Comprometidos Por El Destino

     Londres 1800        Se habían enviado cientos de invitaciones, sería el acontecimiento del año en la sociedad londinense, pero aún así, Tatiana Green no se sentía para nada feliz. Y no era que su prometido no fuera un hombre apuesto ni que existiera una marcada diferencia de edades entre ellos; por el contrario, Lord Kennedy era un hombre joven, bien parecido, alto de un metro ochenta, hombros anchos y piel bronceada, su cabello eran unos rizos color cobrizo que caían rebeldemente sobre su rostro y combinaban con el marrón claro de sus ojos, de mirada achicada y profunda, un perfil bastante atractivo en verdad. Pero, ¿Quién de la familia Kennedy Paris no lo era?        Tanto hombres y mujeres sobresalían por su fascinante belleza, en especial los mas jóvenes. Y a pesar de ello, de la envidia que suscitaba entre las jóvenes casaderas de la sociedad, no se sentía entusiasmada con su inminente boda.        Observo el hermoso diseño de su anillo de compromiso, un fino aro de oro blanco, liso y brillante, en el centro presentaba un diamante transparente en forma de corona, una joya exclusiva para ella y aún así se sentía completamente vacía.        ¡Oh Dios! Si tan solo Sir Sarkozy no se hubiera marchado por asuntos relacionados con su servicio a su nación. Habría podido contarle la verdad, huir con él de ser necesario. Claro que lo sería, ni su familia ni la alta sociedad aceptarían que una dama de buena familia se casara con un soldado francés, ¡Capitán! además. ¿En que estaba pensando cuando dejo que la cortejara? Eso ya no importaba, después de todo, estaba completa e irremediablemente enamorada de él. Suspiro. Tenía que hacer algo para que Lord Kennedy desistiría de su compromiso. Un compromiso que ninguno busco y por lo visto no ansiaba.        Recordó a Lady Jones y la manera en que Kennedy la miraba. Con un amor como el que él irradiaba por la muchacha, estaba segura que aceptaría su propuesta de inmediato. Se levantó de su cama a mitad de la noche sin detenerse a pensar si quiera lo que iba a hacer.   ***   -Lo digo en serio Blake-se quejó por enésima vez su querido amigo Walter.        Blake esbozó una media sonrisa. Estaba con dos de sus amigos en una taberna nocturna, tomando unas copas para relajarse y olvidar un rato sus preocupaciones.   -Cuando esos endemoniados niños lleguen a una edad considerable para entrar en sociedad, mi vida social se arruinara-insistió este.        Realmente se veía algo preocupado. Y es que en cuanto su buen amigo había visto a sus hermanos menores concluyo que con una familia como la de él, ningún otro hombre tendría oportunidad con las mujeres. Y es que en verdad los niños de su familia prometían ser un autentico dolor de cabeza para la sociedad de Londres.        Anthony el mayor de los tres era un joven bien apuesto, rubio, de ojos color cobalto, un azul tan intenso y llamativo que cautivaba a su corta edad a las mujeres que conocía, con una sonrisa que era tan inocente como picara a la vez. Su rostro perfectamente bonito, atraería a las mujeres tanto si quería como si no. Alto, de hombres anchos, piel blanca y tersa.        Alec, el que le seguía era totalmente opuesto a su hermano, pero esto no lo hacia menos atractivo. Blake podría asegurar incluso, que éste, atraería la atención de mas mujeres que ningún otro Kennedy en la historia de su familia pudiera atraer ni antes después. Era un joven con una piel totalmente blanca y pura, de cabello liso, corto y un n***o tan intenso y vivo que las mujeres envidiaban su cabellera. sus ojos, que solía achicar cuando algo le interesaba, tenían el mismo tono que su cabello y contrastaban con su piel, su sonrisa iluminaba su mirada profunda e intensa como la noche. Su rostro era increíblemente hipnotizante y atrayente. Blake no sabía decir si era su cara de niño bonito, sus ojos o que, pero todas las damas que le habían conocido lo querían como esposo para sus hijas, todas lo consideraban el Kennedy Paris mas apuesto de la familia, un rango que sin duda compartía con su hermana gemela. Alto como todos los miembros de su familia, portaba un buen físico, con músculos bien definidos, a su corta edad, era decidido y seguro de si mismo, serio, pero presentaba un aire de inocencia y picardía, al mismo tiempo. Relajado, parecía que nada ni nadie pudiera perturbarle.        Y por último estaba el tío Ethan, menor que él y sus hermanos. Este era blanco, con la piel y el tamaño similar a sus sobrinos, pero difería en el cabello y sus ojos, estos eran de un color castaño claro. Su forma de mirar, hacia pensar que puede descubrir lo que sientes y piensas, como si con solo mirarte pudiera descubrir todo lo que quisiera. Era juguetón y alegre. A diferencia de Alec, este no era capaz de mantenerse serio por más de dos minutos.        Pero a Blake eso no le preocupaba. Si, era cierto que ellos atraerían la atención de todas las mujeres. Pero ¿Qué importaba? Después de todo, él estaba comprometido y se casaría en poco tiempo.   -No me digas que has perdido la confianza en ti mismo ante la presencia de tres niños-se burlo.   -¿Niños? ¡Rayos! Blake. Esos no serán niños en unos años-se quejó.   -¿Y tu experiencia? ¿O has olvidado que en comparación con ellos tú tienes la experiencia de años con las damas?-quiso saber.   -¡Bah! No creo que ante la cara linda de ninguno de ellos, las damas se fijen en su corta experiencia. Además de que te recuerdo, que ésta tarde, no se comportaron inexpertos precisamente-añadió Walter.        Eso era cierto. Esos tres parecían conocer el mundo y querer comérselo, siendo apenas sólo unos niños. ¿Dónde diablos habían aprendido esos niños a comportarse?   -Te aseguro que tu vida social no acabará amigo-animó.   -No claro que no. Si le pide matrimonio a Lady Hortbock-rió , interviniendo en la conversación por primera vez Randall.   -¿Matrimonio?-preguntó horrorizado-Nada de eso. No soy yo quien debe perpetuar el título familiar.        Blake observó su copa vacía seriamente. Tenía razón. Maldito título. Relleno su copa nuevamente y se la bebió de un trago. Si tan solo pudiera casarse con la mujer que amaba. Pero no, en lugar de eso, dejaría la fila de los solteros para casarse con la fría y caprichosa hija del Duque de Southerland.   -Lo siento-se arrepintió Walter en cuanto vio su expresión.   -¿Por qué? Tienes razón después de todo.-relleno su copa nuevamente y la levanto en señal de brindis-Brindemos por está sociedad llena de prejuicios y condenas.        Sus amigos le siguieron, brindando con él. La tensión se podía palpar, sin que nada pudieran hacer por retirar lo dicho. Pero aún así, nadie se retiro hasta bien entrada el alba.