Capítulo 2(El Héroe de los padres en apuro)

5274 Words
- Hijo, tranquilízate — el señor Luciano estaba batallando con el genio de su descendiente, puesto que era muy difícil, recordó en ese instante que lo heredó de su madre y una gran sonrisa apareció en su rostro ya que acordarse de ella siempre generaba ese efecto en él. - Que cojones, de niñera papá, esto es ridículo — Rodrigo ya se encontraba cabreado, su día ya había empezado mal. - Es solo un favor a mi gran amigo, no lo podemos dejar solo en esto — Luciano hablaba con extremada paciencia. - Papá su hija está loca, por lo que me cuentas, entonces ¿porque no la manda a un manicomio o la envían a un centro de rehabilitación?, que se yo, pero no la quiero cerca de mi personal — usó una voz amargada y dura. - Rodrigo ella no está loca, tampoco tiene desordenes para enviarla a un centro de rehabilitación, además...— su discurso fue interrumpido cuando Rodrigo lanzó una lata de bebida gaseosa en una cesta. - Bueno papá, en ese caso la mandaría a un preescolar o a una guardería y así le cambian los pañales, la bañan, la...— Su monólogo fue interrumpido por la risa ronca de su padre. Su padre estalló a carcajadas, le gusta el sentido del humor de su hijo, aunque él no lo viera ­— hijo estamos hablando de una joven que tiene 20 años — Luciano no podía dejar una sonrisa cuando estaba con su hijo, era su orgullo. - Es por eso que lo digo, a esa muchachita hay que internarla en esos reclutamientos donde enseñan duramente a los caprichosos y malcriados a valorar a sus padres — lo decía muy serio mientras fruncía el ceño. - Hijo no seas tan creativo ahora, quiero que me ayudes con esto, ya le dije a Ignacio que sí, no puedo dejarlo mal, en serio ese señor le ha caído una buena con esa niña — Luciano casi suplicaba a su hijo para que le echara una mano. - j***r papa, esa niña me va a traer muchos problemas — decía Rodrigo mientras se rascaba su barba de dos días, se le veía tan guapo, cualquier chica suspiraría por él y tendría sueños bastantes fuertes. - Gracias hijo, de verdad gracias — el señor Luciano se levantaba del desayunador alisando su perfecta camisa caqui para luego irse a trabajar en el jardín de su casa, ya se la hacía tarde. - Me quitaré tu apellido, esto no te lo perdonaré — Rodrigo también se levantó, pero ya con un poco de humor, nunca podría decirle que no a su padre. Siempre le gustaba arrancarle sonrisas ya que había sufrido mucho por la partida de su esposa, se dieron un fuerte abrazo y varias palmadas en su espalda, su hijo se despojó de su abrazo aun refunfuñando, el señor Luciano de inmediato se encaminó hacia la puerta de salida hasta que solo se escuchó los pasos de aquel marcharse. Rodrigo se despeinó de manera frustrada, caviló la buena que se le venía encima. Se dirigió a su cuarto, se quitó su camiseta blanca para luego deshacerse de su mono gris, había llegado de hacer una larga rutina de ejercicios, lo que no se esperaba, era la grandiosa idea de su padre. Vaya, mi papa el héroe de los padres en apuros — pensó y suspiró frustrado, se dirigió a su baño, movió los grifos, los reguló para que cayera agua tibia, necesitaba relajarse y eliminar un poco de tensión que tenía en sus músculos, mientras se duchaba pensó en Carlota, tendría que llamarla para que le diera una sesión de liberación, recordó como estuvo su chica hace tres días, cumplían 6 meses de noviazgo y le tuvo una gran sorpresa, y vaya, que sorpresa, no es que le había entregado su virginidad nada por el estilo, Carlota estaba lejos de ello, pero así le gustaba, a Rodrigo no le iban las mojigatas inexpertas que de todo se escandalizan, la pelinegra era perfecta, con ella experimentaba