Capitulo 2

4269 Words
—Tras la puerta hay un traslador esperando por usted, Señor Malfoy — repitió la mujer pronunciando las últimas palabras con mucho más desprecio que antes. Draco suspiró, eso no era más que una pequeña probada de lo que le esperaba a partir de ese momento y lo sabía, no tenía más opción que adaptarse o morir en el intento y no estaba muy dispuesto a dejarse vencer. Un Malfoy no se deja vencer, se repitió una y otra vez mientras caminaba hacia la puerta que le habían indicado, con la frente en alto, de la manera en que sus padres le habían enseñado a caminar. Esperaba —últimamente sólo esperaba—, era lo mejor que podía hacer, lo único que podía hacer. Su utilidad había sido reducida a nada en esta ocasión, no había absolutamente nada que pudiera hacer para ayudar a su familia, para ayudar a su hijo. Ya la suerte estaba echada y esperaba, rogaba y suplicaba, por que esta vez, la suerte si les sonriera. Había sido la primera de los tres Malfoy en ser juzgada. Ella en ese momento no lo sabía pero el nuevamente publicado "El Profeta" había echo toda una fiesta de ellos, incluso había instalado un contador mágico para que los magos estuvieran al tanto de la cantidad de días faltantes antes de "El gran juicio a la familia Malfoy", que era como lo habían denominado. Realmente tuvo que dar gracias de estar lo suficientemente aislada como para no enterarse de eso, y de todas las demás cosas que se decían acerca de ellos, e incluso de las apuestas que se hacían acerca de sus condenas, porque aquello habría terminado por destruir lo poco de cordura que le quedaba estando encerrada en ese sitio. En ese horrible sitio. La celda era completamente gris y apenas iluminada por la luz de una lámpara en el pasillo. Encadenada de pies y manos a una de las paredes, con la suficiente distancia para que se pudiera mover alrededor de la celda, claro, si es que quería cargar con el peso que las cadenas significaban. Le pareció un trato por demás injusto, no tenía varita, no había nada que pudiera hacer dentro de esa celda. Sabía que lo único que buscaban con eso era humillarlos. Hacerlos sentir como la escoria que ahora representaban para la sociedad. Y lo habían conseguido. Todas aquellas noches se las pasó en vela, esperando, sollozando en sus momentos de mayor debilidad, siempre pensando en ellos, siempre pidiendo para que ellos estuvieran bien. Pensando en Draco y lo cruel que había sido el destino condenando a un niño a prisión por seguir los ideales de sus padres. Pensando en Lucius y casi resignada a que si había alguien que no escaparía con bien de aquella situación sería él. Aún recordaba lo culpable que se había sentido durante los últimos días, cuando habían obligado a Draco a volver a la escuela, cuando no había podido hablar con él por última vez, perdiendo la oportunidad de hacer las paces con su hijo. También recordaba aquel momento, durante la batalla final… Flash Back Narcissa se retorcía las manos y caminaba de un lado a otro, deteniéndose únicamente cuando desde el castillo se escuchaba una explosión, cada una mucho más fuerte que la anterior. Entonces sólo susurraba sin atreverse a mirar "¡Qué no sea Draco, Draco no!" antes de volver a caminar de un lado a otro. El sonido amortiguado de los pasos de Lucius la hizo girar rápidamente, vio a su esposo caminando con lentitud, cojeando ligeramente de una pierna, con la túnica totalmente destrozada y con los golpes aún visibles del último castigo del Lord. Les había prohibido usar la magia para curarlo. —¿Qué es lo que te ha dicho? —exigió alcanzando a Lucius y aferrándose a su raída túnica —¿Parará pronto con esto? Lucius negó suavemente con la cabeza, no siendo capaz de pronunciar palabra alguna, el golpe que recibió en el rostro no le dolió tanto como el dolor que sentía por no poder hacer nada por su hijo, simplemente agachó un poco la cabeza, avergonzado. —¡Tú tienes la culpa! —Rugió Narcissa —¡Tú le metiste esas ideas en la cabeza, le dijiste que obedecer al Lord sería lo correcto! —Narcissa