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Blurb

// Podrías hacer lo que quieras, cuando quieras y como sea. Lo único que necesitas hacer es renunciar... a tu humanidad. //

Fue el mensaje que recibió Eiden antes de que su tutor legal fuera asesinado.

- Fue como un padre para mi.

Los ojos del detective lucen incrédulos ante esas palabras, pero necesita demostrar que es inocente, y más que nada, necesita saber quién lo hizo.

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Capítulo 1
Podía ser un día soleado, iluminado por los bellos rayos del sol, valga la redundancia. Pero eso no era todo lo que nos presentaba esta bella mañana, en la que levantarse tarde era cosa de siempre, correr a ver que ponerse o ir a decirle al cartero que deje las cartas en el maldito buzón de la entrada. Una mañana como la de todos los días. Vivir sola no fue mi cuento soñado, desde que falleció mi madre, mi padre no fue el mismo. Decidí dejarlo al tiempo en que me di cuenta de que estaba siendo un estorbo en casa. Una de mis tantas tías me alquiló su apartamento cerca de mi universidad, desde entonces mi vida a dado un giro bastante brusco. Ya no tengo a alguien que me levante con un rico desayuno para empezar el día con el mejor humor, ni alguien que organice mi desorden, tampoco alguien que me abrace y me diga que todo estará bien cuando tenga malos días. Todo está en que necesité crecer apenas cumplí los dieciocho y mi madre murió dos meses antes de mi cumpleaños. − Buenos días a todos. – salude al entrar al salón de la primera hora. − ¿Qué son estas horas de llegar? Hace media hora empezó la clase. – me reprocho la maestra que molesta agarraba unas hojas en su mano. Quizás me tenga algo de odio por todas las veces que he llegado tarde y hecho de las mías sin recibir un castigo a cambio. Miro a mis compañeros de salón y encogiéndome de hombros camino a mi asiento, me imagino ser interrumpida por la maestra gritándome o que me agarre del brazo para detenerme, ya saben, lo de siempre. − Permiso. – escucho otra voz hacer aparición en el salón. Volteo y veo a una chica entrar con el bolso en las manos intentando cubrir su rostro, sin olvidar al chico junto a ella que lleva una capucha y un cubre bocas. − ¿Son los nuevos? – pregunte curiosa, no era cosa de todos los días que llegara gente a este lugar. − Si – susurró la chica analizándome con la mirada. Llevaba un lindo vestido rosa de niña fresa, asco. El chico a su lado en cambio llevaba una vestimenta como si fuera al funeral de alguien, y sin olvidar que lleva un cubre boca como si tuviera una enfermedad trasmisible. Pero no me preocupaba tanto, tenía mis propios asuntos. − Bienvenidos al Infierno. – los recibí antes de sentarme en mi lugar. La chica un poco asustada bajó su bolso mascullando un "¿Qué?" Era asustadiza, me caería bien si no tuviera el nombre de niña fresa destilando por sus poros. − Eider necesito que vayas a la oficina del director por los documentos de ellos. – ni bien escuche a la profesora nombrarme me levanté de un salto, agarré mi bolso y caminé rápidamente a la puerta. – Y no tardes. – ella sabe porque salgo con tanta felicidad de su clase. Caminando por los pasillos voy golpeando algunos casilleros del lugar, subo las escaleras saltando un escalón y entro al despacho del director sin tocar. − Siempre es lo mismo, ya te dije que... – se detuvo cuando notó mi presencia, le sonreí mientras dejaba mi bolso en un sofá de los tantos que había. – Buenos días, Eider. – saludó y yo apenas moví la mano mientras agarraba un vaso de su repisa y lo llenaba del café que estaba recién hecho por la cafetera. − ¿Problemas en el paraíso Richard? – pregunté tomando asiento frente a él. Suspiro mientras pasaba sus manos por su rostro, se lo notaba cansado de todo esto mientras buscaba las palabras para explicarme.  