de todo menos el sadismo, a eso a él no le iba. Carlota le lleva 5 años, si bastante mayor para él, pero Rodrigo con tan solo 22 años demostraba que tenía una gran madurez, este poseía un alma libre, le gustaba hacer lo que le diera la gana, el castaño nunca tenía una relación estable, cuando se cansaba de la chicas, o veía que no le servían para lo que le convenía, las desechabas como un objeto, hasta que conoció a Carlota, en un club, ella siempre frecuentaba allí, para él era su primera vez en ese sitio que su mejor amigo le había recomendado. Con tan solo un encuentro de miradas, este supo lo que buscaba de ella, ambos se destinaron al baño de damas, cerró tras de sí y entonces la pelinegra le dio la felación de su vida, fue allí donde surgió esa relación. Rodrigo quedó fascinado con la boca experta de la chica. Luego vinieron buenas sesiones de sexo, sin compromiso, ni ataduras, así estuvieron un año, hasta que Carlota exigió más, quería más de él, uso todo su encanto para que el la tomara en serio, ¿pero como no iba a ceder?, si esa chica era toda una doncella y es más, le pareció estar conforme con esa dama de pelo n***o y exageradas curvas que le podrían hacer competencia a la misma Kim Kardashian. Volviendo a la realidad había otro punto que tratar aparte de llamar a Carlota para que le diera un buena liberación orgásmica, era el huésped que se iba adentrar en su apartamento, de pronto una sonrisa macabra se asomó en su cara. Salió de la ducha envolviéndose con una talla diminuta alrededor de sus caderas. Rodrigo pensó en enseñarle a esa niña caprichosa a respetar, por lo que su padre le había contado, el propósito de todo eso es mostrarle a esa niña que la vida no es toda rosa y lujos, además este odiaba a las personas que trataban mal a sus padres, si no había respeto hacia esos seres que te trajeron a la vida ¿A quién más podrías querer y respetar? - Lo que te espera niñita malcriada — dijo Rodrigo a la vez que terminaba de vestirse y tomaba las llaves de su auto para ir en busca de Carlota. *** - Mamá lo que está haciendo papá es muy injusto, porque no me deja llevar mi auto, ¡Es mío! - Anna platicaba con su madre con una expresión triste y a la vez enfurecida. - Lo siento mi reina tu padre está un poco estresado, ya no le des más dolores de cabeza y por favor, acepta su trato — Antonieta siempre que hablaba con su hija usaba un tono de voz bastante sutil, delicado, era su niña y la adoraba mucho, no podría reprimirla ni muchos menos hacerla reaccionar. - ¿Cuándo tengo que irme? ­— Anna comenzó a mostrar atención en sus perfectas y delicadas uñas. - Tu padre dice que mañana, pero si quieres le digo para que te deje unos días más aquí — su madre le decía mientras le acariciaba sus manos. - No mamá, me iré mañana como está pautado — Anna se levanta del taburete para dirigirse a su cómoda, necesitaba arreglar sus maletas. - Está bien reina, solo te pido una cosa, no le des tantos dolores de cabeza al amigo de tu papá, el señor Luciano. - Ya mamá, tranquila, me portaré dulce, amigable con ese señor —movía las pestañas muy rápido, como si llegara ser muy dulce y amable. - Mmm, bueno tengo que ir a casa de María Lucia —Antonieta se levantó de su taburete mientras se acomodaba su vestido de flores rosadas. - bye bye — Anna subía las escaleras para dirigirse a su habitación. De un portazo cerró, necesitaba relajarse, estaba muy tensa, se fue hacia su mesita donde se hallaba su reproductor, lo encendió y se escuchó por los altavoces la intensa voz de Sia, le encantaba esa artista puesto que es única, su voz, su estilo, todo de ella le encantaba, eran de las pocas artistas que tenían una voz verdadera. Fire