se alejó un par de pasos sintiéndose incapaz de permanecer cerca de él un instante más. —Debo ir por Snape— farfulló Lucius luego de una nueva explosión y viendo como una de las torres del castillo se derrumbaba. —¡Trae a mi hijo de vuelta! —exigió Narcissa cuando Lucius ya se había dado la vuelta alejándose con pasos cansados, el hombre se detuvo un momento pero no volteó, apenas hizo un asentimiento antes de alejarse completamente. Narcissa siguió sus pasos hasta que lo perdió de vista, sabía que Lucius estaba sufriendo, sabía que estaba arrepentido de muchas cosas, de la última pelea que había tenido con Draco, y más aún de haberlo metido en medio de aquella batalla que parecía no tener fin, pero también sabía que si Draco no volvía, que si Lucius no lo traía de vuelta sano y salvo… jamás se lo perdonaría, y tampoco se lo perdonaría así misma, debió haber hecho que Draco escapara, debió ayudarlo a huir con él, ahora ya era demasiado tarde… Fin del Flash Back La radio que, hasta entonces, sonaba muy suavemente con una melodía melosa y hasta cierto punto exasperante, detuvo la transmisión y Narcissa se alejó de sus pensamientos mientras subía mucho más el volumen, ya sabía lo que pasaría a continuación, había estado escuchando esos reportes durante los últimos quince días, los quince días que llevaba libre, mientras informaban acerca de las condenas impuestas a los ex - mortífagos… —En una decisión totalmente inaudita y contraria a todo lo que el mundo mágico esperaba… —empezó a hablar con voz entusiasmada el locutor —Siendo ya las cuatro con treinta y cinco minutos de la tarde, el Wizengamot levantó la sesión, dejando a Draco Malfoy, hijo de los conocidos mortífagos Lucius y Narcissa Malfoy en libertad… Narcissa se dejó caer nuevamente sobre la silla de madera donde había estado sentada desde aquella mañana, sabía, por las noticias de la radio, que el juicio a Draco sería ese día. No la dejaban acercarse al Ministerio y mucho menos hacerle una visita a su hijo, así que, al igual que había hecho durante el juicio de Lucius, no tenía más opción que esperar sentada en aquel lugar al que ahora denominaba hogar, mientras otros decidían la vida de los dos hombres que tanto amaba. —Nos informan que tenemos algunos disturbios en el vestíbulo del Ministerio… —informó la voz del hombre luego de un momento de silencio —Sí, así es, al parecer muchos magos y brujas no están conformes con el veredicto y han decidido mostrar su descontento plantándose en el vestíbulo… —El locutor parecía repetir lo que alguien más le informaba en ese momento, Narcissa apretó los puños con fuerza, sintiendo rabia de que toda esa gente quisiera condenar a un niño a algo tan horrible como la prisión. A su niño. —Los aurores están ya dispersándolos, repito, dicha manifestación está siendo ya dispersada, así que lo mejor será no acercarse… —El locutor pareció quedarse sin palabras un momento más, Narcissa contuvo el aliento, si había algo que no iba a hacer sería alegrarse por la libertad de su hijo hasta que no lo tuviera en casa, y esperaba que eso fuera muy pronto —. Bueno, sí señores, me dicen que el disturbio ha sido controlado rápidamente, el Ministro en persona al parecer salió a pedir a la población que se retirara y nos dará una conferencia de prensa esta noche, no se preocupen que la podrán escuchar como cada noticia importante en su radio confiable de siempre: TWR*. Y antes de continuar con la transmisión hagamos un conteo, van siendo treinta y siete en total los mortífagos de alto rango que han sido juzgados, siendo Draco Malfoy el segundo en ser liberado, la primera fue Narcissa Malfoy, se corren rumores de que fue el mismo Harry Potter el que abogó por ambos antes de que los juicios dieran inicio, por algún tipo de deuda de vida, aunque como siempre sucede con "El gran salvador del mundo mágico" no nos han confirmado nada. Hasta ahora la condena más corta impuesta por el Wizengamot ha sido a Gregory Goyle, quien según muchos testigos sí participó en la batalla final, aunque no cuenta con la marca en el brazo y no asesinó a nadie, fue condenado a cuarenta años en la nueva prisión de alta seguridad de Azkaban. Las condenas más altas han sido, como la comunidad mágica clamaba, pena de muerte, la cual se ha aplicado ya a veinte de los treinta y siete mortífagos juzgados. Sigue siendo un giro muy interesante la liberación de Draco Malfoy, a quien todos daban por condenado a cadena perpetua luego de saberse su participación en el asesinato del director Albus Dumbledore. Al parecer el Wizengamot parecer haber sido mucho más blando con él, recibiendo la misma condena que los magos y brujas que formaban parte de las filas inferiores de Ustedes-saben-quien, dicho número asciende a cientos de magos. Sabemos que los Malfoy no cuentan ya con nada de la riqueza que antes los caracterizaba y que los hacía tan influyentes, así que sólo nos queda confiar en que el criterio del Wizengamot sea el adecuado y no estén cometiendo un error al dejar en las calles a uno de los más jóvenes mortífagos, y no importa, a mi parecer, señores, si es que lleva o no la marca en el brazo, es un mortífago y… —Narcissa decidió que había escuchado demasiado, su hijo había sido liberado y eso era lo importante, lo único que importaba ahora. Mejor sería ponerse a preparar todo para cuando llegara, sabía que la vida sería dura deahora en adelante, pero al menos tenía a su hijo al lado y eso siempre sería un gran alivio. Draco no se había dado cuenta de cuánto tiempo llevaba encerrado hasta un día antes, cuando leyó que en el compromiso que había firmado figuraba la fecha: 20 de julio de 1998, él podría jurar que llevaba años o quizá décadas recluido. Durante la primera semana que permaneció en esa celda había intentado llevar la cuenta, pero pronto desistió, pensó que era mejor no saber. Evitar un poco más la desesperación. Ahora, con el compromiso guardado en el bolsillo y la varita en la mano, mientras se acercaba a aquella botella vacía de cerveza de mantequilla, que era un traslador, para llegar a casa, con su madre, empezaba a pesarle sobre los hombros el tiempo que había permanecido en la oscuridad; más de tres meses sin ver el verdadero cielo, la luna o el sol, sin ver a sus padres… cambió su línea de pensamiento mientras se sujetaba con más fuerza de lo normal a la botella vacía, no quería pensar en sus padres aún, no sabía bien que era lo que había pasado con su padre, sólo que estaba muerto, pero su madre estaba afuera, en algún lugar esperándolo y eso era ya bastante reconfortante, con eso bastaba por el momento. —En diez segundos, Malfoy —dijo la voz aburrida de un auror detrás de él. Draco sólo asintió desinteresadamente, iniciando su propia cuenta regresiva en la cabeza, sentía como el corazón se le agitaba y como se le empezaba a hacer difícil respirar, apenas iba en siete en su cabeza cuando la presión en su estómago aumentó significativamente. Por lo que le pareció un tiempo demasiado largo su cuerpo fue presionado y jalado en todas direcciones, mientras alrededor los colores y las luces cambiaban rápidamente. Sus oídos comenzaron a zumbarles y de pronto pudo sentir al fin un piso bajo sus pies. Sus piernas se flexionaron ligeramente para no caer, cuando por fin se mantuvo en equilibrio, abrió los ojos, aunque no se había dado cuenta que los tenía cerrados. Parpadeó un par de veces tratando de acostumbrarse a la deslumbrante luz que iluminaba todo aquel sitio. Soltó la botella que había usado de traslador, ésta cayó al piso haciendo un sonido grave y redundante, aunque no se rompió. Pero eso no le interesaba a Draco, lo único que le importaba era la silueta que tenía delante, la mujer que tenía enfrente, que lo miraba de aquella manera que hacía que su corazón se entibiara y su confianza creciera; la manera en que su madre lo miraba. Narcissa apretó los labios ligeramente, viendo a su hijo materializarse delante de ella, por un instante no supo exactamente qué hacer, sus músculos y miembros se habían petrificado y lo único que atinaba