CAPITULO UNO

2606 Words
Eran los años más jóvenes de Beth, una chica alegre, amiguera, siempre atenta para prestar un oído. Todo aquel que la necesitara sabía que podía contar con ella. Sería por eso que todos se sentían tranquilos de contarles sus secretos, esos secretos que no se confiesan a cualquiera, los más íntimos y oscuros deseos. Jamás ninguna confesión que llegó a su oído fue revelada, creía que si asi lo hiciera, seria v****r esa confianza, sabía muy bien que si esa persona quisera divulgar aquella información lo haría ella misma, no era ella quien debía hacerlo. Llevaba muchos valores consigo, y aunque eso es muy bueno, le jugó siempre en contra. Su inocencia, le hacía creer que todo el mundo era igual, y no siempre es así, terminó aprendiendo por las malas que no todos son buenos, ni manejan los mismos valores o códigos. Sin embargo, a pesar de saberlo, siempre prefirió confiar y tener fe en que son más las personas buenas, eso le trajo muchísimas decepciones a lo largo de su vida. Para empezar la mayor decepción vino de sus padres y luego de parejas, padres de sus hijos, como a muchos nos ha pasado, al principio creemos que esas personas son buenas, sobre todo para ella que le costaba muchísimo creer que en las personas pudiera haber maldad, pero no siempre es tan simple. Muchas veces pagó muy cara esa confianza, con su segunda pareja pasó los años más humillantes de su vida. Aún mucho peor que su ex pareja que la humilló como madre y como ser humano, padre de su hijo mayor, tomándola de forma carnal por la fuerza, dejándola embarazada y obligando a qué abortara su segundo embarazo. Pero sin embargo eso fue menos traumático que todas las situaciones que su segunda pareja y padre de sus otros dos hijos le hizo pasar, el calvario que debió vivir en esa relación, la rebajo hasta el punto más cruel que una persona puede llegar, pisoteando su dignidad, su vida, sus sentimientos una y otra vez. Solo odio recibía de aquel que una vez creyó sería su amor. El maltrato fue progresando con el tiempo, se fue convirtiendo cada día en un ser más cruel, haciéndole cosas que a los ojos de los demás son una aberración. Ni siquiera un animal es tratado de una manera tan humillante, soportó tanto, incluso lloraba en silencio para que este no se burlara de sus lágrimas. Solo el amor por sus hijos le daban las fuerzas para seguir adelante, cuando ya no tenía ganas de aguantar un golpe más. No sé bien de dónde sacó tantas ganas de seguir, en qué momento se dio cuenta que valía mucho más, que aquellas palabras de desprecio no eran verdad, que ella no era una puta, que no era una mierda, que no era un pedazo de carne, como tanto le repetían. Pero falta mucho para contarles el final, sin embargo, ahí estaba, dándole pelea a su destino, negándose a aceptar su vida de víctima y de dolor. Estaba cansada, trabajaba más de quince horas, sin contar las cuatro horas de viaje que debía soportar, a veces sin poder conseguir un asiento para poder reposar su cuerpo maltratado. Llegaba a su casa y tampoco tenía la dicha de poder siquiera dormir, porque debía ser mamá. La casa, el colegio, le demandaba mucho tiempo, su cuerpo muchas veces no le respondía, pero sacaba fuerzas para ellos, porque en sus pensamientos sabía que ellos no tenían la culpa de su cansancio. Al mismo tiempo, tenía que soportar los insultos y las humillaciones de su pareja. En ciertas ocasiones hasta golpes, otras veces, llegando muy cansada luego de tan largo viaje, solo quería llegar a reposar un momento y sin embargo aquel monstruo no la dejaba ingresar a su hogar. No decía nada, solo lágrimas en su rostro se podían apreciar, se dirigía al patio trasero donde solía haber unas bolsas viejas con ropa en desuso y algunas frazadas y se recostaba allí. Solo necesitaba descansar, no podía soportar el peso de su cuerpo y de su hija, esa niña tan deseada que llevaba en el vientre. Mientras aquel, desde una ventana la observaba burlonamente, y entre risas le decía palabras como: « dejá de hacerte la víctima, hija de puta». Mientras su niño lloraba y le rogaba a su padre que la dejara pasar, aquel pedido desconsolado conseguía que la dejara pasar a descansar, mientras las burlas nunca cesaban. Otras veces, sin razón alguna, este hombre al que llamaremos Ramón, empezaba una discusión por cualquier motivo, en una ocasión incluso le tiró la ropa por la ventana y la sacó desnuda a la calle. Ella moría de vergüenza, tenía miedo de que los vecinos vieran o supieran lo que estaba viviendo. A pesar que no era ella quien estaba actuando mal, tenía miedo de ser juzgada, porque nadie iba a comprender porque soportaba todo eso, además él solo gritaba que era una puta, lo más probable es que pensaran que era su culpa, todos los vecinos lo apreciaban, solía ser muy educado y simpático con ellos, todos lo creían un buen hombre. Pero no tenía un mínimo respeto por ella, ni siquiera como la mamá de sus hijos, cuando ella le exigía respeto, su respuesta era siempre la misma «vos querías hijos jodete por zorra». Este hombre no sentía culpa, disfrutaba lo que hacía, disfrutaba verla llorar. Según lo que ella me relató, él sentía poder y le gustaba ese lugar. Pero después, cuando todo se volvía calma, luego de disfrutar de su dolor, se ponía a llorar, le rogaba que no lo dejara, que la amaba, que sabía que se volvía loco, pero era por causa de ella, porque le hacía sentir celos. En varias ocasiones le rogó que nunca lo dejara, porque si lo dejaba se moría. En el fondo ya no creía en él, pero en aquel entonces tenía tan pocas opciones, tenía a sus hijos, estaba sola, sin una familia, sin dinero, sin estudios, parecía que todas las puertas se cerraban para ella. En ciertas ocasiones incluso llegó a aceptar la idea de que en algún ataque de irá, quizás, él enloqueciera de tal forma, que pudiera matarla, sus ojos no eran los mismos cuando lo invadía el odio. Parecía ido, era otra persona, cegado totalmente, quién sabe por qué motivo, nunca pudo entender qué fue lo que en su vida lo marcó tanto para volverlo así, no sólo contra ella, sino contra toda mujer. nunca pudo responder quién había roto y vuelto su corazón tan perverso, incluso llegó a pensar que de niño alguien lo apagó para siempre, que hubiera sufrido algún hecho traumático. Pero aún buscando una explicación no lograba justificarlo, ella también había sufrido abusos de niña, sin embargo no tenía la necesidad de hacer daño y estaba segura que no le daría placer lastimar a otra persona. Tenía claro que lastimar es una elección, debía haber algo más, algo más oscuro y perverso para que un ser humano, se convirtiera en un envase vacío, carente de sentimientos, en un psicópata. Vivía con miedo, el peligro estaba latente. En cualquier momento podía enloquecer sin razón aparente. Y eso sucedió un día, tras discutir quién sabe por qué, la golpeó a puño cerrado tan fuerte en la cabeza que la dejó atontada. Ella pensaba en su bebé, en su niña, no se sentía bien, el golpe había sido muy fuerte. Cómo pudo, tomó sus cosas y escapó de él, muy mareada caminó como le fue posible varias cuadras, sentía que iba a desvanecerse. Por fin logró llegar al puesto de una vendedora ambulante con la que siempre hablaba, y que ya había notado lo que ella estaba viviendo. Le ofreció asiento después de verla en tal estado. Sin embargo, lejos de sentir culpa, él también salió de la casa, pudo ver qué ella había sido socorrida por esta mujer, pasó muy despacio con su auto por delante de ellas, la ignoró, aceleró y se fue así sin más. Lejos de importarle su propia hija , la que yacía en el vientre de Beth, mucho menos se preocupó por ella. Desapareció a lo lejos, tomando un rumbo incierto, sin culpas. En el fondo él se sentía con el derecho de traumatizar su vida, solo por diversión y satisfacción de sus propios deseos Mientras ella, con cada episodio recoge pedazos de su corazón, que se va fragmentando con cada dolor. Va cambiando sin darse cuenta, porque con cada lágrima se va endureciendo, hasta que en un momento transforma el dolor en odio y la desesperación en fuerzas para escapar. No solo debía escapar por su propio bien, sino también por el de sus hijos. tenía muy claro que ya no sentía amor por él, sentía mucho odio y asco porque solo era un ser infeliz. Realmente deseaba ser feliz, irse lejos, vivir un amor de verdad, ese que jamás había experimentado. Lloraba tantas veces bajo la ducha, pensando si era la culpable, o si era responsable por todo el maltrato que recibía. Las palabras que él sembraba en su cabeza, eran tan crueles que lograban hacerla dudar de ella misma, de cuestionarse la culpa. Una y otra vez le repetía que ella lo merecía, que no era digna de recibir amor de él, ni de nadie, que nunca nadie podría amarla. Usaba el abandono de su padre y el desamor de su madre en su contra, le repetía que porque él debía de valorarla, si ni siquiera su madre la había querido lo suficiente para defenderla de los abusos de su padrastro. Aseguraba que habría tenido sus motivos para darle la espalda, que seguramente ella había provocado al marido de su madre, por eso la dejaron sola, seguro era una mentirosa y se merecía lo que le había pasado. Aquel hombre no tenía límites para hacerle daño, tanto físicamente como psicológicamente. Cada palabra que salía de su boca era para lastimarla, para romperla. Con la única intención de mantenerla frágil, desvalorizada y que lograra dudar de sí misma, para así ejercer poder sobre aquella pobre mujer. Para que le quedará claro que sin él o después de él, no podría tener nada más. Beth se hundía cada vez más en la desesperación hasta quedarse sin lágrimas. Ya no podía llorar, no podía