meet Gasoline esa era una de las interpretaciones que se escuchaba, Anna comenzó a canturrear, tomó una crema y la utilizó como si de un micrófono se tratara, se miró en el gran espejo que cubría toda su pared e inicio un gran concierto donde no había espectadores, pero ella se sentía en un gran escenario, así estuvo con tres canciones más, todas de la cantante de pelo corto blanco, cuando terminó Cheap Thrills rompió en fuertes aplausos. ¡Wow! Qué bien me siento. Estúpido Richard lo que te perdiste, ojala te vaya bien con todas esas rubias falsas, plásticas, como las detesto — con esas palabras se fue hacia su closet y empezó a sacar unas maletas, todas eran rojas e inmensas. Richard se había puesto en contacto unas 50 veces, miles de mensajes llenaron su teléfono, ninguno respondido. Unos golpes hicieron que cesara su tarea. - Hola señorita su amiga Marcela esta al teléfono — La señora de servicio dijo. - Pásamela a mi línea, luz — La señora mayor asintió para luego cerrar la puerta tras de sí. Anna rápidamente rodeó su cama para alzar el móvil de su mesilla de noche. - ¿Amiga? — la voz apagada de Anna se hizo escuchar. - Amiga te tengo una invitación — Marcela gritó haciendo que la rubia se retirara el auricular. - Marcela sabes que no estoy de ánimos para salir, mañana tengo que partir muy temprano — Anna estaba entristecida por el hecho de que tenía que dejar todo lo que le gustaba. - Mi querida amiga pero anímate, esta será como una especie de despedida para nosotras — La dueña de la voz parlanchina le suplicaba. - Puedes venir ahorita y vemos una película — La chica dorada se acostó en su enorme cama blanca fijando la vista en el cielo de su habitación. - ¡No! - Gritó Marcela — es una fiesta en la playa, estarán todos los chicos de la facultad — Anna jugaba con su cabello mientras pensaba una respuesta. Le parecía una tentadora propuesta, pensó que iba a pasar un buen tiempo sin asistir a ellas y por lo tanto las iba añorar. - Está bien, pero no quiero que nadie se entere que me voy a trabajar a un pueblo cerca de aquí — La chica del otro lado de la línea comenzó a gritar emocionada por la aceptación por parte de la rubia. - Eres la mejor amiga, no te vas arrepentir, además tienes que disfrutar este último día — Anna elevó su cabeza y se fijó en su reloj de pared. - ¿A qué hora pasarás por mí? — se escuchó un ruido detrás de la línea. - A las 9 voy por ti, estate lista amiga, te dejo para que te arregles — La rubia emitió un adiós, colocó el teléfono en su sitio para luego volverse a fijar en su reloj, solo le quedaban exactamente una hora para arreglarse. Observó sus maletas aún no terminadas. Anna comenzó a ingresar todas sus pertenencias de mala gana, odiaba todo lo que le pasaba, había tenido una vida casi perfecta, tenía una carrera, y ahora tendría que congelar su año para poder cumplir las órdenes de un extraño. Un novio que la mayoría han querido tener en su vida, tenía todo lo que quisiera, ropa, fiesta lujosas, amigas de alta sociedad, una vida llena de vanidades, y era feliz, disfrutaba con viajar a muchas partes, le gustaba su existencia, ahora tendría que verse modificada porque su padre no veía correcto que siguiera por ese camino, ella no lo entendía, cuando eres infeliz buscas la manera de ser feliz, pero Anna consideraba que lo era y ahora la harían miserable, la vida al parecer no tiene sentido. Sentía una furia cada vez que recordaba las palabras de su padre, además verse engañada por su adorado Richard la hacía enfurecer aún más, comenzó a cerrar sus maletas de mala gana, por su mejilla cayó una simple lágrima, se juró que sería la última, no le iba a dar el gusto de sufrir a su progenitor, ni a su ex novio. Por ello Anna sintió la necesidad de salir, quería despejar su mente, olvidar por un momento todo lo que le estaba sucediendo, cuando su amiga la invitó le resultó tentadora su propuesta, por eso accedió, aunque no tuviera ganas de ir. Su teléfono vibró, se acercó a su mesita y vislumbró que era Richard otra vez, se vio tentada a contestar, tomó el teléfono y observó la imagen de ellos muy risueños, él le daba un beso en la mejilla y ella sacaba su lengua, lanzó el móvil haciendo que impactara contra la pared, no quería saber nada de él, para ella, su novio ya había muerto. Se apresuró por dejar todo listo y así con esa rabia que sentía se metió en su baño para darse una relajante ducha. Al cabo de una hora la señora de servicio le indicó que la estaban esperando, ella le hizo un gesto para que aguardara, se vislumbró es el gran espejo que cubría toda su pared, se dio un visto bueno, tomó su bolso y salió disparada por las escaleras. Al abrir la gran puerta de su casa se encontró con Marcela y unos amigos, ella de inmediato fingió una sonrisa, saludó a todos y prendieron la marcha. - Hoy será una gran noche — El muchacho con pinta de ser el hermano perdido de Zac Efron les dijo a las chicas alzando la voz. - Por supuesto, ¡Wow! — la voz de Marcela sobre salió a través de la música estridente del auto. - ¡Hey! Anna, ¿Qué tienes? — dijo el chico que iba conduciendo ese descapotable color n***o. La rubia se dio cuenta que se refería a ella, de inmediato plantó su sonrisa más simulada y falsa que podía expresar su rostro. - Umm, no nada, solo tengo unas ganas inmensas de divertirme — cada vez que la chica decía esas palabras elevaba su voz al igual que sus brazos. - Esa es la actitud — dijo el segundo Zac Efron. Comenzaron a divisar unas palmas, ya se podía percibir el olor a salitre, se adentraron por un camino angosto de concreto, de allí se podía ver el reflejo de la luna en el mar y así mismo el sonido de las olas. Vislumbraron unas luces que venía de una especie de cabaña, a medida que iban acercándose notaron que a su alrededor habían muchas personas con trajes de baños, otros con atuendos bastante ligeros, Anna por su parte tenía un short de jeans alto que le hacían lucir unas hermosas piernas, seguido de una blusón holgado con sus tenis color blanco. Al llegar al sitio aparcaron, los cuatro chicos llegaron donde estaba un grupo bastante grande alrededor de una fogata, de inmediato saludaron para luego integrarse en el conjunto. - Anna que preciosa estas — dijo un chico bastante fortachón que tenía unos ojos muy felinos. - Gracias Luke — la rubia le brindó media sonrisa. - ¡Escuchen! — una chica bastante ebria se acercó al grupo y les dio una botella —juguemos a tragos largos — Marcela se emocionó, Anna por su parte rodó sus ojos. - Cambiemos el juego — dijo una chica que se encontraba abrazada a el hermano perdido de Zac Efron. Muchos afirmaron la propuesta de la joven, otros abuchearon. - ¡Hey! Cálmense — Luke se hizo presente con su voz gruesa — Que Anna elija — todos se quedaron expectante mirando a la rubia. - Que sea tragos largos — muchos aplaudieron y comenzaron a retar a los recién llegados. - Marce — dijo un chico con rasgos asiáticos — te reto a este trago largo, ya sabes que si dejas tienes penitencia — el chico vacío el líquido en un vaso de vidrio. Los presentes se quejaron alegando que era muy poco — ¡Escuchen! Esto es para empezar — Marcela se levantó y fue por su vaso vertiéndolo todo en su garganta. - Comprueba — muchos gritaron. El chico a******o asintió. - Nada — los presentes aplaudieron, la chica emitió sus agradecimientos. Así transcurrieron unos 30 minutos en ese juego, risas, bailes, caídas, desnudez, todo eso se observó en esa fiesta de playa. Por otra parte Anna se hallaba bastante ebria, incluso todo el grupo, vislumbró que Marcela se hallaba levantándose y antes de que la chica lo hiciera la rubia la tomó por su brazo y de un golpe la hizo caer devuelta a la arena, los presentes partieron en risas. - ¿A dónde vas? — le susurró al oído. - Mi novio llegó, mira — la chica señaló donde un hombre corpulento estaba parado con su auto mientras hablaba con un pequeño grupo. Anna rodó sus ojos — ¿Que hace aquí?