Desconocido.

1329 Words
Se deja caer hacia atrás y rodea mi cintura con sus brazos, me aprieta a ella y corresponde al beso apasionadamente. Luego, desliza sus manos por debajo de la camisa, acariciándome el abdomen. De repente, quita todos los botones y se deshace de mi camisa. Al darme cuenta, dejo de besarla y me aparto de ella. —¿Qué sucede? —pregunta extrañada, con la respiración agitada. —Esto... ¿estás segura? —cuestiono—. No me conoces y no quiero que te hagas una idea errónea sobre mí. No quiero ser igual a los demás chicos, no quiero tan solo sexualizarla sin considerar sus sentimientos. —No es esto lo que busco —agrego—. Quiero hacer las cosas bien contigo. Se mantiene en silencio mientras me escruta. De pronto, se lanza sobre mí y continúa el beso que había interrumpido, luego se monta en mi regazo. —Deja de ser un chico bueno solo por un momento —susurra entre besos. Me abraza fuertemente y su respiración vuelve a agitarse. —Desvísteme —impone. Deslizo las tiras de su vestido hacia los lados, dejándolas hasta su cintura. Beso su cuello siguiendo los vestigios de su perfume y termino sobre sus clavículas, las cuales muerdo suavemente. Acaricio su espalda llegando a aquel leve hundimiento que forma una línea que recorre el largo de su columna, lo cual me hace estremecer. Tomo su pequeña cintura y la apretujo, en lo que agarra mis manos y las lleva a sus senos, mientras balancea sus caderas. Tira el cinturón para luego bajar la cremallera. Me quito los zapatos hasta que, con gran dificultad, se deshace del pantalón. ¿Quién lo habría imaginado? De todas las noches, decidí ir al bar precisamente hoy. ¿Y si no hubiera ido? ¿Y si hubiera decidido ir la siguiente noche? Quizás no la habría conocido, no habría ocurrido todo esto. ¿Es una mera casualidad o fue a causa del destino? Es difícil de decirlo. De todos modos, carece de relevancia. Lo único importante es que estoy con esta mujer y que la estoy haciendo mía. Al final del extasis, se levanta del sofá y se dirige a una habitación aún desnuda. Luego de unos minutos, regresa con unas carpetas. —Son mis novelas —aclara —. Léelas y luego cuéntame que te pareció. —Lo haré encantado —expreso. —Confieso que me llena de nervios —suelta—. Nunca nadie los ha leído. —¿Entonces soy el primero? —Así es —se acerca para darme un suave beso. Tras entregarme las carpetas me invita a dormir, pero tristemente rechazo su propuesta pues debo regresar el coche que es de mi padre. Ella solo sonríe, se levanta y toma mi camisa del suelo para ayudarme a vestirme. —¿También puedo vestirte? —pregunto. —¿De verdad quieres vestirme? ¿No me prefieres así, sin nada puesto? —Te prefiero en ambas formas, vestida y desnuda —coqueteo. Se abalanza sobre mí mientras me besa con ansia. —Te ganaste una segunda ronda —expresa, me empuja al sofá y me quita de nuevo la camisa. [...] Es lunes y finalmente comenzaré la universidad. Me encuentro en el recinto, observando los alrededores, buscando el área de Diseño Gráfico. Deambulo por los corredores concentrado en mi objetivo, en lo que noto una figura muy familiar recostada sobre un pilar con una chica de pie frente a ella. Lleva una coleta bien hecha, una blusa rosa angelical y unos jeans azules. Es ella. Es Somali. La otra noche ni siquiera le pedí su número de teléfono, así que no he podido contactarla. Jamás imaginé que la encontraría aquí. Me aproximo a ella con una sonrisa, soltando un suspiro de alivio debido a que creí que no volvería a verla. Estaba muy emocionado así que ignoro totalmente a la persona que se halla acompañándola. —Hola... —saludo con tono gentil—. Pensé que