sentir, no tenía un propósito más que el de respirar y sobrevivir un día más. Jamás tuvo deseos de terminar con su vida, sabía que aunque no era valorada, era todo lo que tenían sus hijos, debía seguir y tal vez en algún momento no muy lejano todo ese horror se terminaría y podría ser feliz. Pero algo más la agobiaba desde hacía unos años, porque este hombre que además de ser un ser cruel y un maldito inútil, que no tenía siquiera un trabajo, que solo de vez en cuando hacía alguna cosa y que pasaba echado todo el día, la había introducido en un mundo diferente y vivía a costa de ella. Beth era quien aportaba todo, tanto para ella y sus hijos, como para él ¡Por supuesto! Tenía tanto descaro que no le pesaba para nada ser un mantenido. Un hombre que carecía de vergüenza, empatía, dignidad, de amor propio y hacia los demás. Unos años antes, cuando llevaban un tiempo de comenzar la relación, estaban pasando por una situación económica muy mala, él no trabajaba y los ingresos de Beth eran muy bajos, los cuales no la dejaban cubrir los gastos que debía. Un día, uno de sus hijos más pequeños lloraba de hambre y no tenía nada para ofrecerle. Ella se desesperó por esta situación, su corazón se estremeció tanto que tomó una decisión que le sería muy difícil de revertir. Sabía que él había estado enredado con mujeres que trabajan en antros, en la p**********n y por sus relatos sabía que se ganaba muy buen dinero. Incluso, Ramón, había alquilado un departamento en un barrio muy paquete de la ciudad, y había puesto a trabajar a un par de chicas. Él solo se ocupaba de recoger el dinero, y era uno de sus hermanos quien manejaba el lugar y a las chicas. No le fue muy bien con eso, pero estaba claro que su intención siempre fue vivir para los demás. Ese día luego de la angustia que la invadía a causa de ver llorar a su pequeño hijito y sin tener a quién acudir, incluso el padre de los niños había desaparecido de la escena una vez que se separaron y ella era todo lo que tenían. Entonces se acercó a Ramón y en su inocencia, creyendo que él la amaba lo suficiente para decirle que no le pregunta si creía que ella podría ganar dinero, si era lo suficiente bella para que alguien quisiera pagarle. Era una chica joven, de apenas veinticinco años, de piel muy blanca, con rasgos muy delicados y carita de niña, tenía un hermoso cuerpo, muchos hombres siempre la halagaban en la calle, no pasaba desapercibida nunca. Además tenía una personalidad que enamoraba. Aquel, sin dudar, le dijo que por supuesto le pagarían, que si quería trabajar fuera, él prefería que si lo iba a engañar al menos le trajera plata. Porque todas las mujeres igualmente eran infieles. Vio su oportunidad de poder vivir de ella y no la dejó pasar. No pasó mucho tiempo de esa charla , apenas dos días, cuando le comenta que había hablado con su ex pareja, quien trabajaba en el rubro s****l. Para que le diera ropa y zapatos para que pudiera empezar a trabajar. Y así fue, la llevó a la casa de esa mujer, como él le había dicho, le dió ropa y zapatos. En ese momento ni siquiera se pudo percatar de lo que pasaba delante de su nariz, esta mujer le decía que tenía cáncer de mamas y con esa excusa le mostraba sus senos, mientras él se los tocaba. Ella estaba en otro mundo, viendo esas prendas tan pequeñas que dejaban ver prácticamente todo, tratando de hacer equilibrio sobre esos tacos, nunca había usado unos zapatos tan altos. Después de que obtuvieron todo y recogieron todo lo que le quedaba, él la montó en su auto, la llevó a un club, que él conocía, donde se ofrecían shows y dónde las chicas vendían su cuerpos. La bajo en la puerta y se fue. Desde el momento que cruzó aquella puerta negra y sube esas escaleras parte de ella murió para siempre, fue la primera vez, que fragmentó su alma, el primer pedazo de inocencia que se fue para siempre. Sin saberlo entró a un mundo que no iba a dejarla ir tan fácilmente. La presentaron con el encargado, la mandaron a cambiarse , a maquillarse y luego debía salir al salón para ofrecerse al mejor postor. Su cuerpo temblaba, no tenía idea de cómo debía manejarse, veía muchas chicas que se manejaban de manera tan normal. Una de ellas, que se dió cuenta del pánico en su rostro, se acercó para hablarle. Le preguntó si ya había trabajado antes y le respondió que era la primera vez que estaba en un lugar así. Esta muchacha tan amable le transmitió mucha tranquilidad, le dijo que se mantuviera tranquila, que sería difícil las primeras veces pero que luego se iría acostumbrando, y así fue. La ayudó a maquillarse, destacó su belleza y le aseguró que le iba a ir muy bien. Le pidió que se quedara cerca de ella para que le pudiera enseñar a manejarse. Una vez que pisó el salón, en ese preciso instante, su vida ya no le pertenecía más.
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