Capítulo 3 (Un Nuevo Hogar)

3299 Words
Se sentía muy nerviosa, le sudaban sus manos, su pierna derecha parecía que tenía vida propia, al lado se encontraba Don Ignacio muy sereno e iba canturreando su canción favorita de Leo Dan, Mari es mi amor. -¿Cómo te sientes hija? — se giró hacia su niña que estaba muy concentrada en la carretera y en los nervios que no podía controlar. - ¿En serio me lo preguntas papá? — Vislumbró a su padre con cara de incrédula y volteó sus ojos. - Solo quiero saber hija, deja de hablarme así, todavía sigo siendo tu padre — Dijo el señor muy sereno. - Ya no lo creo, un padre no le hace esto a su hija — se giró completamente hacia la puerta, dándole la espalda a su papá. - No seas boba Anna, ya me lo agradecerás — Don Ignacio no podía ocultar su sonrisa, al parecer su hija no iba a dejar de actuar como una niña caprichosa. - Déjame tranquila — Anna Rebuscó entre sus cosas y recordó que su teléfono no estaba con ella, maldijo para sus adentros. Al cabo de media hora, Don Ignacio rompió el silencio que los había envueltos. - Hemos llegado, Te va a encantara vivir aquí ya que las personas son bastante gentiles, te sentirás cómoda con ellos — giró el volante y estacionó en una cafetería muy grande, tenía asientos afuera que casi ocupaban toda una esquina, por lo visto se hallaba bastante concurrida. - Sí, que emoción — su hija fue la primera en salir del auto, pero no por la impresión, más bien quería salir de los preámbulos lo antes posible - Vamos entremos, nos están esperando — Ignacio tomó la mano de su hija, esta inmediatamente la rechazó, siguieron su camino hasta encontrar la entrada, sonó una especie de campana, Ignacio visualizó a su gran amigo Luciano que estaba en la barra de la cafetería — ¡Hombre! Qué bueno es verte de nuevo — se fundieron en un inmenso abrazo incluyendo palmadas en la espalda. Anna rodó sus ojos. Los grandes amigos se sumaron en una pequeña conversación recordando sus andanzas de jóvenes mientras se abrazaban. El señor Luciano se dio cuenta que detrás de ellos había una joven que resoplaba cada segundo y miraba a los lados con cara de pocos amigos. - Perdón ¿ es tu hija ?, que grande esta, si apenas recuerdo a esa pequeña rubia — El señor Luciano se encontraba tomando la mano de Anna para luego llevársela a sus labios. - No quiero formalismo, ni historia de mi niñez, dígame señor ¿cuál es mi trabajo? — Anna se estaba cansando de esa situación, quiso ser directa, miraba a esas dos personas felices, como si hubiera algo que festejar, mientras ella, sufría por el solo hecho de trabajar y lejos de su madre. Ya no podía con eso. - Ja, ja vaya esa chiquita salió igualita a ti Ignacio, siempre impacientes. Bueno pequeña eso le compete a... - Mi nombre es Anna señor — Esta se cruzó de brazos, fruncía tanto el ceño que casi se le dividen dos caras. - Disculpa Anna, como te decía mi hijo es el dueño de esta cafetería y se encargará de darte el trabajo — Luciano ya se imaginaba a su hijo dándole órdenes a esa pequeña criatura que aunque fuera alta con piernas estilizadas, seguía siendo una niña. El señor Ignacio no pudo ocultar una pequeña sonrisa, ya su hija estaba apresurando la situación para salir de ese bochorno. - ¿Y dónde está? — Anna movía su cabeza de lado, para buscar a ese jefe gordo, fastidioso que pretendía comandar su vida. - ¿Me buscan? — en ese momento apareció Rodrigo entrando detrás de la barra mientras se quitaba su lentes Ray-ban. Atravesó una pequeña puerta que dividía la barra y se enfrentó con las personas que estaban allí. - Rodrigo ¿te acuerdas de la hija de mi amigo? — Luciano observaba atento a las facciones de Rodrigo. Anna quedó plasmada, no se esperaba a ese chico tan peculiar, al parecer