no te volvería a ver. Abre los ojos como platos de la impresión y separa ligeramente los labios. Su expresión se torna pasmada y me observa extrañada como si no pudiera comprender mi actitud, mira a la otra chica por el rabillo del ojo y luego vuelve sus ojos en mí. —¿Quién eres? —dice. Mi sonrisa se diluye y frunzo el ceño en cuanto la oigo decir aquello. Estoy perplejo, desconcertado. —¿De qué hablas? —cuestiono. La otra chica, quien parecer ser una amiga suya, me mira con recelo, se cruza de brazos y observa a Somali, quien le devuelve la mirada para luego volver a posar sus ojos en mí. —Lo siento, creo que me estás confundiendo con alguien más —expresa. No puedo evitar fruncir el ceño aún más y doy un paso hacia a ella, a lo que responde retrocediendo. —Somali... —pronuncio. —No me llamo de ese modo —refuta. —Pero... —Oye, chico, ¿acaso no escuchaste a mi amiga? Dice que no te conoce, ¿porqué sigues insistiendo? —interrumpe su amiga. A pesar de la voz estridente con la que habló, mantengo mi vista incrustada en la mujer que resulta no ser quien creí que era. De pronto, se acerca un chico con anteojos. —No tenían las medialunas que querías, pero te traje esto —dice, dirigiéndose a Somali (o como quiera que se llame), quien no articula palabra—. ¿Sucede algo? —pregunta él. —Este tipo está molestándola —intercede la amiga. El chico observa a Somali y luego me mira con una expresión desafiante. —¿Tienes algún problema con mi novia? —cuestiona. ¿Novia? ¿De qué se trata todo esto? Contemplo a Somali con los labios semiabiertos pero sin la fuerza suficiente para exigir alguna explicación. No podía hacerlo de todas maneras, con su comportamiento está negando todo lo que sucedió entre nosotros y lleva una expresión amenazadora, como diciéndome que ni se me ocurra decir una palabra más. Resignado, accedo a su estúpido juego. —No es nada, lo siento. La confundí con alguien más. La otra noche conocí a una chica en un bar y... —Mi novia no va a ese tipo de lugares —agrega el chico. Levanto una ceja, ahogando una pequeña risa burlona. —Claro. Lamento haberlos incomodado —expreso, alejándome de ellos. Sigo caminando sin voltear a mirarla, me mantengo firme hasta encontrar el área que me corresponde. En horas del receso, voy a la cafetería por algo de comer, aunque no tengo mucho apetito. ¿Cómo fue a terminar todo de este modo? No logro comprenderlo. ¿No se llama Somali e incluso tiene un novio? ¿Quién demonios es esa mujer? Mientras deambulo por los pasillos de la universidad, la encuentro casualmente por allí. Siento su mirada en la nuca, pero estoy reacio a voltear a verla. Haré exactamente lo que ella hizo, actuar como si no la conociera. De repente, vienen a mi mente los recuerdos de aquella noche, cuando acariciaba su sedosa piel. Sacudo la cabeza, obligándome a deshacerme de esos momentos que no volverán a repetirse nunca. Ingreso al baño de hombres, me mojo la cara una y otra vez entretanto inhalo y exhalo con fuerza. Entonces, veo a través del espejo que la puerta se abre con lentitud. Es ella. Entra y cierra la puerta con seguro. —Este es el baño de hombres —suelto. Me observa mediante el espejo durante unos segundos, sin articular palabra. De pronto, se aproxima y me abraza por la espalda, lo cual me deja atónito. —¿Qué estás haciendo? —cuestiono. —Shh... —se mantiene pegada a mí sin soltarse. Me quedo en silencio y sin intentar alejarla, sus brazos rodeándome aceleran mis latidos y me llenan de una cierta emoción que no puedo explicar. ¿Cómo puedo ser tan débil ante una mujer que apenas conozco?
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