Aquí podemos hacer una pausa, él es Richard, el director de este lugar. Hace ya mucho tiempo que él es amigo de mi madre, por lo que lo conocí en el transcurso de ese tiempo. Se volvió alguien de mi confianza y por eso es que nos tratamos de esta manera. − ¿Julia de nuevo? – pregunté y asintió. Entonces todo vuelve a ser referente a su hija consentida. – Deberías mandarla a un Internado a que aprenda buenos modales, y olvide de que es la niña consentida de papi. – comenté mientras bebía de mi café. − No es tan fácil. – dijo rascando su nuca. – Ella es algo... atrevida con los muchachos de su edad. No tuvo que decir más para que yo entendiera a lo que se refería. Su hija era una cualquiera, que salía con el chico que se le antojase a sus hormonas. Por lo que la idea de Richard de hacerme su amiga no me agrado nada, prefirió intentar cambiarla de otras maneras, que por supuesto no sirvieron para nada. Dejó de insistir cuando notó mi desconformidad, pero bueno, eso ya es pasado. No soporto cuando Julia le pide cosas que, ni el mismo Richard con todo el dinero que tenga no puede hacer, ella es así desde que su madre los abandonó para seguir su carrera a lo ancho y largo del mundo. Ella desea convertirse en su madre, lastimosamente tiene una tía y hermana de Richard que aplasta sus esperanzas trayéndola de vuelta a la dura realidad, dejó la universidad para ser una niña caprichosa detrás de la atención de su queridísima madre que ni el saludo le regresa. Después de saber todo eso, mantener la distancia era esencial, ya saben, mejor prevenir que lamentar. O al menos eso era algo que mamá repetía constantemente. Era tedioso conocer todo de ella por todo lo que me contaba Richard, llegué a tenerle lástima, pero era algo que no le diría ni le demostraría a Richard. − Bueno, a lo que vengo. – dije dejando el café a un lado. Me siento en su escritorio y señalo los expedientes de los nuevos que tiene cerca. – Me mandaron por esto, si quieres luego nos podemos encontrar en el lugar de siempre a comer y conversar. – sugerí y como siempre el asintió. Agarró los expedientes y se arregló la camisa antes de salir por la puerta conmigo siguiendo sus pasos, tenía que admitir que el director era un hombre guapo y joven que no desperdicio su juventud como me hubiera gustado a mí. En cambio, conoció a su esposa en uno de sus tantos viajes por el mundo, también a mamá que era la típica chica que le gustaba viajar en busca de un lugar al que pertenecer. Me alegra saber que al menos lo encontró con papá, aunque se haya tenido que ir tan pronto. − Te tardaste demasiado Eider. – me reprochó la profesora, pero al ver llegar a Richard se sobresaltó. – Buen trabajo linda, puedes sentarte. – y si se lo preguntan, sí, a nuestra querida profesora le gusta nuestro director. Cambia su forma de tratarnos cuando él está cerca, se pone nerviosa y su dulce tono de voz me parece irritante. − Lo lamento Martha, le dije unas cosas antes de venir con los expedientes. – me defendió y sonreí inconscientemente al sentarme. Era el mejor, y como dije, el apuesto y joven director no sólo cautivo a la profesora, también a las estudiantes de la Universidad, y la nueva no tardó en hacerlo. − Samanta López. – la nombró y se levantó de inmediato. − Presente. – dijo torpemente, otra más que añadir a la larga lista, pero digamos que a Richard no le interesan mocosas que apenas son mayores de edad, o al menos es lo que me ha dicho. Las profesoras tampoco son lo suyo, él tiene una estricta regla de mantener separado el amor del trabajo, por ende, las profesoras que babean por él no tienen oportunidad. Es muy bueno saberlo, y no porque me guste, porque con esto puedo hacer de las mías. En la Universidad que asisto hace dos años y medio es una pagada, obviamente con el descuento de ser amigos/familia. La carrera que opté a seguir fue la de Literatura para convertirme en una gran escritora algún día, todos apoyaron mi idea sin reprocharme nada, pero después de la muerte de mamá, mi padre quiso meterme a un Internado Militar. No lo logró por su falta de presupuesto y gracias a Richard que me ofreció vivir con él, pero tuve que rechazarlo y seguir con mi plan de vivir sola y hacerlo por mi cuenta. Cada día al llegar a mi apartamento, lo único que hago es tirar mi maleta a un sofá, tirar mis zapatos y suéter para recostarme en mi cama, tomo mi ordenador y escribo cosas sin sentido que terminan siendo buenas historias a mi opinión. Pero ese día fue diferente, me llegó un correo de alguien desconocido, creí que sería la editorial a la que envié mis libros, pero decía desconocido y el mensaje que tenía no era para nada reconfortante. // Podrías hacer lo que quieras, cuando quieras y como sea. Lo único que necesitas hacer es renunciar... a tu humanidad. //

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