sus labios no querían cerrarse, no lo podía negar, estaba como para servirlo y deleitarse con ganas. No sabía que así estaba Rodrigo después de tanto tiempo y muchos menos sabiendo que él era un niño gordo. Se imaginó dándose sonoras palmadas en su mejilla, no quería tener pensamientos con respecto a ese dictador. - Mmm ya, que bueno es volver a verlo señor Ignacio, mi padre me ha hablado mucho de esta visita, ¿No es notable su emoción? — Rodrigo obvió la presencia de la chica alta y rubia que se encontraba al lado de Don Ignacio. Anna se quedó boquiabierta, la había ignorado, cuando su padre la presentó simplemente pasó de ella, ni siquiera la miró, la chica comenzó a molestarse, ya veía la clase de persona con quien tenía que lidiar. - No puedo negarte que yo también me siento emocionado de ver a mi gran amigo. Tu padre está muy orgulloso de ti, ya veo que llevas muy bien el negocio familiar — Don Ignacio vislumbraba a los alrededores contemplando la enorme cafetería que tenían. Anna carraspeó pero sonó más a un gatito asustado o mejor dicho casi ni se escuchó. Todos se giraron hacia a ella, esperando a que hablara. Como no lo hizo Rodrigo interrumpió. - Bueno tengo cosas que hacer — informó Rodrigo — Te espero en mi oficina para darte las instrucciones — ahora si se había girado a la chica, pero sus ojos solo se quedaron en su cuerpo — hasta pronto señor Ignacio, espero volver a verlo por aquí, que tenga un buen viaje y saludos a su querida esposa. Rodrigo giró sobre sus talones, atravesó nuevamente la gran barra y subió unas escaleras que daban a una pequeña oficina. Para Anna su cabreo iba en aumento, muy decente con su padre, pero a ella ni siquiera la había mirado a los ojos, ni la dejó expresar nada. - Hija ya es hora de irme, tengo mucho trabajo por adelantar, te llamo cuando llegue — su padre la abrazó, ella ni se inmutó, no quería verlo, él era el culpable que estuviera allí con esas personas que no conocía. Su padre se giró, saludó por última vez a su amigo Luciano para encaminarse a su auto y así marcharse. - Anna no nos vea como tus enemigos, esto es algo que tu padre quiere hacer por tu bien, más adelante se lo agradecerás, ya verás — ella miraba a esa señor como si de un bicho se tratara. - ¿Dónde está la oficina de su hijo? — Anna no aguantaba su cabreo, quería golpear algo, necesitaba descargar toda esa furia que había guardado muy dentro. Todas las cosas que le estaban sucediendo le habían generado mucha ira, rabia, dolor y mucho odio. Además lo que había pasado la noche anterior le estaba pasando factura, se sentía muy cansada. - Está en la planta de arriba, sube las escaleras en la primera puerta — Luciano vislumbraba a esa chica compadeciéndose de ella, su hijo no era fácil de llevar. Mientras Anna subía esas tediosas escaleras, su mente empezó a maquinar, su hijo no le daba buena espina. Divisó la puerta color beige que tenía una placa y decía "No pase" Estúpido jefe — pensó ella. Giró la manilla y entró, allí estaba sentado detrás de su escritorio, muy sexy por cierto. El joven lucía un mono color gris junto con un suerte del mismo matiz, parecía que venía de hacer ejercicios. - Nadie te enseño a tocar antes de entrar niñita — Rodrigo frunció el ceño mientras la miraba fijamente. A Anna se le encendieron todas las alarmas, su ira iba en aumento, a ella nadie la trataba así, no se lo merecía, él no sabía por lo que ella había tenido que pasar todos estos días. - Y a ti nadie te enseño a ser cortés — Anna lo miró como si de un fenómeno se tratara. - Mira niñita, escúchame bien, a ver si entiendes estas simples palabras o dime si tengo que escribírtelas en una pizarra, o quizás... - Bruta será tu abuela — Explotó la chica dorada, no