a hacer era mirarlo, mirar cada golpe, cada cabello fuera de lugar, lo delgado que se veía, los dedos y las manos lastimados, la forma en que sujetaban con tanta fuerza la varita. Su mirada, su mirada tan similar a la de Lucius, sus ojos y sus facciones, parecía ligeramente asustado, o tal vez sorprendido. Sus movimientos fueron sincronizados, ambos dieron un par de pasos a través de la habitación y se reencontraron en un abrazo cálido y fuerte, un abrazo que hablaba de dolor, de arrepentimiento, de añoranza… Draco se dejó envolver en el calor de su madre y pensó que sería genial quedarse allí para siempre, en un lugar donde se sentía protegido, donde sabía que ya nada malo pasaría. Sintió las lágrimas tibias de su madre desplazarse por su cuello y, por primera vez desde que había estado encerrado, se permitió seguir a su madre y llorar también. Llorar de felicidad por verla, de pena por sus amigos caídos, por su padre, llorar por la incertidumbre del futuro, llorar por que al fin y al cabo era un niño de apenas dieciocho años que había sido lanzado a un mundo hostil… llorar porque no sabía que más podía hacer. CAPÍTULO 2: DESPUÉS DE LA GUERRA: LA HISTORIA DE HARRY "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos." Pablo Neruda 3 de mayo de 1998, dormitorio de la casa de Gryffindor, escuela de magia y hechicería de Hogwarts. Harry no recordaba en realidad cuántas horas llevaba despierto, o cuánto tiempo llevaba luchando cuando, junto a Ron y Hermione, abandonó la oficina del profesor Dumbledore. Sintió que a cada paso que daba las piernas se le debilitaban más y más, que los párpados se le hacían más pesados y que el cansancio cubría su cuerpo completamente. Vagamente recordaba haber llegado hasta lo que quedaba de los dormitorios de chicos en la torre de Gryffindor y haber gruñido una despedida hacia sus amigos mientras apoyaba la cabeza en la almohada, ni siquiera prestó atención a la bandeja llena de emparedados y de jugo de calabaza que esperaba por él, simplemente cerró los ojos e inmediatamente fue absorbido hacia el mundo de los sueños. El sueño era grato, en el sueño él estaba feliz. Inconscientemente recordó que llevaba mucho tiempo sin tener un sueño feliz, uno que no hablara de guerra, de muertes o de dolor y se decidió a disfrutarlo al máximo: estaba soñando con su madre y su padre; los tres estaban junto al lago, y era primavera, las flores llenaban de color el paisaje, mientras la luz del sol iluminaba todo de manera casi irreal. El castillo se veía como si nunca hubiera pasado nada malo en el, como si la guerra no hubiera existido. Él estaba sentado junto a sus padres, conversando tranquilamente, como si fuera algo que hicieran toda la vida, a lo lejos pudo ver a Remus y Sirius caminando hacia ellos, aunque no parecían tener muchas ganas de alcanzarlos, Sirius tenía un brazo alrededor de Remus y ambos reían de una manera que Harry jamás les había visto. En ese momento su madre levantó el brazo y acarició su mejilla, llamando su atención nuevamente, Harry sonrió ante la mirada de su madre y en cuanto ella abrió la boca para decir algo, sintió que alguien lo movía de manera brusca, arrancándolo del maravilloso sueño que estaba teniendo en ese momento. Parpadeó un par de veces, aún algo confundido y adormilado. Delante suyo, con los brazos en jarro y mirada nada agradable, estaba Ginny. Harry trató de no enfadarse con ella, en el fondo se sentía contento de que hubiera venido a buscarlo, tenía que reconocer que la había extrañado bastante… —Hola —murmuró Harry ahogando un bostezo, por la ventana podía ver que el cielo ya estaba oscuro, se preguntó cuántas horas habría dormido, pues recordaba que era de día al quedarse dormido, y aunque ahora aparentemente era de noche, aún se sentía demasiado cansado, casi como si no hubiera dormido más que un par de minutos. —¿Hola? —replicó Ginny, no parecía tan contenta como esperaba. Harry vio que la cama de Ron seguía con los doseles cerrados y supuso que tanto Ron como Hermione aún permanecían