Emociones turbulentas

2363 Words
Phoebe Todavía no puedo creer que me hayan contratado, mucho menos para ser codirectora. Ni en mis mejores sueños habría imaginado que eso me pasaría, sobre todo luego de mi lamentable entrevista de trabajo. Vamos, ni siquiera pensé que me llamarían para servir el café. Y para ser honesta, esperaba que no lo hicieran, porque se me daría fatal. Parece fácil pero... ¿Cómo se prepara un buen café? ¿Cómo saber medir la cantidad justa? ¿Cuánta leche se le debe agregar? ¿Y qué hay de la cantidad de azúcar o edulcorante? Por no mencionar el hecho de que soy muy torpe con mis pies y mis manos. Probablemente, acabaría tirándole el café encima alguien. Como sea, de cualquier manera es alucinante el hecho de que me contrataran. 2 semanas atrás. Me remuevo inquieta en mi asiento, pero en seguida me arrepiento. La silla de cuero emite un sonido similar al de un gas. Mis mejillas se calientan y levanto la vista, preocupada, hacia la entrevistadora. Ella eleva una ceja, su expresión se mantiene inmutable pero puedo notar el desagrado en sus ojos. Dios mío. ¿Qué tanta mala suerte puedo tener? La primera impresión lo es todo, o eso dicen. —No fui yo, lo juro. —Las palabras se escapan de mis labios antes de que pueda pensar y retenerlas. En un desesperado intento por no parecer estúpida, añado—. Quiero decir, esta silla es muy ruidosa. Mire... —Me muevo otra vez, esperando ocasionar el mismo sonido, pero eso no sucede. Siento que una gota de sudor frío serpentea por mi espalda y acabo soltando una risita nerviosa—. Lo siento, en verdad no es lo que parece. Maldita sea. ¿Por qué no me preparé mejor? Me dijeron que no estuviera nerviosa, que fuera yo misma y que así seguramente me iría bien, pero... ¿A quién engaño? Nada nunca sale bien cuando soy yo misma. —Claro, entiendo. —dice de manera fría, pero no parece muy convencida—. Señorita Jensen, puedo ver en su currículo que no tiene ningún tipo de experiencia laboral. ¿Qué cree usted entonces que podría aportar a esta compañía? Si la memoria no me falla, me dijo que su nombre es Calla Myers. Su rostro luce tan serio que me resulta difícil no sentirme intimidada. De verdad, que no se le escapa ni una media sonrisa. Es una mujer que ronda los 30 años. Su piel es algo morena, sus ojos verdes son penetrantes e intensos. Sus facciones son delicadas, pero al mismo tiempo frías. Tiene una presencia notable. Madre mía, me siento como si estuviese siendo observada para un interrogatorio más que para una entrevista de trabajo. Incluso, podría decir que tiene apariencia de sociópata. ¿Será una? Dicen que nos topamos a uno cada un grupo de cien personas... ¿o esos eran los psicópatas? Como sea, la forma en que no refleja ninguna emoción en su rostro comienza a inquietarme. —¿Señorita Jensen? «Basta, Phoebe. No es momento para divagues». —Sí, sí, yo... —comienzo a decir, sintiendo cómo mi voz flaquea. Aclaro mi garganta y ruego por que mi voz suene más firme—. Soy consciente de mi falta de experiencia, pero aprendo realmente rápido y me adapto a cualquier situación. Además, mi promedio ha sido considerado de los más altos, por lo que he podido graduarme un año antes. Cuando termino de hablar, siento que mi estómago se retuerce. Siendo honesta, a pesar de mis altas calificaciones, nunca he sido buena para hablar con propiedad. Vamos, tampoco sé comportarme con refinamiento y seriedad. A veces me pregunto qué está mal conmigo, digo, las personas suelen esperar más de mí. La señorita Myers asiente, pero puedo sentir su mirada de «eres-un-completo-fracaso». Observa la carpeta de manila que tiene entre sus manos y luego dirige su mirada hacia mí, como si no pudiera creer que la información de mi currículo se corresponda conmigo. Rayos, no he vivido como un ratón de biblioteca para que luego nadie tome en serio mis méritos. Quiero decir, siempre me ha gustado estudiar por mi cuenta, ni siquiera mis padres me han presionado. Nunca lo he hecho para obtener reconocimiento por parte de los demás, pero aun así no me vendría mal que suceda de vez en cuando. —¿Por qué se ha interesado en Miller's Publishing Company? —pregunta Myers de forma directa, cerrando la carpeta para prestarme atención. Maldición. ¿Estará analizando mis gestos? ¿Es acaso una prueba para ponerme nerviosa? De ser así, funciona muy bien, porque siento que se me seca la garganta y el pulso se me