— Marcela la vislumbró frunciendo su ceño. - Vino a verme amiga, quédate tranquila— Su compañera se enalteció como pudo y fue hasta donde su novio se hallaba. Anna maldijo al verlo allí, sabía que ese tipo es amigo de Richard y quizás le había dicho donde ellas se encontraban. - !Hey! chicos no se pierdan este espectáculo — Exclamó un joven desde lejos, algunos que se encontraba en la rueda salieron como balas, Anna ni se inmutó. - ¿No vas? — Luke, el chico fortachón le dijo a la rubia de la mirada pérdida. - No gracias, no quiero ver eso — El fortachón aprovechó para acercarse un poco más a Anna, esta no se dio cuenta de esa intención. Allí solo quedaban pocas personas. -Hoy te encuentras muy linda — premió Luke. - Ya me lo habías dicho — Anna estiró sus piernas mientras jugaba con la arena. - Es que no me canso princesa — La rubia emitió una débil sonrisa. Luke vio eso como un permiso así que sin esperar más llevó su mano y la pasó por la sedosa mejilla de la chica, Anna por su parte no se quejó, se sentía tan ligera y mareada que no poseía fuerzas para hacerlo. - ¡Te dejo sola un segundo y ya andas ligando con otro! — Anna alzó su vista y se fijó en la gran figura de Richard que estaba a su lado con los brazos en forma de jarras. - Lárgate Richard, no te quiero ver — Sentenció Anna, Luke se había quedado impactado, el sabia claramente que ella estaba saliendo con él capitan del equipo. - ¿Aprovechas que tenemos problemas para venir a coquetear con otro verdad? — Anna sonrió, luego vino una carcajada que no pudo reprimir, se acostó en la arena mientras se aguantaba su estómago, no podía con tanto. Pasaron unos segundos cuando la chica se repuso. - ¿Problemas?, el que me hayas engañado con otras todo este tiempo haciendo morbosidades, ¿A eso le llamas problemas?, Entiende esto Richard, tu para mi eres historia — Anna sonrió mientras veía las estrella de ese cielo oscuro. Las personas que estaban allí se quedaron asombradas, más que todo Luke. - Pero Anna todas las parejas una vez en su relación pasan por algo así — la chica esta vez no elevó sus comisuras, ni explotó en carcajadas, con cuidado se levantó, Luke la ayudó. - Richard yo no soy una estúpida que acepta que su novio la engañe para que luego venga como si nada ha pasado, comprende de una vez, ¡Te quiero lejos de mi vida! — Y ante ese último arrebato salió disparada de allí, aun se apreciaba mareada pero como pudo se mantuvo erguida, sintió unas manos que se postraban en su antebrazo para hacerla detener. - Tranquila, vamos yo te saco de aquí — Luke en ese momento la llevó hasta donde se encontraba la casa estilo cabaña, allí había un aglomeración de personas. - Llama a Marcela por favor — Luke pareció pensarlo cuando sintió que alguien lo empujó haciendo que este cayera de bruces en la arena. Anna se quedó perpleja, Richard estaba hecho una furia, Luke de inmediato se enalteció y sin pensarlo le dio un fuerte empellón en la mejilla a su contrincante. - ¡¿Qué te pasa maldito?! — Gritó Luke agitado y exasperado, Richard no se quedaba atrás. - No la toques imbécil, ella tiene su hombre — Anna se llenó de miedo, algo en