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El que no debía ser Rey

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Blurb

Calisto II es un joven cautivador, fuerte, determinado, valiente, diestro con la espada y ágil de mente, pero sobretodo era muy hermoso.

El tercero en la línea de sucesión, la oportunidad de ser rey es muy escasa.

Pero Cal está decidido y convencido de que la corona va a ser suya.

Inclusive si para lograrlo debe entablar un relación con el mismo diablo.

*Esta obra literaria se encuentra registrada en La ley federal de derechos de autor*

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Cuesta abajo
Cal se despertó, miró hacía la ventana para luego sentarse lentamente. La cabeza le dolía tras haber bebido mucho la noche anterior. Se había quedado dormido en algún lugar de aquella taberna, aunque no sabía a ciencia cierta como es que había vuelto al castillo. Él no tomaba vino, de hecho, no le gustaba el alcohol en lo absoluto, pero el día anterior había sido muy duro y tuvo muchos problemas con el rey, su padre. Una vez sentado en la orilla de la cama comenzó a estirar sus largas extremidades. La sangre palpitaba en su cien y le provocaba mucho dolor, el joven príncipe jamás había deseado con tanto ímpetu no haber nacido. Cuando Cal se puso en pie notó que no estaba su espada junto a su cama, como era habitual, así pues el pobrecillo sintió una punzada de pánico al pensar que la había perdido. - ¡¡¡Theoras!!! Gritó, y en seguida un corpulento hombre entró la la enorme estancia que había en sus aposentos. - Su alteza. Dijo este con voz monocorde y mirándole fijamente. - ¿Dónde está mi espada?. Le preguntó el chico mirándolo con ojos inquisidores. - La tiene su majestad el rey. Le respondió aquel hombre. - ¿El rey? - Si alteza, verá mi joven príncipe… A noche cuando regresamos de la ciudad usted comenzó a golpear los yelmos de los guardias con la espada, el rey venía de regreso tras su caminata nocturna por los jardines, lo vió y ordenó que le retirasen la espada y cualquier tipo de arma. Por su propia seguridad mi señor. Le explicó Theoras. Cal se sintió como un niño de nuevo, un niño estúpido y malcriado. Su expresión se crispó por los nervios y la vergüenza. De repente la cabeza había dejado de dolerle para luego dolerle el pecho. Estaba hiperventilando, preocupado se llevó las manos a las rodillas y se inclinó para lograr inhalar un poco más de aire, puesto el que había en sus pulmones aparentemente no era el suficiente como para oxigenarle la sangre. - ¿Dónde está?. Le preguntó al fin, una vez hubo saciado su sed de oxígeno. - ¿La espada?. Respondió Theoras bastante contrariado. Cal movió las manos con gesto impaciente y miró a su subordinado con gesto exasperado. - No, el rey, ¿Dónde está mi padre?. Contestó Calisto con obviedad. - En los jardines, desayunando con sus hermanos mi señor. - Dile a las sirvientas que me preparen el baño y mis ropas. Le ordenó el príncipe mientras se enderezaba y caminaba de vuelta a la cama. - Si alteza. Theoras se giró sobre sus talones e ipso facto se marchó. Al cabo de unos minutos, el joven se incorporó con torpeza y se dirigió al cuarto de baño, se observó de manera crítica en el espejo de plata pulida, lucía cansado. Cal tenía el pelo largo y negr* hasta los hombros, su cabello era ligeramente ondulado. Tenía una peculiaridad, un ojo era azul y el otro gris; estos eran grandes y almendrados, adornados por una hilera de largas y oscuras pestañas muy rizadas. Su nariz era estrecha y muy respingada, tenía pómulos marcados, mejillas hundidas, menton estrecho, afilado y pequeño, sus mandíbulas eran cuadradas y masculinas. Su boca era pequeña y tenía labios carnosos, su piel era muy blanca, tan blanca era casi como la leche, sin embargo parecía que Cal estuviese febril todo el tiempo debido a que siempre estaba ruborizado. Sus dientes eran deslumbrantemente blancos y muy derechos, aunque tenía los dientes caninos ligeramente más largos y afilados que la gente promedio. De cuello largo, espalda y hombros amplios, caderas muy afiladas, estrechisima cintura, largo de brazos y piernas le que hacían lucir muy elegante; aún así él era muy atlético, tenía una musculatura extremadamente bien definida y era increíblemente alto, debía medir al menos poco más de un metro con noventa y cinco. Después de tomar un agradable pero rápido baño con agua caliente y perfumada, salió como una exhalación del ala este del castillo con dirección a los jardines para encontrarse con su padre. Los sirvientes en general le temián puesto que cuando él joven principe caminaba rápido (cosa que casi siempre hacia) significaba que estaba molesto por algo. Siempre de gesto altivo y expresión malhumorada, aquel señorito se mostraba siembre arrogante y altanero allá a donde sea que fuese. Al llegar a los jardines un guardia de la corte lo anunció inmediatamente. - Su alteza real, el príncipe Calisto II ha llegado. El