Capítulo 2

1666 Words
// Podrías hacer lo que quieras, cuando quieras y como sea. Lo único que necesitas hacer es renunciar... a tu humanidad. // ¿Qué demonios? Quien me mandó esto no tiene un sentido del humor muy normal, de hecho... ahora me pregunto quién pudo ser. Pero el correo sólo dice que lo envió un desconocido y nada más, no hay correo ni dirección, nada. ¿Quién me está pidiendo que renuncie a mi humanidad? Y más importante ¿Por qué? De inmediato me llega un mensaje sacándome de mis pensamientos, lo leo y es Richard diciendo que necesitamos vernos en este instante. No entiendo que sucede, pero me apresuro en darme una ducha y cambiarme para ir a verlo. Supuse que sería en su casa así que tomé el primer bus a ésta. En el camino me puse a pensar quien sería el responsable del mensaje que me llego, es estúpido pensar que sería alguien cercano a mí, ya que no hay nadie así y mucho menos de la Universidad. Lo único que me queda pensar es en quien sería tan idiota para creer que con un correo me asustaría. Es lo más gastado en el siglo veintiuno, las estúpidas amenazas por internet porque la gente es cobarde. Noté que estaba cerca de la casa de Richard y me levanto para quedarme en la parada, pero un tipo choca conmigo y por poco termino con la frente en el suelo del bus. − Idiota. – mascullé. Era un maldito extraño el que me empujó, no tenía motivos porque ni siquiera se bajó del bus. Me apresuré a bajar antes de hacer un escándalo y llegar a la casa de Richard, me las pagaría por hacerme salir de prisa de casa. Espero sea un asunto realmente importante para hacerme ir a su casa, donde su hijita me mira como si fuera la peor peste de la vida y la ama de llaves es una bruja por completo. Toqué la puerta y esperé a que me abrieran, siempre envidie el gran jardín que tiene Richard, es como el de las películas. Pero para mala suerte mía, este no tiene un hijo apuesto de mi edad, pero si una rubia oxigenada, retrasada que cree que todo lo puede tener. Después de esperar como unos cinco minutos escucho unos pasos acercarse a la puerta. − Es Eider. – la voz de la bruja me hizo querer tumbarle la puerta, yo tengo más confianza con Richard que ella. - ¿La dejo pasar o le digo que se largue? – esperé a que abra la puerta para enseñarle con quien se metía. Al hacerlo empujé la puerta de manera exagerada, como si entrara a mi casa. La barrí con la mirada y caminé hacia la oficina de Richard que estaba en la segunda planta. No quería ponerme a discutir con una señora humilde que aprecia tanto su trabajo ¿verdad? Entré para reclamarle todo lo que me hizo pasar, pero no estaba. Mis berrinches tenían que esperar, camine por toda su oficina esperando que venga. Pasaron los minutos y nada que lo hacía, hasta que me percaté de que la puerta del baño de su oficina estaba entreabierta y la luz estaba encendida. No quería pensar en que había ido al baño y había dejado la puerta abierta pensando que nadie vendría, es lógico, es su oficina, y si alguien necesitara entrar tocaría. Pero ya había pasado un tiempo en el que no pasaba nada, y no se escuchaba nada dentro del baño, era extraño lo que estaba pasando así que después de pensar mejor las cosas me decidí por entrar diciendo de excusa que era porque se estaba tardando y me había preocupado, no era la mejor excusa del mundo, pero serviría para pasar menos vergüenza. Empujé un poco la puerta con las manos y me encontré con que el baño era bastante grande como para decir que era lo suficientemente grande como para ser mi habitación sin problemas, me acerqué paso a paso a la esquina de la habitación en la que se podía ver una sombra. − Richard, me preocupa que no salgas. – le dije visualizando su zapato en el piso de mármol. – Richard, voy a verte cagando y créeme que ganas de hacerlo no tengo. – volví a hablar cuando no me respondía. Me encogí de hombros al respirar hondo antes de cruzar a ver la peor escena que pude presenciar en mi vida. Su cuerpo estaba tirado hacia atrás, aunque aún estaba sentado en el inodoro su cuerpo fue dejado tal cual. En su pecho había una gran herida de la cual aún salía un poco de sangre, sin olvidar las heridas en su cuello y los ojos blancos de este. No lo quería seguir viendo, pero era Richard... él había muerto, su rostro pálido y sus labios morados era lo único que podía ver antes de caer de rodillas y llorar. − ¡RICHARD! – grité para que alguien viniera ayudarme, no sabía qué hacer, me quede quieta en el suelo