la mirada de Richard no le gustó, era como si no lo conocía. En ese instante sintió que Richard se balanceó sobre Luke propinándole un golpe que fue a parar en la mejilla del fortachón. Todos los presentes armaron una rueda para poder ser parte de ese espectáculo, Anna quedó en medio de esa algarabía. - Sepárenlo chicos, se van a matar — Anna chilló fuerte ya su nivel de alcohol había bajado por la adrenalina que sentía en ese momento, todos comenzaron aclamar para animar a los chicos a pelear, ellos por su parte seguían revolcándose en la arena, en ese instante Richard tenia a Luke debajo de él, este luchaba por zafarse, a su vez golpes y golpes eran propiciados por ese loco que no podía parar, Anna comenzó a llorar, no le gustaba la violencia, eso a ella le aterraba, escuchar como sonaba los golpes de Richard hacia Luke era espantoso. De pronto el grupo se vio disperso cuando se adentraron a la rueda los amigos de Luke en eso estaban el hermano perdido de Zac efron. - Déjalo malnacido — El chico a******o llamado lee de un impulso quitó a Richard, Luke yacía inconsciente sobre la dura arena. Lee lo tomó por la camisa haciéndolo estremecer acercando su rostro rojo — Ahora pelea conmigo — Richard giró su cara para escupir sangre. - A quien quería matar era a Luke, no a ti, no te metas — El chico a******o empujó a Richard haciendo que este se estremeciera dando pasos hacia atrás. Anna salió de esa algarabía y fue en busca de su amiga, quería irse, alejarse de todos, especialmente de Richard que no tardaría en buscarla, subió lo escalones de la casa y corrió para adentrarse en ella, vislumbró a su amiga sentada en las piernas de su novio. - Marce, vámonos, Richard está aquí y me está buscando — Anna estaba muy nerviosa por lo tanto hablaba muy rápido, su amiga la observó un poco ida, la rubia se imaginó que poseía mucho alcohol en sus vasos sanguíneos. - Anna, ahora es que la fiesta está en pleno apogeo, vamos no seas aguafiestas y disfruta — la rubia lo miró con cara de pocos amigos. - Marce vámonos — Su amiga volvió a la tierra. - Dile a Lee o a Mark que te lleve, yo quiero seguir disfrutando — Anna suspiró, ya esa chica estaba demasiado borracha como para razonar. Salió disparada de allí, tenía miedo que Richard la encontrara y la obligara a irse con él, después de lo que presenció pudo notar que ese chico es capaz de hacer muchas cosas. Anna vislumbró que todavía estaba la gente en esa rueda, temió que siguieran peleando, así que agachó su cabeza para irse a donde se hallaban los autos aparcados. Maldición, porque no me traje mi auto — susurró Anna mientras se inclinó, el camino de allí a la carretera principal era bastante largo, en ese instante pensó en llamar a su madre pero recordó que su teléfono lo había roto ella, volvió a maldecir. Tenía solo una opción. Fue nuevamente hasta donde se encontraba Marce y su novio, por lo visto muy eróticos. Observó que no tenía su cartera con ella, volvió a maldecir. Salió rápidamente de allí para llegar hasta el aparcamiento y buscar el bolso de su amiga - ¿Anna donde mierdas estas? — escuchó un grito que provenía de la voz de Richard, la rubia tembló, quería irse de allí puesto que no tenía a nadie que la ayudara con él, todos se hallaban muy borrachos. Visualizó el bolso de su amiga, con sus manos temblando comenzó a hurgar, no encontró el teléfono. - Vamos, vamos ¿donde estas? — Escuchó desde lejos que Richard le gritaba a su amigo que la encontrara — Mierda — Anna observó que el celular de su amiga reposaba al lado de la palanca de cambios, por fin pudo suspirar, lo tomó y se fue de allí. Anna atravesó la pila de autos que estaban estacionados, algunos chicos habitaban