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De buena y mala fama

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La fama siempre viene con ventajas,

pero cuando lo que necesitas es ocultar

una relación, puede que no sea de mucha ayuda.

Victoria Montemayor es una de las integrantes del grupo "NEEMO", uno de los mas exitosos en el país. Su vida cambia después de ser salvada de un accidente por Daniel Ortiz, un joven ladrón que no conoce otra cosa que la vida delictiva debido a un error en su adolescencia y por quien comenzará a enamorarse. ¿Podrá su amor prohibido triunfar? o, ¿esa relación terminara arruinando su carrera y sus vidas?

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Capítulo 1
Era una noche tranquila en la ciudad de México, a pesar de la hora tan avanzada que era, aún había movimiento en las avenidas principales de la ciudad. Caso contrario a las calles pequeñas y alejadas del centro las cuales siempre lucían solitarias. De pronto la paz y quietud que las recorría fue interrumpida por el sonido de cristales rompiéndose en una casa cercana. De la ventana que se había roto salieron dos sombras quienes comenzaron a correr mientras uno de ellos cargaba una mochila. —Te dije que tuvieras más cuidado, ¿cómo se te ocurrió entrar en la habitación de los dueños? —regañó el que sujetaba la mochila a su compañero, quien corría presuroso a su lado y volteando a sus espaldas con un arma en la mano por si alguien los seguía. —Mala idea. Lo sé, pero creí que habría cosas más valiosas ahí dentro y tenía razón. —respondió señalando a la mochila que su compañero sostenía. —Aun así, fue tu culpa que nos descubrieran. Tú y tu pendeja idea de buscar bajo sus almohadas. —dijo con gesto de desaprobación, o al menos eso parecía ya que llevaba la capucha de su chamarra sobre su cabeza y un cubrebocas n***o que cubría la mitad de su rostro. El otro chico solo soltó una risa. Usaba un atuendo parecido al de su compañero, ya que era necesario para el trabajo que desempeñaban. Continuaron corriendo hasta llegar a un barrio bastante solitario y peligroso, y sin decir nada se dirigieron a una de las casas del lugar. Su hogar se veía muy descuidado, incluso algunas de las ventanas estaban rotas, siendo tapadas por unas sábanas. Entraron encendiendo la luz revelando un interior bastante limpio pero muy pequeño, solo había una cama y un sillón, los cuales se encontraban muy pegados a lo que era la cocina. —Borra esa cara de amargado, Daniel. Estamos ilesos. —No gracias a ti. —contestó el joven llamado Daniel dejando la mochila en el suelo mientras se quitaba la chamarra y el cubrebocas dejando ver su cabello café desordenado, bastante largo. El otro chico también hizo lo mismo mostrando cabello muy corto de color n***o, dejó su chamarra en el suelo y tomó entre sus manos el botín. —Veamos que tenemos aquí. —mencionó sentándose en el sillón y abriendo la mochila, pero antes de que pudiera sacar lo que había dentro fue interrumpido por el otro joven quien le arrebató la mochila de las manos. —No tan rápido, Teo. Yo lo haré. —mencionó Daniel tomando asiento y sacando lo que habían robado. Eran solo un par de fajos de billetes, un reloj de oro y algunas alhajas. —Excelente, ¿puedo quedarme con el reloj? —preguntó Teo tomando el objeto para mirarlo más de cerca. —Claro que no. Sabes que esto no es para nosotros. Aun con lo de hoy, falta mucho dinero para pagar nuestra deuda, por lo que necesitamos cada centavo. —respondió seriamente haciendo que su compañero agachara la cabeza con tristeza. —Esto es una mierda. —Anímate, algún día seremos libres de esos tipos. Ahora mejor vayamos a dormir, mañana iré a llevarles esto. —Daniel guardó lo que habían robado en la mochila antes de recostarse en el sillón, ya que Teo se había apropiado de la única cama del lugar. Mientras esperaba quedarse dormido se puso a fumar un pequeño cigarro de m*******a con la esperanza que el efecto adormecedor lo hiciera caer. Aún no podía dejarlo a pesar de que ese era el origen de todas sus desgracias desde su huida del orfanato. A la mañana siguiente despertó viendo que se encontraba solo, ya que Teo se había levantado temprano para irse a su trabajo. Uno que a duras penas podía conservar y a pesar de ser mal pagado, le ayudaba a mantenerse ocupado. Levantándose del sillón fue a tomar un corto baño para después desayunar un pequeño pedazo de pan que estaba sobre la mesa. Tomando la mochila salió rumbo al bar que dirigía la persona para la que debían reunir el dinero, esos encuentros nunca eran su parte favorita pero debia hacerse. Cuando llegó al lugar uno de los guardaespaldas lo escoltó hasta la oficina de su jefe. —Que sorpresa verte por aquí, Daniel. Espero que vengas con buenas noticias. —saludó el hombre que se encontraba detrás de su escritorio con una sonrisa burlona mientras sus manos jugaban con su navaja favorita. —Le traje algo que tal vez le alegré el día. —respondió el joven colocando la mochila sobre el escritorio del hombre, este la tomó y abrió para ver su contenido. —Admiro tu trabajo. Eso es lo que me agrada de ti, pero creo recordar que te deje muy en claro que solo acepto efectivo, no estas cosas. —mencionó dejando las alhajas junto con el reloj en el escritorio. —Lo sé, señor, pero en la casa a la que entramos no tenían mucho efectivo, tuvimos que tomar lo que pudimos. Usted podría venderlos. —dijo Daniel cuidando de no hacerlo enojar, le aterraba cuando eso ocurría. El hombre solo respiro profundamente antes de contestar. —De acuerdo. Aceptaré esto, pero tú serás quien vaya a venderlas. Conozco a alguien que las comprara, te daré una hora para que vayas y regreses con mi dinero, si no lo haces ya sabes lo que puede pasar. —Le dio las joyas junto con la dirección del comprador, el chico asintió con la cabeza y salió rápidamente del lugar. —Está bastante lejos, pero tengo que lograrlo, no quiero que aumente la deuda de nuevo. —dijo Daniel mirando la dirección antes de dirigirse a ese lugar, el cual se encontraba al otro lado de la ciudad. Mucho rato después llegó con el comprador, quien al escuchar quien lo mandaba no dudó en pagar por esas joyas. Una vez tuvo el dinero en su poder regresó a toda prisa al bar, pero por desgracia llegó unos minutos tarde de la hora pactada. —Llegas tarde, Daniel. Eso no está bien, ¿no te dije que solo tenías una hora para regresar con mi dinero? —dijo el hombre mirándolo con dureza. —Lo siento mucho, señor, pero el lugar estaba bastante lejos de aquí. —respondió el joven tratando de recuperar el aliento ya que había corrido las últimas cinco calles. —Aun así, debiste cumplir con la hora que te dije. Sabes muy bien que no me gusta que me hagan esperar y menos un mocoso como tú. Ahora tendré que castigarte. —El hombre miró a sus guardaespaldas quienes tomaron al chico por los brazos. Este intentó soltarse, pero aquellos tipos eran mucho más fuertes que él, el hombre se acercó para golpearlo varias veces en el estómago y en el rostro—. Espero esto te enseñe quién manda aquí, no vuelvas a hacerme esperar, ¿entendiste? —Sí, señor. Lo lamento mucho, no volverá a pasar. —contestó con dificultad Daniel mientras sangraba de la boca. —Así me gusta, la próxima vez no seré tan compasivo, si vuelves a desobedecerme, tú y el estúpido de Teo no verán la luz del sol por mucho tiempo y ahora largo de aquí, estas ensuciando mi piso con tu sangre. —finalizó el hombre haciendo una seña a sus guaruras para que lo sacaran de ahí. Ellos lo arrastraron hasta la salida arrojándolo al callejón adyacente al bar, el joven se quedó ahí tirado hasta que sintió la lluvia caer sobre su rostro, con algo de trabajo se levantó y comenzó a caminar hacia su casa. —“Esto es una mierda, llevo toda mi vida cumpliendo sus órdenes como un pendejo y no parece pronto a terminar.” Daniel se encontraba sumido en sus pensamientos sobre una esquina esperando que el semáforo cambiara para poder cruzar, cuando sintió que alguien pasaba caminando a su lado. Gira la cabeza para encontrarse con la figura de una chica, tal vez una cabeza más baja que él. Ella pasó a su lado sin prestarle atención y cruzó la calle justo al tiempo que un coche se acercaba a ella a gran velocidad. Daniel gritó para que se apartara, pero esta hizo caso omiso, así que desesperado corrió tras ella empujándola fuera del alcance del vehículo, pero dejándolo a merced del mismo, miró a los faros el auto, escucho el sonido de un claxon y el de las llantas chirriando cuando sintió un fuerte golpe y de pronto todo su alrededor se oscureció.

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