rey levantó la vista, y al verlo aproximarse éste lo miró fijamente con el ceño fruncido. Sus hermanos en cambio a duras penas levantaron la mirada tras su llegada. Estos a diferencia de él, tenían el cabello rubio como el trigo y ojos azules al igual que el rey. Aún así Cal se parecía al monarca en sus ademanes gallardos y altivos, sin embargo heredó de su madre la abundante cabellera oscura, su precioso y perfecto rostro y sus característicos ojos bi color. Cal se puso de pie a un costado de la mesa del rey e hizo una reverencia. El rey asintió y con su mano derecha le indicó que se sentase a su lado. Una vez sentado Cal lo miró fijamente, de todos los hijos del rey, el muchacho era el que menos se parecía a su padre físicamente hablando, lo cual hacia que su negra, espesa y lacia cabellera desentonara sobremanera entre las rubias cabezas de sus hermanos, que, si bien no eran poseedores de una belleza inhumana y casi dolorosa de ver como con la que contaba el menor de ellos, bien eran ridículamente atractivos. Artemis era alto, debía medir aproximadamente el metro noventa y tres de estatura y era muy guapo, con una poblada barba de tres días igual de rubia que su cabellera ligeramente ondulada. Su nariz era recta y ligeramente aguileña, sus azules ojos almendrados denotaban soberbia y desprecio absoluto a casi todo. Eso era lo que le restaba atractivo. Fenhir en cambio era todo lo opuesto a su hermano mayor a pesar de también ser muy rubio. De sus hermanos él era el de menor estatura, aunque también era alto ya que medía casi el metro noventa. Su cuerpo era delgado y atlético, de cuello largo y movimientos elegantes. Su postura derrochaba seguridad y confianza; siempre estaba sonriendo. Su rostro era un poco similar al que poseía Calisto, sin embargo el tenía la barba partida y sus ojos azules eran muy parecidos a los de un águila, dándole esa sensual mirada de ave rapaz. Su nariz era recta, estrecha y respingada. Tenía poca barba, era por eso que se afeitaba ya bastante resignado a que jamás tendría una impresionante barba como la de su padre. Su cabello era largo hasta los hombros y muy ondulado. Fenhir dedicó una mirada a su hermano menor y luego meneo la cabeza con desaprobación. A pesar en no estar de acuerdo con todo lo que hacía Calisto, era quien más benevolente era con él. Incluso había desarrollado cierto rol parental tras la muerte de su madre con su hermano menor hacía ya bastantes años, cuando Cal apenas era un niño de cinco años. Karlf observó a los tres jóvenes y luego sonrió. - Veo que pudiste despertar a tiempo para desayunar... ¿Que tal la cabeza?. Le preguntó el monarca con tono afable evidentemente de buen humor. Cal sintió como un enorme flujo de sangre trepaba desde el cuello hasta sus mejillas. - Está bien. Padre respecto a lo de anoche... El rey carraspeó interrumpiendo a Cal, luego agregó sin dejar de sonreír. - Cosas que le llegan a suceder a cualquier persona la primera vez que bebe vino. El rey hablaba con calma, Cal se sintió aún más avergonzado. - Pero lo que hice ayer... Empezó el muchacho. - No te volverá a suceder. Interrumpió Karlf con delicadeza. - En verdad no quise agredir a nadie. Trató de disculparse Calisto. - Eso dicelo a los guardias... Intervino su hermano mayor Artemis, quién respondió con sorna. - No estoy hablando contigo. Respondió el joven con frialdad. - Basta, Artemis… hijo, estoy hablando yo con tu hermano, por favor no te entrometas. Pidió Karlf muy tranquilo. - Padre, todo el reino está hablando de los desfiguros que este insolente hizo ayer en esa taberna de mala muerte. Y cuando digo todo el reino es todo el reino. Lo que Calisto hizo no fue otra cosa más que avergonzarnos a todos, se portó como un niño rico noble de baja casta. Alardeando de su posición, ¿Sabes cómo nos deja eso a todos?... Concluyó Artemis y luego miró a su hermano con severidad. El rey sólo se limitó a escuchar y meditar lo que dijo su hijo mayor. Cal miraba fijamente a su hermano por encima del frutero, sólo había exactamente eso entre él y el odioso del mayor, tan sólo debía ponerse en pie y estirar un poco el brazo para darle con el puño en el ojo... "Eso es lo que él desea, quiere provocarme para meterme en más problemas" pensó con acritud. Así que se limitó a mirarlo con desdén. El rey observaba a Cal con detenimiento. - Creo que Cal ya tuvo suficiente de castigo con la resaca que tiene. ¿No lo creen?. Ahora sólo quiero que desayunemos tranquilos todos y en total paz. Sentenció el Rey. La tensión disminuyó un poco, Cal no tenía mucho apetito, asi que se limitó a picar un poco de todo. Lo que si bebió en abundancia fue zumo de naranja. El rey lo estaba observando detenidamente; Cal se sintió cohibido, levantó la vista y su mirada cruzó con la de su padre. Siempre lo miraba de esa manera, con interés e intensidad. El rey se percató de la reacción de su hijo y le dedicó una sonrisa. - Cal, hijo mío... cada día que pasa te