en el interior durmiendo—¿Eso es lo único que vas a decir? — continuó Ginny. Harry la miró interrogantemente y pensó que seguro se debía al cansancio que aún sentía, pues realmente no comprendía por qué Ginny estaba tan enojada. —Los chicos aún están durmiendo y yo… —Ya —bufó Ginny —. Abajo todos te han estado esperando durante horas, YO te he estado esperando durante horas, no sabíamos a donde habías ido o si te había pasado algo. —Oh —Harry arrugó el ceño pensando que era un poco sobre protector que la gente creyera que le podía pasar algo, sobre todo ahora que Voldemort estaba muerto —, pues he estado aquí, durmiendo… —sonrió hacia Ginny, mirándola ahora con más atención y tratando de desentramar el por qué de tanto enojo, aunque no ayudaba que la chica siguiera con los brazos en jarra y esa mirada fiera. —A decir verdad aún tengo sueño y pensé que ustedes también estarían cansados. — ¿Dormir? —replicó Ginny, su ira no parecía disminuir —, te he estado esperando por casi diez meses y tú prometiste que luego de la guerra todo estaría bien, sin embargo cuando ésta se acaba lo primero que haces es meterte a tu cama a dormir ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de tu promesa? Harry empezó a molestarse realmente, apenas habían pasado algunas horas de que todo hubiera terminado y lo único que necesitaba era dormir, descansar, aclarar su mente y tratar de asimilar todo lo que había pasado. Esperaba que la gente lo comprendiera, que al menos Ginny lo comprendiera. No necesitaba esa discusión en ese momento. Suspiró tratando de calmarse y miró directamente a los ojos café de Ginny, brillaban mucho, al igual que su rojo cabello. —Escucha… hemos estado despiertos durante más de dos días… y realmente estoy agotado, sé que tú y yo tenemos que hablar, y mucho, no tienes idea de cuánto te he extrañado —extendió la mano lo suficiente para acariciar el dorso de la mano de la chica, sintiendo su cálida y suave piel, aunque ella no cedió en su postura —¿Por qué no te quedas conmigo y dormimos un rato primero?, luego podremos hablar todo lo que quieras… Ginny negó con la cabeza y se alejó un paso. —Hay gente esperándote abajo. —¿Gente? —El ministro, mis padres, los que quedan de la orden, aurores, reporteros… todos quieren hablar contigo—explicó Ginny. —Bien… supongo que todos ellos tendrán que esperar —respondió Harry encogiéndose de hombros y entercándose, si en verdad estaban agradecidos porque había matado al cara de serpiente lo mínimo que merecía era que le dejaran descansar en paz, y lo iban a hacer por las buenas o por las malas. —¿Esperar? —Sí, por ahora lo único que quiero hacer es descansar — extendió la mano nuevamente para alcanzar a la de Ginny, esperando por alguna reacción que no apareció. —Lo siento… —murmuró vencido antes de apartarse y darle la espalda completamente para arroparse y dormir, sabía que no necesitaría demasiado esfuerzo para lograrlo, todos los músculos de su cuerpo, músculos que ni siquiera sabía que existían, se quejaban y reclamaban enviando una gran cantidad de dolor y adormecimiento. Pasaron un par de minutos, o eso le pareció a él, antes de sentir el peso de alguien sobre su cama, abrió los ojos para ver a Ginny, que ya se acurrucaba a su lado, Harry extendió los brazos gustoso para poder abrazarla, aspirando su aroma, suspiró contento. Al día siguiente, muy tarde ya, Harry había despertado, a su lado ya no se encontraba Ginny, estaba solo en la cama, notó entonces a sus amigos, Ron y Hermione, que conversaban en murmullos sobre la cama del pelirrojo con una gran bandeja de comida sobre las piernas. Harry no se sentó aún, permaneció con los ojos fijos en sus amigos, disfrutando de lo relajados y felices que se veían uno al lado del otro, recordó, ahora con algo más de gracia, la forma en que la noche de la batalla final, ¿o era ya madrugada?, se habían besado, parecía que había pasado demasiado tiempo desde entonces… Podía sentir la luz del sol entrando por la ventana y calentando la habitación de manera