acelera. ¿En verdad estoy preparada para el mundo real? —La compañía está situada entre las mejores, no sólo en el país, sino que tiene reconocimiento a nivel internacional. Su prestigio es alto y su éxito también. A mí me ha fascinado desde que comencé la universidad, y sería un sueño poder trabajar aquí. Sé que podría aprender mucho. Ampliar mis conocimientos es algo de suma importancia para mí —respondo, esperando no haber dicho nada que pueda perjudicarme. ¿Es mi impresión o parece estar harta de mí ya? —Entiendo. Gracias por su tiempo, señorita Jensen. La llamaremos en los siguientes días para notificarle una respuesta. —me indica con gesto de hastío, extendiéndome la mano de mala gana. La acepto, sonriéndole en un intento por hacer las cosas menos incómodas—. Ha sido un placer. «Vaya, pues no lo parece». —Gracias, esperaré la llamada. El placer fue mío —respondo y me pongo de pie. Cuando me doy la vuelta para marcharme, me choco contra un mueble al lado de la puerta, haciendo que el florero sobre ella se desestabilice. Afortunadamente, tras estirarme y doblarme como un gusano agonizante, consigo sujetarlo y mantenerlo en su lugar. Dios mío, estoy segura de que se me ha visto la ropa interior cuando se levantó mi falda. Cuánta clase, Phoebe. Le sonrío en disculpa. Qué estúpida soy, menuda salida estoy haciendo. —Eso... Eso estuvo cerca. —balbuceo, sin saber qué más decir—. Lo siento —agrego, finalmente alejándome con rapidez de su oficina, antes de seguir haciendo un papel aun más lamentable. Afuera, suspiro aliviada. Al fin siento que puedo respirar. Hoy. Cuando recuerdo todo lo que imaginé la noche anterior a mi primer día de trabajo, no sé si debería reírme de lo estúpida que fui o si debería llorar por la enorme decepción que implica la realidad. Esa noche, apenas pude dormir debido a la emoción, ya saben, de las típicas veces que te quedas hasta las 3 a.m creando escenarios e imaginando cosas que nunca te pasarán. Yo creía que sería una experiencia agradable estar allí, que haría amigos y que aumentaría mi crecimiento personal. Pero, hasta ahora lo único que he hecho es encargarme de las tareas más simples, aburridas y tediosas que nadie quiere hacer. ¿Es acaso el derecho de piso? Pues no tengo muy en claro cómo funciona, pero todos me hacen el vacío y me tratan como si fuese una chica tonta que no puede hacer nada. No lo entiendo, ¿es por que soy nueva? Por otro lado está Gabrielle, la sexy pero fría CEO. La primera vez que la vi estaba golpeando una máquina expendedora. Ahora que comienzo a conocerla un poco, me río ante ese recuerdo. Nunca habría creído que una persona tan seria y profesional como ella, pudiera perder la compostura de esa manera. Aquel momento fue realmente agradable, ella me sonrió y fue muy simpática. Pero desde entonces, ella no ha vuelto a ser así conmigo. Podría jurar que no la he visto sonreír de nuevo, ella ni siquiera me dirige la palabra y parece como si yo le desagradara por completo. Es triste, pero siento como si viera en mí todo lo que no le gusta. No lo entiendo, sé que puedo resultar un poco molesta a veces, pero no creo haber hecho algo tan malo como para que me pusiera en su lista negra. En ocasiones, es un poco hostil y reservada con los demás también, pero es diferente. No puedo evitar sentirme mal al pensar que tiene un problema conmigo. Esperaba que nos lleváramos bien. Me meto en la ducha caliente, relajando mis músculos, y esperando que de alguna manera el agua arrastre mis preocupaciones lejos de mí. Me rasuro las piernas y cuando acabo con mi cabello cierro el grifo. Seco mi enmarañada melena hasta dejarla bastante decente. Salgo del baño y me dirijo hacia el armario. Me decido por un vestido color borgoña, es lo suficiente formal como para mi trabajo pero no lo suficiente como para cóctel, un balance perfecto, según yo. Me coloco unos tacones negros de aguja pequeños, me pongo algo de perfume, un labial del mismo color que el vestido y un poco de máscara de pestañas. Tomo mi bolso, las llaves de mi coche y salgo. Ingreso en mi Audi A3 blanco, enciendo el coche y me adentro en las calles de California. No suelo tardar más de quince minutos hacia el trabajo, pero hay un atasco y luego de diez minutos, no he avanzado casi nada. Me muerdo el labio y le doy golpecitos con el dedo índice al volante. Esto me está poniendo de los pelos, puesto que a pesar de que siempre