aguantó más y le lanzó unas carpetas que yacían en el escritorio, Anna sentía la necesidad de descargar toda la tensión que se le acumuló, ya no podía más. Quería pagar todo lo que le había sucedido con él. - ¡Cállate!, mi abuela esta fuera de esto, no la vuelvas a mencionar — Rodrigo se elevó de un salto al verse envuelto en sus propios papeles, su ira aumentó al escuchar el nombre de ese ser que tanto adoraba. - ¡Imbécil! Es tu culpa haber insinuado que soy bruta — la chica rubia apretó sus manos encerrándolos en dos fuertes puños. Rodrigo rodeó su escritorio tomándola por el brazo como si de un objeto sin valor se tratara, se encaminaron hacia las escaleras de manera rápida y sin cuidado. - Suéltame patán, me estás haciendo daño ¡Me oyes! Me duele — Anna estaba luchando con su agarre, pero era imposible, Rodrigo era muy fuerte. - Te voy a enseñar a lo que realmente has venido — Rodrigo lanzaba llamaradas por sus ojos. - ¡Suéltame imbécil! — Rodrigo casi arrastraba a Anna por un pasillo donde llegó a la cocina. - Escúchame bien niñita... - ¡No! Déjame — Gruñó - Te dije que me escuches — Anna no paraba de agitarse, todos lo que estaban presentes en la cocina, miraban como si fuera un reality show, el personal empezó a susurrar ante semejante espectáculo. Se detuvo en una pila de platos, tazas y un sinfín de menesteres. - Fíjate en esto niñita, vas a lavar todo esto y lo dejaras reluciente, quiero que lo acabes limpio, ¿me entendiste? — los dientes del castaño relincharon, su rabia no podía a llegar a más. - ¿Estás loco?, mi padre me dijo que tendría que... - ¿Es tu padre el dueño de mi cafetería? — Rodrigo la zarandeó por su brazo. - No pero él me dijo... - Shhhhh, me perturbas, ya te di una orden, eso es lo que harás, vendré a supervisar los resultados — Rodrigo suspiró soltándola de su agarre. Anna no se lo podía creer, eso no se lo esperaba, ella nunca había lavado un platillo en su casa, de eso se encargaba la señora del servicio, y ahora tendría que hacerlo pero con una torre de vajillas. Rodrigo habló con una señora bastante mayor para luego marcharse. Todas la miraban y murmuraban con mucho descaro, incluso algunos se reían en voz alta. Anna tragó su orgullo y comenzó a ordenar las cosas, una señora bastante mayor se le acercó y le tendió un uniforme. -Tienes que usar esto primero — la voz de la dama sonaba casi como si fuera de un hombre. Cuando la mujer regordeta se disponía a marcharse Anna la tomó del brazo con cara de asco. - Disculpe Señora, ¿Cómo lo hago? ­— la señora la miró con un perfil que daban ganas de acurrucarse y huir lo más lejos posible. - ¿Me estas tomando el pelo niñita? — Sentenció la señora. - ¡Ja! Ni se lo tocaría, puesto que debe tener años que no se lo lava, además... — Con la cara que le colocó la señora, Anna tuvo que callarse pues pensó que la iba a golpear. - Solo estoy bromeando madama — mintió Anna, ya quería que la mujer se fuera. La señora partió de allí, meneando su enorme trasero. - No me queda de otra, haré esto como pueda — Anna observaba toda esa pilas de utensilios y suspiró, no tenía idea de cómo empezar, pero haría lo posible. Mientras desempeñaba esa labor su mente divago por recuerdos, lo que había pasado la noche anterior le estaba pasando factura, sus ojos se estaban haciendo muy pesados como para mantenerlos abierto. Se sintió frustrada, molesta, eso no era los planes que tenía en mente, su verano no podrá ser así, apreció unas inmensas ganas de llorar pero tuvo que tragarse esas futuras lágrimas, ya que aún quedaban personal allí, los presentes aun la miraban extraño, eso a ella la hizo sentir más humillada. Nunca se imaginó que iba acabar así después de haber tenido casi todo lo que quería en su vida, todo