agradable, y entonces lo notó… ¿Cómo no se había dado cuenta después de que Voldemort muriera? Tal vez había estado demasiado aturdido y cansado para percibirlo, pero ahora sí lo notaba, podía ver a sus amigos con total claridad, podía ver sus rostros sonrientes, la comida en la bandeja, las paredes alrededor, podía ver todo con total claridad, sin necesidad de los lentes… —¿Harry? —llamó Hermione con voz casi temerosa, Ron volteó para mirarlo con atención, Harry sonrió ligeramente antes de sentarse por completo en la cama. —Chicos… ¿Cuánto tiempo llevan despiertos? —Apenas una hora… —Ron parecía aún algo aturdido. —Hemos dormido por más de veinticuatro horas seguidas —informó Hermione —, no puedo creer que hayamos dormido tanto. —Supongo que estábamos cansados — comentó Harry estirándose, realmente se sentía bastante descansado. —Kreacher nos ha traído la comida, dice que McGonagall espera por nosotros, que cuando nos despertemos y estemos listos debemos ir a verla, tiene mucho que hablar con nosotros —continuó hablando Hermione mientras Ron se metía otro panecillo en la boca, disfrutando del sabor. Aquel gesto hizo que las tripas de Harry rugieran sonoramente, haciendo que se sonrojara ligeramente ante la mirada reprobatoria de Hermione. —Lo siento… Creo que tengo hambre. —Ven, hay comida para los tres —dijo Ron con la boca llena y agitando una mano para que se acercara. Harry se quitó las mantas de encima, notando que aún usaba parte de la ropa que había usado un par de días antes, durante la última batalla, aquel pensamiento lo perturbó bastante, de pronto las escenas de todos los que habían muerto, de Fred, de Colin, de Tonks, de Remus… la imagen de los cadáveres apilados a un lado del gran comedor volvieron a su mente con fuerza, tembló ligeramente, deseando poderse arrancar todas esas prendas que aún llevaban impregnado el olor de la batalla. —Hay ropa limpia en el baño, Ron y yo ya nos hemos duchado… puedes hacer lo mismo si deseas —dijo Hermione luego de un instante de silencio, Harry asintió sin mirarla, sabía que había entendido lo que pasaba, seguro que a ellos les había pasado lo mismo. La ducha le había tomado más tiempo del previsto, quería que el agua y el jabón se llevaran todos los recuerdos de la guerra, la desesperación en la cara de sus compañeros… la muerte. Sus amigos parecieron entender su estado de ánimo, pues durante la comida que compartieron permanecieron en un tranquilo y pacífico silencio, apenas roto por comentarios triviales, como lo tarde que era, o lo mucho que habían podido descansar al fin. Los tres se encaminaron hacia la oficina de la profesora McGonagall, los pasillos estaban destruidos, había manchas de sangre y paredes caídas; era lo que la guerra les había dejado, lo que derrotar a Voldemort les había costado. —Me alegro que los tres se encuentren mucho mejor — dijo la profesora en cuanto los vio entrar a la oficina, aún lucía algo pálida y un cardenal en su mejilla demostraba su participación en la batalla. —Gracias —respondieron los tres a la vez, sentándose en las sillas que la profesora les indicaba, mientras ella los miraba de una manera diferente a las veces anteriores, había algo de orgullo en su mirada. Harry recordó cuando había cruciado a uno de los hermanos Carrow por agredirla y se sintió avergonzado por haber usado aquella maldición delante de la profesora. La profesora McGonagall les informó acerca de todo lo que había pasado durante ese día, de cómo los aurores estaban terminando ya de encerrar a todos los mortífagos, y además liberando prisioneros escondidos en casas de muchos de esos mortífagos. Como la comunidad mágica se estaba poniendo en pie para reponerse de todas las perdidas y, con los ojos ligeramente húmedos, también les informó acerca de los funerales que se realizarían al día siguiente, cerca de donde se había enterrado al profesor Dumbledore, donde se crearía un monumento a todos los caídos durante esa batalla y durante la guerra.
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