salgo con tiempo de sobra, hoy me temo que no es suficiente. Observo la interminable fila de coches por delante de mí y puedo ver que a este paso llegaré tarde. Un accidente impide la circulación normal y yo sólo puedo pensar en que esto me ocasionará muchos problemas. Me paso las manos por el cabello, ciertamente frustrada. En vista de que no podré hacer nada para evitarlo, respiro hondo e intento calmarme. Espero que Gabrielle no se enfade, dado que todo lo que hago parece molestarle. Cada vez que le entrego un trabajo dice que cometo demasiados errores estúpidos, y cuando le hago una propuesta y quiero tomar la iniciativa me ve como si fuera una idiota. Quizás es sólo mi impresión y estoy dándole demasiadas vueltas. No lo sé, pero esta situación es desesperante. Luego de treinta minutos, al fin acabo el trayecto y llego al trabajo. Aparco mi coche y salgo como un rayo hacia el edificio. En mi afán por llegar de prisa, doy un paso de manera incorrecta y el tacón de mi zapato derecho se quiebra. Maldiciendo para mis adentros, me lo quito y comienzo a caminar hacia el elevador, arrastrándome como un zombie de bajo presupuesto. Dentro, la gente no deja de mirarme y yo sólo puedo pensar en que la estúpida oficina está en el último piso, por lo que me espera un largo trayecto rodeada de otras personas. En la mitad del edificio, cuando salen algunas personas, ingresa Megan Jacobs. Joder. Joder. Joder. Su mirada se clava en el zapato que sostengo en mi mano y luego se dirige hacia mis pies. Por inercia, escondo mi mano detrás de mi espalda pero ya no tiene sentido, ella ya me ha visto. Una sonrisa de suficiencia y burla aparece en su rostro. —Jensen, qué sorpresa. ¿Ya tienes problemas desde tan temprano? —apunta, como si disfrutara de verme en este tipo de situaciones. Le sonrío, esperando disimular mis verdaderas emociones. —Bueno... No está siendo mi mejor día, desde luego —indico, deseando que no diga nada más. —Tengo un par de zapatos de recambio en mi oficina. Quizás te queden. Mhmm... ¿Cuánto calzas? Me sorprende que de repente esté siendo tan amable conmigo. Por lo general, ella siempre se la pasa haciendo comentarios ácidos y sarcásticos sobre mí. También parece estar compitiendo conmigo en todo, pero no entiendo por qué lo hace. —Gracias, Megan. Mi talla es 5 —respondo, sintiendo que hay una especie de trampa. —Oh, no, de ninguna manera te quedarán. Mi talla es 6.5. —señala, sonriéndome—. Perdona, es que a veces olvido que eres tan... pequeña. ¿La talla 5 no es acaso de niños casi? ¿No te cuesta conseguir tacones? —comenta con malicia, pero su tono de voz es dulce, como si no estuviese diciéndome nada malo. Claro. Sabía que había algo detrás de esa repentina y forzada amabilidad. Me encojo de hombros. —Quizás no es lo más común, pero no es tan difícil encontrar zapatos para mí —respondo con simpleza. —Claro, lo que tú digas linda —Ahí está de nuevo esa manera amable de hablarme y de tratarme como alguien inferior al mismo tiempo. Por fin el elevador llega al último piso, por lo que sin perder el tiempo salgo a toda prisa. Cuando ingreso a la oficina, Gabrielle me fulmina con la mirada desde su escritorio. Su boca forma una línea recta y su ceño está notablemente fruncido, a pesar de que se esfuerza por esconderlo. Ante su mirada fría e inescrupulosa, siento que se me paraliza el corazón. —Gabrielle, lo siento tanto... —comienzo a decir nerviosa, sin saber cómo continuar— Sé que estoy retrasada y de veras lo siento, pero había un embotellamiento, normalmente suelo prevenir ese tipo de cosas. Pero hoy las calles estaban imposibles y tomó mucho más tiempo del que esperaba. Yo no soy así, me tomo muy en serio el trabajo y lo de hoy no se volverá a repetir, sólo fue por el accidente... —Detente —suelta de forma brusca, interrumpiéndome—. Respira y luego habla pausadamente, ¿puedes hacer eso? —Se cruza de brazos y su mirada dura sigue penetrándome—. Seré honesta, Jensen, no me interesan tus excusas, ¿de acuerdo? Muchas personas querrían estar en tu lugar. Asegúrate de tenerlo en cuenta —sentencia, saliendo de la oficina hecha una furia. Yo aún estoy congelada. Definitivamente tiene algo contra mí. O tal vez soy demasiado irritante. Siento una punzada en mi pecho, pero decido ignorarla. Debo dejar de pensar en lo que pasó, por lo que me centro en mi trabajo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD