco desconocida para mí, proveniente de la espalda del anciano. Me acomodo, encontrándome con sus ojos oscuros y potentes. Junto a un cejo fruncido. Al sujeto clasista del ascensor. ─¿Estás bien, Virginia? ─Inquiere el señor. Asiento con mi cabeza, dándole paso hacia su silla. El sujeto de tez morena y semblante pintado por los Dioses, me mira inclinando su cabeza hacia abajo. Colocándose al otro lado de la silla, que estaba vacía. Justo al lado derecho del jefe. ¿Y quién es este sujeto, por qué se cree tan importante? Me cuestiono, mirándole con un gesto de enojo. ─Disculpen la tardanza, terminaba de desayunar con mi hijo… él es Magnus Maxwell, mi hijo y futuro director ejecutivo de la empresa, como también arquitecto restaurador ─anuncia… oh, ya entiendo la importancia. Inmediatamente mi semblante cambia, puedo sentir cómo mis mejillas se calientan. Me tocará vender mi cuerpo, porque de aquí salgo desempleada… trágame tierra, suplico en mi interior mirando al techo y mordiendo mi labio inferior. 
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