allí teniendo sexo, pero ella ni se inmutó, comenzó a caminar apresuradamente, no se podía esconder ya que allí solo habían pocos árboles, por lo tanto la encontraran muy rápido, con nerviosismo marcó el número del chofer de la familia, de inmediato sonó apagado, maldijo para sus adentros, con sus manos temblando punteó otro número, ese podría ser su salvación, comenzó a sonar los pitidos pero no cogían el celular, vislumbró la hora, dos de la madrugada, siguió marcando mientras que miraba hacia atrás, la vía principal estaba un poco lejos así que comenzó a trotar, quería salir de allí lo más pronto. Se detuvo un instante para volver a marcar, sonó, sonó, sonó. - ¿Diga? — una voz ronca y somnolienta apareció después del tono. - Marcus necesito tu ayuda, por favor, es una emergencia — La voz de Anna sonó quebrada. El protagonista del otro lado de la línea aclaró su voz. - ¿Quién habla? —preguntó el chico un poco confuso. - Soy... soy Anna, Marcus te pido que vengas a buscarme en la playa vieja, el desvió que esta después de la curva, te esperaré afuera, si no estoy ven a buscarme donde sea — La rubia sonaba desesperada, tenía demasiado miedo. - Anna porque estas tan lejos, ¿Estas en peligro? ¿Quieres que llame a la policía? — La chica dorada miró hacia atrás mientras seguía caminando por la angosta carretera. - No, no, solo ven tú, por favor — El chico ya se había levantado y se hallaba arrastrando su camisa por sus pectorales. Anna se había quedado en la oscuridad, solo estaba siendo iluminada por la luna, desde lejos pudo observar las luces de la cabaña, aun no se sentía tranquila ya que en cualquier momento podría aparecer Richard. Pasaron unos minutos y sintió que se estaba quedando sin energía, ya se acercaba a la salida para dar con la carretera principal, divisó a pocos metros un árbol de palma, se arregostó de allí y cerró sus ojos, se topaba muy cansada, miró la hora en el celular de su amiga iban a ser las tres de la madrugada. Anna se agachó yaciendo su espalda en el tronco del árbol, desde allí podría ver si se acercaba Marcus. De pronto escuchó un ronroneo, sus sentidos se pusieron en alertas, sintió recorrer su adrenalina por cada vena de su cuerpo. Era Richard que se acercaba en su jeep azul, lo observó desde lejos, venía a una cierta velocidad, giró su cabeza a ambos lados, necesitaba encontrar un escondite para que ese chico no la encontrara, no vio nada, puesto que eso era un lugar desolado que solo contaban con la carretera principal. El auto cada vez se acercaba a la salida y ella quedó allí plasmada sin saber a dónde correr. Solo se escuchó un fuerte sonido que lo produjo las llantas del auto de Richard y luego su fuerte voz. - Creías que te ibas a escapar de mí, princesa — el corazón de Anna al parecer quería salir de su jaula torácica, sentía que sus manos sudaban a mares, su respiración comenzó acelerarse, en ese instante temió por su vida. El chico emergió del auto y enfrentó a la rubia. - Déjame en paz Richard, entiende por una vez en tu vida que esto ya no puede ser — el chico se acercó cauteloso observándola con un brillo en sus ojos muy extraños, tenía un golpe en su mejilla y el labio inferior partido. - No te dejare en paz porque tú eres mía — sin esperar respuesta, Richard se balanceó sobre ella, pasó su mano por la cadera de la chica para atraerla hacia sí y con su otra la llevó a su nuca obligándola a besarlo. En ese instante Anna comprendió que ese chico podría hacerle daño si se negará, no pasaron muchos segundos cuando otro auto se acercó a ellos, las luces cegaron a la chica. - Aléjate de ella Richard — La voz de Marcus se hizo presente. - ¿Y si no que? — el chico aún sostenía