Luces y sombras

1530 Words
Phoebe El día se desliza con una cadencia agobiante, como si el tiempo mismo se empeñara en prolongar cada instante. Gabrielle, inescrutable, apenas me dirige una mirada, manteniendo un silencio que podría hacerse tangible. Intento sonreír, continuar con mi trabajo, pero una sombra persistente se cierne sobre nosotros. Y así, llega la hora de partir. Nos quedamos horas extras, inmersas en nuestras tareas, hasta que finalmente el reloj marca las cinco. A punto de retirarme, un impulso me detiene. Debo intentarlo una vez más, acercarme a Gabrielle y buscar reconciliación. Ella se levanta, recogiendo sus cosas, cuando decido intervenir. Alza una ceja, interrogante, ante mi solicitud. —Espera, ¿podemos hablar un momento? —le pido, acercándome con cautela—. Por favor, Gabrielle. A regañadientes, consiento. Sus ojos, de un azul profundo, me escudriñan, y por un instante parecen ceder ante mi súplica. —Gabrielle, lamento sinceramente lo sucedido hoy. Quiero que sepas que me importa mucho este trabajo, eso no lo olvides —confieso, con toda la honestidad que puedo reunir—. Espero que puedas perdonarme. La dureza de su mirada se desvanece ligeramente, y por un fugaz instante, vislumbro destellos de la Gabrielle del primer día. —Discúlpame tú a mí, fui grosera e inapropiada —responde, desviando la mirada—. No es tu culpa mi mal genio. Sonrío, pero un atisbo de osadía me lleva a rozar su mejilla con un beso casto. Un gesto inesperado, un impulso sin control. Me aparto apresuradamente, temiendo haber ido demasiado lejos. Mis mejillas arden de vergüenza. —Lo siento, no quise incomodarte. Estoy contenta de que todo esté bien entre nosotras —balbuceo, avergonzada por mi propia imprudencia. Ella suelta una risa, y mi corazón parece detenerse un instante. —No suelo ser tan impulsiva, de verdad... No sé qué me ha pasado. Solo olvídalo, por favor —ruego, atropellando las palabras, sintiéndome como una niña torpe. Gabrielle se despide con una sonrisa y yo me apresuro a marcharme, sintiendo el peso de mi propia ridiculez. «Deja de hacer el ridículo. ¡Vete de aquí de una vez!». Suelto un apresurado "hasta mañana", y salgo lo más rápido que puedo. Maldita sea, ¿por qué siempre me pasan estas cosas? Soy una persona bastante imprudente a veces y no importa lo que haga o dónde esté, me veo envuelta en situaciones como estas. Sentir vergüenza es algo de todos los días para mí. Me meto en mi coche y hago unas compras para la cena antes de ir a mi departamento. Cuando estoy colocando los vegetales sobre una tabla de picar en la encimera, mi móvil suena. Contesto al ver que es Gina, mi mejor amiga, y pongo la llamada en altavoz. —Hey, ¿qué sucede contigo que ya no das señales de vida? —inquiere intentando parecer molesta. Comienzo a cortar los vegetales mientras dejo el móvil cerca. —Lo siento, G. He tenido días difíciles últimamente y estoy exhausta —le explico. —Oh, ¿esa perra sigue metiéndose contigo? Si quieres, podemos dejarle un bonito mensaje en su costoso y lujoso coche. Apuesto a que tiene un BMW o un Lamborghini. —Oye, no le digas así... —¿Y te atreves a defenderla? Mierda Phoebs, deja de ser tan pacífica por un momento, ¿quieres? —Es que creo que en el fondo es una persona agradable —señalo, pensando en lo espontánea y divertida que parecía la primera vez que la vi. —Se nota, por eso te menosprecia cada vez que puede. Es un encanto. —espeta con tanto sarcasmo que ya puedo imaginarla rodando los ojos—. Seguro que le caes de maravilla. —¡Hey! No te burles de mí. No sé cómo explicarlo, pero siento que ella es mucho más de lo que deja ver. —Sin ofender, Phoebs, pero si no dejas de pensar que todo el mundo tiene un lado bueno, acabarás jodida. —Bueno, al principio mis padres me decían que no me juntara contigo porque eras una mala influencia. ¿Crees que ahora seríamos amigas si les hubiese hecho caso? Puedo escucharla suspirar sobre el micrófono. —Sabes que esa comparación no es justa, pero como sea, ¿eso significa que no arruinaremos su coche? —pregunta desanimada como una niña pequeña. Me río un poco. —No, Gina. No cometeremos vandalismo. —Eres muy aburrida, ¿sabes? —se queja— ¿No te cansas de ser la chica buena? —¡Gina! —Está bien, ya lo dejo, bobita. Sabes que igual así te quiero. —Y yo a ti, aunque estés loca —le digo, riéndome. Pero entonces sin darme cuenta el