estaban siendo injusto con ella. *** - Y listo — Anna terminó con su último utensilio, estaba completamente mojada, al final tuvo que relajarse y así poder culminar con la tarea. Ya no quedaba nadie en la cocina, no se había percatado de lo tarde que era — vaya cuanto tiempo dure haciendo esto — recordó que no tenía teléfono, comenzó a buscar en la cocina un reloj, fijó la vista en la pared, eran las 9 de la noche — Que horror, he tardado mucho — Anna se estaba quitando su mantel cuando escuchó los pasos de una persona, se asustó de inmediato. -¿Terminaste? — la voz gruesa de Rodrigo la sobresaltó. - Míralo tú mismo — Anna se sentía orgullosa con su fruto, lucía una sonrisa muy resplandeciente a pesar de la circunstancias.  Rodrigo se acercó dónde estaban los utensilios — esto es una porquería — se giró hacia donde se encontraba la chica dorada. -¿Qué dices? —Anna no se podía creer lo que estaba escuchando. - ¿Eres sorda? — Rodrigo se sentó en un taburete, mientras fijaba la vista en ella. - Claro que no, estúpido, solo que... - Respétame — la cortó. Rodrigo colocó una mano en su barbilla estudiando a esa chica alta, rubia y con unos labios de infarto. - ¿Cómo? — ella estaba a punto de tirar todo a la borda. - Dije respétame, soy tu jefe, y desde que llegaste me has hablado como si me conocieras de años, te dejare unos putos puntos claro — El chico la observó expectante. - Eres un completo... — Anna tuvo que detenerse ya que el había alzado su mano. - Número uno, el trabajo se hace bien, me gusta la calidad, las cosas se conciben perfectas aquí, no como la porquería esa que acabas de hacer, ¿me entiendes?, mañana lo lavaras de nuevo hasta que quede reluciente, Número dos, para dirigirte a mi tienes que usar unos simples términos, señor, jefe, diga usted, ¿si me entiendes niñita? — Rodrigo enumeraba con sus manos. - Espera, ¿hacerlo otra vez?, Eso no puede ser cierto, yo... — Rodrigo continuó con su monólogo. - No he terminado aún, Número tres, no quiero relajos, nada de conversaciones con los clientes, aunque creo que tú no podrás llegar a eso — Rodrigo la apuntó con su dedo. Anna se sentía mal, tenía que ser humillada por ese tipejo, pasaron unos segundos, así que lo pensó bien. Sonrió y se acercó a la mesa donde este estaba, apoyó sus manos y aproximó su rostro — Está bien jefe, como usted diga — Anna pronunció esas palabras muy duras, desprendiendo mucho odio en cada silaba. - Así me gusta, mañana Fabiola te dará tu horario y te asignaras las tareas que tendrás que realizar, el pago también te lo explicara ella — Rodrigo lucia muy sereno. -¿Dónde dormiré hoy? — Anna preguntó temiendo que la dejara en la calle. - No lo sé, ese es tu problema — se levantó de su asiento y se fue hacia la puerta — pensé que ya tenías un lugar — y dicho esto se fue. -¡Estúpido! ­— Anna comenzó a trazar un plan rápido, si más no recordaba su padre le había dicho que iba a vivir con su patético jefe hasta que pudiera reunir lo suficiente e irse alquilar — lo tengo, entraré en su juego, si eso es lo que quiere. Anna salió de la cocina disparada, observó que todavía quedaba poco personal, vislumbró sus maletas a un lado, en una esquina, no podría cargar con ellas, fue hacia allí, abrió una y comenzó a sacar algunas de sus pertenencias, ropa, cosas de aseo, maquillaje, lo introdujo en su cartera. Por la pared de cristal que daba hacia la calle miró a Rodrigo que hablaba con su empleado. Quizás estén planificando mi asesinato ese imbécil — una vez obtenido esto, salió de la cafetería recibida por el aire frió de la noche, Rodrigo la miró como si viera un espanto, ella sonrió y saludó a su compañero de trabajo. En ese momento Anna se destinó a la puerta del copiloto, la abrió y