a la rubia. - Sólo te lo diré una vez — Anna sintió que vio el cielo cuando Marcus apareció, el chico soltó a la rubia, él no era tonto, sabía realmente con quien se estaba metiendo — sube, espérame en el auto — La joven no esperó otra petición y fue corriendo hacia la camioneta. - Dile que la buscare Marcus, esto no se queda así y eso es para ti también — Richard se acercó a su auto. - Es mejor que la dejes tranquila, y conmigo no te metas — Marcus también se dirigió a su vehículo y ambos prendieron la marcha en diferentes direcciones. - Gracias Marcus no sabes lo agradecida que estoy contigo — en ese momento la chica sintió un gran peso en su cuerpo así que no tardó en quedarse dormida. *** Carlota se encontraba acariciándole su pecho con sus uñas largas de color verde chillón, estaban en la sala de estar de Rodrigo, este a su vez no dejaba de acariciarle sus piernas. -¿Porque tienes que dejar que esa chiquilla se quede contigo? tú no eres su padre muñeco — Carlota hablaba como una niña a punto de llorar, clara muestra de una fingida expresión. - Lindura le doy una semana para que aguante, según mi padre solo es hasta que cobre y pueda pagar su propio alquiler —dijo Rodrigo depositándole un beso en sus labios. - Igual no me parece, estará aquí, compartirá contigo — se levantó Carlota dio unos pasos haciendo aparición de su cabreo. - ¡Hey! lindura, no te enojes, ya verás que se irá tan pronto como cuando llegue — mientras decía esas palabras se levantó y se acercó muy sensual a Carlota mientras la llevaba a la pared más cercana, la tomó por la cintura y la asechó acorralándola. Carlota era muy chiquita con respecto a Rodrigo apenas le llegaba a sus hombros, este movía sus caderas para frotarse con la entrepierna de su chica, la besó con mucha fuerza, introdujo su lengua, uniéndolas y haciendo una danza que era digna de mirar, Rodrigo se separó de ella para poder alcanzar un poco de oxígeno, sonrió de medio lado, moviendo ambas cejas a la vez. - Lindura, no estés celosa ella no será ningún problema, ya lo veras —Rodrigo la alzó para acomodarla a horcajadas, para rápidamente encaminarse a su habitación, la arrojó en la cama con un poco de agresividad, ella rió por lo bajito — Desnúdate lindura, quiero verte — ella obedeció de inmediato, no esperó otra orden, Carlota se quitaba sus prendas poco a poco, no es que fuera mucho, ya que solo atribuía un diminuto vestido pegado a su piel que no dejaba casi nada a la imaginación — eso es, quédate en brassier — una vez cumplido con su tarea Rodrigo se quitó su pantalón, buscó rápidamente un condón y se lo colocó, se aproximó como león que estudia a su presa, le levantó las piernas de su chica uniéndolas, dirigió su m*****o en la entrada que lo iba a enviar a la gloria, en esa posición con las piernas colgadas en sus hombros, comenzó un bailoteo glorioso. Rodrigo era certero en sus ataques, movía sus caderas como si pasara toda su vida en ello, si era experto, este cada vez fue aumentado de rapidez, Carlota gemía y gemía cada vez más fuerte, supongo que ya los vecinos se enteraron de su travesía s****l. La pelinegra comenzó a sentir un corriente que venía desde su entrepierna a todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo, no pudo más, se dejó llevar, y se sintió en las nubes, como si de un pajarito volando por el cielo se tratara, Rodrigo se dejó trasladar y derramó todo sus flujos vaciándole en su condón, se retiró de su chica y se acostó al lado, aun medio vestido. - Arréglate lindura, vamos almorzar — Rodrigo la vislumbraba, ya se estaba recuperando de ese orgasmo demoledor que le había causado. *** Melania
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