mientras veía como el ama de llave de este llegaba a sacudirme y preguntarme que había pasado, pero me había quedado en un trance en el que veía todo borroso y en cámara lenta, como llegaba la policía y los paramédicos para llevarse el cuerpo de Richard para hacer la debida autopsia. Las personas seguían sacudiéndome y preguntando qué había pasado, necesitaba dar respuestas ya que era la única que estaba en la habitación cuando a Richard le ocurrió esto, cuando... murió. Mis ojos seguían perdidos mirando a la nada mientras el sentimiento de haberlo perdido todo se instalaba en mi pecho, había sido parte fundamental de mi vida hasta ahora para que me deje, y de esta forma. Había perdido a dos personas de manera muy injusta, era como si todo se detuviera en ese momento, en el que me daba cuenta de que ya no me quedaba nadie, y aunque tuviera un padre al que amé con todo mi corazón en su tiempo, este no sería capaz de dar nada por mi ahora. En un abrir y cerrar de ojos me encontraba sentada frente a un detective en la comisaria, iban a interrogarme antes de dejarme ir, era sospechosa en todos los sentidos. El hombre frente a mi tenía una carpeta en sus manos y la ojeaba de vez en cuando a la vez que pasaba a mirarme, quería irme de aquí, irme a mi casa a llorar y lamentarme lo que acababa de suceder. Nadie aquí entendería lo que paso, no me creerían y pensarían que fue todo ideado por mí, como si matar a la persona que me apoyó tanto me haría sentir mejor... − Eider Stone. - me nombro -Sé que perdiste a tu madre y la única persona que te queda es tu padre con el que actualmente no vives, tu custodia pasó a ser de Richard Vázquez, tu fallecido representante legal. – dijo cerrando mi expediente antes de poner los codos en la mesa y recargar su barbilla en sus manos. − Era como un padre para mí. – susurré queriendo no escuchar lo que este hombre tiene que decir. − Varios han venido aquí justificando que no han sido culpables y adivina que, lo son. No porque lo consideres un padre significa que no hayas querido matarlo para quedarte con todo el dinero que te dejaba en el testamento. – me amenazó con sus ojos calculadores llenos de cosas que aún no entendía. Por ejemplo, un testamento, Richard no tenía aun formulado un testamento, era lo suficientemente joven como para hacerlo aún, y lo sabía. − Usted no sabe nada, entré a esa habitación para pasar un día normal con la persona que ahora estará tres metros bajo tierra. – llevé mis manos a la cabeza para pensar un poco las cosas antes de gritarlas. – Yo no tengo nada que ver, déjenme ir por favor... – lo supliqué, no podía seguir ni un minuto más en ese lugar. Escuché la silla arrastrarse por el suelo antes de escuchar como abrían la puerta de la sala en la que estábamos, levanté la cabeza para observar como el detective mantenía la puerta abierta y con la otra señalaba fuera. − La llevo. – se ofreció, pero me levanté rápidamente y caminé fuera antes de que dijera algo más. – Es mi trabajo mantenerla bajo vigilancia hasta que las sospechas sobre usted desaparezcan. – continuó mientras caminaba a mi lado. Mordía mi labio nerviosa, no era a causa del detective, era a causa de que no podría dormir en paz ni esta ni otras noches. Escuche el sonido del auto y me detuve antes de que él se subiera y me abriera desde dentro la puerta del copiloto, no quería confiarme mucho, y menos si se ofrecía a llevarme y decía que me observaría atento a lo que haga. Me subí antes de que hiciera preguntas al respecto y le di la dirección de mi apartamento. Mirar por la ventana era lo mejor en esos momentos, pero el sonido de su celular tenía que arruinar la paz que había en el auto. − Aquí Black. – dijo al contestar, no quise hacer mucha presencia así que fingí no oír nada mientras seguía mirando. – Asesinato. – su voz firme y segura me hizo voltear a verlo, de qué estaba hablando y de quién. Cruzó un par de palabras más con la otra persona al otro lado de la línea y colgó, seguía mirando su rostro, que por cierto su cabello azabache y sus ojos profundamente oscuros no habían pasado desapercibidos por mí en la comisaria, pero sus pómulos marcados, sus voluminosas pestañas negras y nariz perfectamente recta me habían sorprendido al mirarlo un poco de más. − Richard Vázquez fue asesinado. – dijo al sentir mi mirada puesta en él. Tomé una bocanada de aire pensando en lo peor, en que había un asesino entre nosotros.

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