entró cerrándola de un portazo. Rodrigo no podía creer lo que había visto, esa niñita entró en su descapotable sin pedir permiso, o por lo menos sin pronunciarse, solo con una estúpida sonrisa pintada en esa carita de porcelana — Gustavo hablamos mañana­ — Rodrigo rodeó el carro y se situó en el lado del copiloto. - Bájate — Rodrigo habló con una voz extremadamente calmada. - No, mi iré contigo — Anna no lo miraba. - Dije que te bajes, no lo repetiré ­— Rodrigo elevó su rostro y visualizó a su alrededor. - Mueve tu puto coche ya querido — Anna en ese momento se fijó en sus delicadas uñas. - ¡Bájate! — Rodrigo dio un manotazo al carro, su paciencia se estaba agotando. - Quieres armar un escenario aquí, que patético eres, sabes algo ¡No me voy a bajar! — Anna en el fondo tenía miedo, ese chico era imprescindible, no sabía que le tenía preparado, pero no lo iba a demostrar, por eso se mantenía fría. Rodrigo dio otro manotazo y suspiró, Rodeó su carro, entró, encendió su auto descapotable e inicio una marcha que dejaría a todos con los pelos de puntas, sonando las llantas aceleró a toda velocidad. Esa niñita caprichosa me ha sorprendido, si tiene pelotas, no le tembló la voz en ningún momento, vaya no lo voy a negar, me gusta esa parte de una mujer, que tenga determinación — Caviló el joven. Una vez discutió con Carlota y esta se puso a llorar y eso que no le había alzado la voz, no le quedó de otra que consolarla. Cualquier chica con la mirada de Rodrigo y su voz grave podría romper en llanto. -¿Dónde vives? No me digas que en un... — Anna comenzó a ver a su alrededor. - Puedes callarte — no era una pregunta, era una orden. - Imbécil — murmuró Anna muy bajito apenas audible volteando sus ojos. Ese tipo no se merece ni que le hable, me pregunto si tendrá amigos, porque con ese carácter no creo, más bien debe vivir solo, abandonado ya que ni su papá querrá estar cerca de él, lástima porque se ve tan guapo, tengo ojos, no soy tonta, Rodrigo me deja con la boca abierta y babeando, son de esos chicos que salen de una revista de modelos, de esos que tanto me gusta, sus manos se ven tan perfectas, a la vez delicada, ¡wow! mejor me centro en su perfil, ¡santo perfume! Es perfecto, más cuando frunce el ceño, sus labios, ¿cómo alguien puede tener los labios tan rosados?, ¿será un pintalabios? No creo, Rodrigo está lejos de ser metrosexual, se le nota por los poros que le van las cosas rudas, vaya pero mira que tenemos allí, tiene un gran bulto en su pantalón, ¿estará excitado? Porque se nota que debe ser enorme, ¡Ay no! Fuera, fuera pensamientos malignos, eso tiene que ser mis hormonas, seguro, ¿Estaré en mi semana de ovulación? — Pensaba Anna. Por el rabillo del ojo detallaba a ese chico. -¿Ya te enamoraste? — interrumpió Rodrigo - ¿Ah? ¿Qué? — Anna se encontró acorralada y nerviosa, la había pillado mirándolo. - Toma aquí está un paño para que limpies tu baba — Rodrigo hizo una especie de sonrisa lanzándole una servilletas que tenía en el salpicadero. ¡Wow! que sonrisa — Caviló Anna y eso que fue solo una especie de mueca. - Serás creído, sabes he visto chicos más guapo que tú y... — La joven detuvo su plática. - ¿Por ejemplo? — Rodrigo se encontraba más sereno. - Mi novio — Anna maldijo para sí misma, porque habría dicho eso. - Compadezco a tu novio, tener a una caprichosa y malcriada a su lado no debe ser nada fácil — Rodrigo se rió por lo bajito. - Cállate — Anna le iba a lanzar la caja que este le había dado, pero lo pensó bien, no podría tomarse esas atribuciones con un extraño bipolar — hemos llegado niñita — Rodrigo estacionó su vehículo. Vaya un complejo de apartamentos, por lo menos — pensó Anna. *** Melania  
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