pareces más a tu madre que a mí y se que muchos dicen que eres mi viva imagen por algún motivo que yo desconozco, y es que yo solo veo a tu madre cuando te miro. Tienes las mismas expresiones y sus mismos ojos bi colores, creo que por eso no la extraño tanto como antes, sólo tengo que mirarte un poco y siento que la tengo a mi lado. Sacaste mucho de ambos, y es por eso que quiero hablar contigo de una cosa muy importante, quiero que escuches con atención. Cal se quedó muy quieto y atento, ni siquiera se atrevió a tragar saliva por miedo a distraerse. Hasta sus hermanos que habían escuchado al rey decir tan lindas palabras de parte de suya hacía su hermano, estaban muy atentos a lo que venía a continuación. - Me alegra mucho que hayas venido, y tenía planeado decirte esto hasta tu próximo cumpleaños el cual es la siguiente semana, ya vas a cumplir 18 años y se perfectamente que te has de preguntar qué te depara el futuro, ya que como bien sabemos eres el menor de tres hermanos varones. Nuestra relación con otros reinos está mejor que nunca, y todo gracias a tu apoyo en la batalla; nunca te agradecí por defender el reino con valentía cuando tus hermanos estaban fuera por negociaciones con otros países. Tu desempeño fue impecable y muy honorable, tanto que hasta se han hecho canciones sobre tu valor. El reino te ama y te respeta, aún siendo muy joven y el menor de tres, la posibilidad de que la corona sea tuya es muy remota, por no decir casi nula. Sin embargo quiero que sepas que tengo planeada una buena vida para tí, verás, en dos años más la hija del rey de Estes cumplirá la edad suficiente para contraer matrimonio, es una princesa proveniente de un fuerte y hermoso país. Un país hermano y aliado con el cual hemos venido trabajando una paz muy joven. La princesa Irithel quien me informan mis fuentes es una niña muy hermosa e inteligente. El Rey Pertis no tuvo hijos varones, así que su hija será heredera de la corona. Sus hermanos y el mismo Cal estaban boquiabiertos. Sus hermanos de asombro por aquella oportunidad y Cal estaba boquiabierto pero por la indignación. - ¿Me estás pidiendo que sea el consorte de una reina?... Preguntó el joven con evidente molestia. - Te estoy diciendo que lo serás. Le respondió su padre con voz firme y autoritaria. - Pero yo no quiero ser el consorte de una reina. Que humillante. - Calisto, hijo... las cosas no tienen por qué ser asi de trágicas, no seas dramático. Le pidió su padre modulando el tono de su voz, era más que evidente que no deseaba provocar una confrontación por parte de su hijo. - Sabes que un consorte no tiene autoridad para nada. No me casaré. Le espetó Calisto alzando un poco la voz. Por primera vez el rey parecía molesto ante el comportamiento desafiante del menor de sus hijos. - No te estoy preguntando si deseas casarte o no, te estoy informando lo que ya se tiene planeado. Son tus obligaciones para con el reino, si haces esto, tu primogénito será rey o reina de Estes. "Si pero yo no" pensó Cal con amargura. El rey al ver a su hijo muy serio y pensativo lo quiso animar agregando algo más. - Si haces esto por mí, tendrás mi favor de tu parte. Además concederé lo que me pidas, sólo si accedes a desposar a la princesa Irithel. Cal observó a su padre con atención, respetuosamente dijo en voz baja. - Puedo retirarme majestad?. "Ya no me dijo padre" pensó el rey. - ¿Lo vas a pensar?... Le preguntó Karlf esperanzado. Cal miró a su padre con tristeza y agregó con frialdad. - Tampoco es que tenga opción, usted majestad ya tomó la decisión. Al rey le dolió la frialdad y tristeza que había en su voz. - Puedes retirarte hijo. El rey hizo enfasis en la última palabra, dijo hijo con mucha ternura. Cal hizo una reverencia y dió media vuelta, pero se detuvo un segundo para girarse y preguntar a su padre. - ¿Me podría por favor devolver mi espada, majestad?. El rey notó que le hablaba de usted, como un perfecto desconocido. - He ordenado que la llevaran a limpiar, pulir y afilar. Te la llevarán cuando esté lista. - Le agradezco. Dijo el muchacho y posteriormente se fue sin más. Fenhir, el segundo hijo del rey, miró a su padre y dijo. - Pero que grosero y mal agradecido se está portando hoy. Hablaré con él más tarde, no es momento para que actúe como un niño; Lo que hizo estuvo muy mal, pero como está actuando simplemente le encuentro ridículo. El rey volteó a ver a sus otros hijos, los amaba a todos por igual obviamente, pero Cal siempre fue su pequeño, la chispa de alegría en el castillo. - Hijos míos, ser el menor de tres no es cosa fácil, siempre se habrá que tratar de sobresalir de una manera u otra. Ustedes no lo comprenden porque tienen prácticamente solucionadas sus vidas. Todos ustedes tienen seguras la coronas, uno por herencia, otro por destronar a un rey tirano y opresor... Pero él será el consorte de una reina que no conoce y de un país que no sabe nada de él.

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