cuchillo raspa mi piel, y el dedo comienza a gotearme. —¡Auch! —¿Qué te sucede? —No es nada, estaba cocinando mientras hablábamos y me hice un pequeño corte. —No puedo decir que me sorprenda. Mejor cuelga y limpia esa herida, hablamos luego pequeña torpe. Oh, y no olvides plantarle cara a esa estúpida si se hace la ruda contigo. Demuéstrale que no eres un conejo asustadizo. —Está bien, lo que tú digas. Adiós G —le digo entre risas y luego cuelgo. El corte en mi dedo late con un ritmo constante, recordándome mi propia vulnerabilidad. Apresuradamente, limpio la herida y cubro el pequeño tajo con una tirita. Aunque superficial, el dolor persiste como un eco de mis propias inseguridades. Mientras preparo la cena, me sumerjo en un mar de pensamientos turbulentos. ¿Acaso Gina tiene razón? ¿Soy realmente una presa fácil para Gabrielle? Su figura imponente, sus ojos penetrantes, su aura de seguridad... Todo en ella parece recordarme mi propia fragilidad. Cuando por fin la cena está lista, me siento frente a la mesa, observando los platos con una mezcla de orgullo y melancolía. A mi alrededor, el silencio se hace eco de mis pensamientos, recordándome que la soledad a veces es mi única compañía. Mi apetito parece haberse desvanecido junto con mi confianza. Mientras saboreo cada bocado, me pierdo en pensamientos turbulentos. ¿Qué debo hacer para ganarme el respeto de Gabrielle? ¿Es siquiera posible? O quizás sea mejor resignarse a ser siempre la presa y no el depredador en este juego laboral. La noche cae con la misma pesadez que el día, envolviéndome en un manto de oscuridad y dudas. Me sumerjo en mis labores domésticas, la rutina monótona que me brinda un refugio momentáneo de mis propias inseguridades. El teléfono vuelve a sonar, interrumpiendo mi ensimismamiento. Esta vez es mi madre, cuya voz cariñosa me reconforta de inmediato. El teléfono vuelve a sonar, interrumpiendo mi ensimismamiento. Esta vez es mi madre, cuya voz cariñosa me reconforta de inmediato. —¡Hola, mamá! —exclamo con entusiasmo, sintiendo un destello de alegría en medio de la pesadez del día. —¡Hola, mi niña! ¿Cómo estás hoy? —responde mi madre con un tono lleno de calidez y preocupación. —Estoy bien, mamá. Con papá y tú lejos, los días son largos, pero estoy sobreviviendo —digo con una risa nerviosa, tratando de restar importancia a mis propias preocupaciones. —Entiendo, cariño. A veces la vida nos pone a prueba, pero sé que eres fuerte y puedes superar cualquier obstáculo —me reconforta mi madre, sus palabras actuando como un bálsamo para mi alma cansada. —Gracias, mamá. Eres mi roca en medio de la tormenta —le digo sinceramente, sintiendo un nudo en la garganta al pensar en todo el apoyo incondicional que me ha brindado a lo largo de los años. —Siempre estaré aquí para ti, mi amor. ¿Qué tal tu día en el trabajo? —pregunta con interés genuino, cambiando de tema para alejarme de mis propias preocupaciones. —Ha sido un día difícil, mamá. Tuve un pequeño desacuerdo con la codirectora, pero creo que todo se resolverá pronto —confieso, sintiendo la necesidad de compartir mis preocupaciones con alguien que realmente me entienda. —Oh, cariño. Lo siento mucho. Sé que eres una persona resiliente y capaz, y estoy segura de que podrás resolver cualquier problema que se te presente —me asegura mi madre, su voz llena de confianza en mí. —Gracias, mamá. Eres la mejor —le digo con sinceridad, sintiendo un profundo agradecimiento por tener a alguien como ella en mi vida. Conversamos durante un rato más, compartiendo anécdotas y risas, y por un breve instante, me siento en paz. Pero cuando cuelgo, la oscuridad regresa, envolviéndome una vez más en sus garras heladas. Mi mente sigue inquieta, reviviendo cada interacción con Gabrielle, cada gesto, cada palabra. Me pregunto qué se esconde detrás de su fachada de seriedad y profesionalismo, qué secretos ocultan esos ojos profundos que parecen leerme en silencio. Finalmente, me retiro a descansar, pero mis sueños se ven invadidos por su imagen, su presencia enigmática y su mirada penetrante. ¿Qué significará todo esto? ¿Será solo un capricho pasajero o algo más profundo y trascendental? Con estas preguntas flotando en mi mente, me sumerjo en un sueño intranquilo, donde luces y sombras se entrelazan en un baile de incertidumbre y deseo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD