Capítulo 4 (inicio de las confrontaciones)

2777 Words
   ¿Detestar? Esa palabra puede llegar hacer muy insuficiente para describir a esa persona que tengo a mi lado, j***r, como se coló en mi auto creyéndose la reina de todo lo que pisa, claro, ese era el trato con mi padre, darle un lugar para que duerma mientras gana su primer sueldo y pueda independizarse, pero por favor es una niña rica, no pudo haber traído dinero para quedarse en qué se yo, ¿un hotel cinco estrellas?, pero vaya al parecer me equivoqué, no venía venir esa jugada, tendré que asegurarme pagarle rápido para que se largue de una vez, tampoco es que voy a regalar su paga, tendría que ganársela — recapacitó Rodrigo -¿Entonces? Nos quedamos aquí mientras tú decides si abrir o derrumbar la puerta — Anna volteó sus ojos. - Si me da la gana si — Rodrigo no hizo amago de moverse para abrirla. Habían subido por las escaleras, puesto que quería verla sufrir un rato, eran nueve pisos y encontró los resultados. Anna jadeaba en busca de oxígeno. - Este bien, como quieras — Anna no perdía su encanto a pesar de que estaba sudando, seguía con su postura de diva. Rodrigo abrió su puerta, y con lo que Anna se encontró era digno de mirar, todo estaba hecho un desastre, ropa por todos lados, cajas de pizzas, cervezas vacías, definitivamente todo era un desorden. Rodrigo le indicó a Anna a través de un pasillo su habitación, en ese apartamento solo eran dos cuartos, ambas habitaciones quedaban frente con frente. Se dirigieron hasta ese pequeño pasillo. Anna se postró en frente de esa puerta meditando que hacer. - Esta es tu habitación, solo tienes que ordenarla, ayer hubo mucho actividad allí — Rodrigo estaba apoyado en el marco de la habitación de en frente con su brazo reposando por encima de su cuerpo, se notaba lo trabajado que estaba su abdomen. - ¿Qué clase de actividad? — Anna tenía miedo de abrirla, no quería encontrarse con lo que más temía, por ejemplo, una extrema suciedad.  - Averígualo, voy a descansar, no me molestes — Rodrigo bajó su brazo y abrió la puerta, desapareciendo de la vista de Anna. Vamos Anna no seas tonta, allí no hay nada, ese estúpido solo quiere jugar contigo, pero que haré con tanto desorden, me da asco vivir aquí, tengo que ganar mi salario urgente para irme de esta ratonera, como puede estar así, acaso no ve que esto es perjudicial para la salud, mejor dicho para mi salud — pensó Anna mientras se debutaba si abrirla o no. Anna buscó en su cartera un paño, lo estiró y lo utilizó de intermediario entre la manilla y su mano, no quería tener contacto con nada de lo que estuviera allí. Giró y cuando estuvo completamente la puerta abierta enfocó bien, más de un poco de desastre, visualizó una pequeña cama, una ventana que daba vista a la calle, era un cuarto muy pequeño, apenas se podía respirar. Se fijó y había un diminuto escritorio vacío, incluyendo un intento de closet. Tenía que ponerse manos a la obra, se fue acercando como si de un cuarto embrujado se tratara, temiendo que le saliera seres del más allá, se fijó, su ceño se frunció y una cara de asco no pudo faltar, bien había ¿condones? Si era condones pero se encontraban arrugados en el suelo. Condones usados, que asco — pensó Ella, cuando iba adentrándose, miró bien había latas de cervezas, bragas, cigarros — no lo puedo creer, ya sé qué clase de actividad hubo aquí. Hoy no dormiré, esto está demasiado asqueroso, como pondré mis manos allí, seguramente acabaré en el hospital. Definitivamente no, no voy a dormir aquí. Anna salió de ese cuarto y fue hasta la pequeña sala de estar, vislumbró a su alrededor, había un mueble que estaba algo despejado, no se encontraba tan sucio como las demás parte de la casa, allí iba a descansar. Necesitaba mantas limpias, comenzó a hurgar en el apartamento, fue hacia la cocina, dónde divisó al lado de esta un pequeño cuarto de lavar, miró su objetivo, habían mantas limpias en una repisa, tomó todas las que habían, fue nuevamente a la sala de estar, dejó esas cosas aún lado y como pudo, sacudió el mueble, colocando poco a poco las sábanas hasta hacer una cama improvisada. *** - Este es el mejor viaje que me ha podido regalar — Decía Anna mientras se acomodaba su traje de baño. - Definitivamente Richard es el mejor novio del mundo amiga — Marcela estaba muy bronceada por las horas que había permanecido en la arena bajo el intenso sol. - Si, lo amo tanto, Es mi chico perfecto, no dejaré que ninguna de ellas me lo arrebate — decía mientras señalaba a unas rubias que pasaban por la playa. - Amiga no odies a las rubias mira que tú también lo eres — Marcela se giró para quedar boca abajo en la arena. - Odio a las rubias falsas, yo soy natural, todo lo que tengo es natural, si no pregúntaselo a Richard — Anna en ese momento se levantó de la arenilla para irse al mar. - ¿A dónde vas amiga? — la chica chillona levantó su cara. - Voy a bañarme, necesito liberarme un poco — dicho esto Anna se dirigió a la playa. - Amiga pero si tú no sabes nadar ¡ten cuidado! — esas palabras de advertencia no las escuchó Anna porque ya estaba adentrándose cada vez más en el mar. La chica dorada en ese momento no pudo sentir que sus pies tocaban fondo, al colocarlos en el agua está ya se había hundido, Anna boqueaba y boqueaba en busca de oxígeno, su corazón comenzó acelerase, tenía miedo, mucho miedo a morir, pensó en Richard no lo quería perder, quería estar con él siempre, llegando a viejitos, utilizó sus manos para buscar la superficie, no la encontró, de repente vislumbró todo n***o, no podía luchar más y se dejó llevar. - Amor estoy aquí, despierta no pasó nada — la voz grave de Richard hizo que Anna abriera los ojos, esta sentía un leve dolor en sus costillas. -¿Richard eres tú? — Anna sonaba desesperada, como si estuviera a punto de llorar. - Claro amor, tranquila — Richard la volvió a pinchar. - ¿Pero qué haces? ¿Por qué me pinchas? — la chica rubia lo miró con el rabillo del ojo sorprendida. - Porque quiero que despiertes de una vez — Richard sonaba ahora cabreado. - Pero si ya estoy despierta — Anna parecía un gatito asustado - Dije que despiertes estúpida — Richard la pinchó más fuerte. Un grito ensordecedor se escuchó en el apartamento de Rodrigo, este no podía creer lo que sus ojos habían visto, cuando salió de la ducha la miró, estaba boqueando como si el aire le faltara, por un momento se asustó, pensó que ella podría padecer de alguna mierda con las pesadillas o tendría algún trauma infantil. Pero cuando escuchó un nombre salir de su boca, como si de hechizada y embelesada se tratara, se quedó plasmado, ¿Richard? De verdad que estaba muy enamorada porque hasta en los sueños ese chico la perseguía, no pudo contener una pequeña carcajada. Bien al parecer no iba a despertarse y él ya tendría que haber estado en la cafetería, iba a llegar tarde por culpa de ella, con su mano comenzó a moverla, no hacía nada, pensó en hacerla caer pero sería muy brusco. Así que tuvo una idea. Comenzó a pellizcarla por sus costillas — despierta niña — Anna seguía en su profundo sueño — vamos tienes que trabajar — Rodrigo se sentía ridículo, literalmente se sentía como si estuviera tratando con una especie de hija. - Despierta de una vez — Rodrigo comenzaba a cabrearse, la volvió a pinchar por sus costillas. - Dije que despiertes estúpida — Rodrigo la aguijoneó más fuerte. Y fue allí fue cuando se escuchó ese sonido ensordecedor, aterrador que daban ganas de salir huyendo. -¡Cállate! — dijo Rodrigo tapándose sus oídos, el grito que generó Anna fue tal, que este tuvo que cubrirse si no quería quedar sin poder oír. La chica dorada se quedó quieta un segundo, estaba aturdida, no entendía, apenas era consciente de lo que hacía, hasta que se dio cuenta que era un sueño, bueno más bien una pesadilla. Ella se sonrojó... Se puso de repente nerviosa... Quería que la tierra la chupara, la tragara, la hundiera... Deseaba en ese momento tener la manta invisible de Harry Potter Y al parecer pensó que su manta tendría ese poder, se cubrió totalmente acurrucándose fuertemente. - Déjate de niñerías, vamos levanta ­— Rodrigo se estaba cansado de esa situación, esa niña le estaba colmando su paciencia. - No, no quiero, ¡déjame en paz! — Anna seguía cubierta por la manta, no podía ocultar esa vergüenza. - Vamos, te doy un segundo para que muevas tu culo de mi sitio — Rodrigo había colocado sus manos en formas de jarras y lanzó un sonoro bufido. - No, ¡lárgate! — Ella no aguantaba su pena, quería hundirse en ese mueble. Rodrigo no habló más, la tomó por la cintura, la alzó y se la colocó en los hombros, para él no era ningún esfuerzo. - Que haces animal, ¡suéltame! — Anna comenzó a patalear. -Te voy a bañar muñequita — Rodrigo no podía ocultar su cabreo, esa muchachita le había colmado su paciencia, ahora por culpa de ella iba a llegar tarde y a él no le gustaba las impuntualidades. - ¿Qué? ¿Estás loco? Bájame, ¡dije bájame! Animal, Lo sé hacer sola, no necesito de tu ayuda — Anna si antes quería que la tierra la chupara, esta vez quería morirse, no podía creer lo que Rodrigo le había dicho, no podía ser capaz de hacer algo como eso, es muy íntimo, además ella se encontraba en sus facultades para hacerlo sólita. Rodrigo la depositó sin cuidado en el baño principal, esta pegó contra la pared, Anna se protegió con las manos para que el no pudiera quitarle la ropa. Rodrigo la observó detenidamente. -Te doy 3 minutos para que salgas y estés lista — Sentenció Rodrigo con una cara de cabreo inigualable. - ¿3 minutos? ¿Estás loco? No podría arreglarme en ese tiempo, además yo... — Anna se vio interrumpida. - ¡j***r te dije 3 minutos! — y así salió del baño dejando a una Anna perpleja, le había gritado y no tanto eso, si no la mirada que este le propició. No tenía mucho tiempo 3 minutos, por favor que chica podría arreglarse en ese tiempo, tendría que hacer milagros. Sin tiempo que perder se desnudó rápidamente, tendría que cumplir una marca. Guinness Record aquí estoy para hacer tomada en cuenta — dijo Anna mientras se ponía manos a la obra. Anna por su parte se sentía absurda, ese chico se había tomado el atrevimiento de tocarla y sin ningún pudor.  *** Rodrigo esperaba en su plaza de estacionamiento a la chica que le atenuaba tremendos dolores de cabeza tan temprano en su comienzo del día. La distinguió. Vaya — pensó Rodrigo Esa chica que se acercaba hacia su vehículo, estaba espectacular con un atuendo que lo dejó con la boca abierta, no se podía negar que esa chica es hermosa, era como si un halo de luz la rodeara, definitivamente un ángel, lucía un vestido color rosa pálido de algodón con unos detalles en dorado y lucia holgado en su cuerpo, utilizaba unos tacones blancos que hacia juego con sus accesorios. -Es muy hermosa, no es que no la había visto bien, es demasiado bella tiene unas minis curvas impresionantes, es flaca, si, a mí no me gustan ese tipo de mujeres, me van más las inmensas curvas, los culotes enormes, los senos macizos, eso para mí si es sustancia, Carlota, definitivamente esa si es mi chica ideal, pero esa chiquita tenía un no sé qué, ¿dulzura? No, ella estaba lejos de ser dulce. Y ese no sé qué, innegablemente es su carácter, puede ser. Tengo que despejar esos pensamientos sobre Anna, seguramente en menos de una semana tendré que terminar en un manicomio. Me imagino que no debe saber ni besar, se ve tan mojigata, supongo que también es virgen, claro es lo más seguro, son de esas chicas que se escandalizan por todo, es por ello que le deje la habitación así. El día anterior había tenido una fiesta con unos amigos, fue una locura total, al final mi amigo Max quedó en esa habitación con una afortunada, no recuerdo su nombre, creo que era ¿Estefanía o Laura? Habíamos bebido tanto que no me di cuenta que me encontraba con otra chica que no era Carlota, que imbécil soy, bueno no es que me sentía tan culpable, porque la chica del pelo rojo me dejó a gusto, ella sabía hacer lo suyo, aunque igual eso es algo que me tendría que llevar a la tumba junto con mi amigo — El castaño cavilaba. Rodrigo bajó el vidrio de su auto. -¡Mira ordinaria! Es aquí — Rodrigo asomó su cabeza del todo terreno para que la perdida de Anna lo vislumbrara. Por una parte el castaño le gustaba verla enfurecer, no lo quería admitir pero le brindaba placer verla sonrojarse y fruncir el ceño así como también distinguir su postura de felina. Mientras ella se acercaba lo señaló con su dedo — este no era el carro que tenías ayer — Anna fue acercándose y se montó como pudo sin que su vestido se arrugara por el esfuerzo o se viera parte de sus bragas. En ese momento Rodrigo tenia puesto sus lentes ray-ban negros que al parecer eran sus favoritos, se bajó un poco los anteojos deslizándolo por su larga y hermosa nariz, mientras la miraba con descaro, Anna como pudo se acomodó en el asiento desprendiendo una seguridad que allí no tenía. - Llegaste justo a tiempo, ya me iba a largar — este hizo amago de acomodar sus lentes para luego prender la marcha a toda velocidad. Este monstruo será que no sabe conducir a una velocidad considerable o que este legalmente estipulada — Anna tenía la vista en frente, de inmediato un miedo le atravesó su espina vertebral, tomó el cinturón de seguridad y se lo colocó, en definitiva manejaba como un loco neurótico. Rodrigo rompió una carcajada sarcástica — ¿También eres miedosa? — El castaño giró su rostro para observar la situación de la chica. - Puedes mirar al frente idiot... — No pudo terminar de decir el insulto porque Rodrigo frenó de golpe haciendo que Anna se estremeciera, gracias a su cinturón no salió volando. -¿Eres imbécil o qué? — Anna no pudo contener su cabreo, él había dicho que tendría que respetarlo por ser su jefe pero esas palabras fluyeron por si solas. - Bájate de mi auto — a la chica se le tensaron todos sus músculos. -¿Qué? — Ella se quedó boquiabierta. - ¡Dije que te bajes! — Rodrigo golpeó fuertemente el volante, luego giró su cara para que Anna viera que no estaba jugando con sus palabras. - Tienes que llevarme a la... — la voz de Anna la defraudó, sintió que iba a desfallecer. - Vete por tu cuenta, me importa un comino como lo hagas, ¡bájate de una vez! — Ante eso Anna no tuvo de otra, se giró, abrió la manilla y bajó. ¡Imbécil! , petulante, malnacido — Anna quedó en medio de la autopista — ¿y ahora como llego a la cafetería? — No podía pagar un taxi puesto que no cargaba ni un medio, comenzó a trazar un plan rápidamente —bien, no te daré el gusto, estúpido jefe. En ese momento Anna decidió usar todo su encanto para encontrar a alguien que le diera un aventón. Se detuvo en una esquina bastante concurrida. Esperó... Esperó... Y esperó... Fijó a lo lejos su oportunidad, un grupo de ricachones que parecen sacados de la película de Barbie. Le sacó su mano usando una señal de me gusta y una sonrisa un poco pícara. El vehículo descapotable se estacionó, relinchando las llantas, a esos chicos le gustaba llamar la atención. -¡Hola chicos! ¿Cómo van? — Anna estaba arrojando todo su encanto de princesita en apuros. - Hola hermosura, ¿Estas pérdida? — Dijo un rubio que parecí pariente perdido de Barbie, tan rubio, tan dorado. - ¡Oh no! Lo que pasa es que mi carro se descompuso por aquí cerca — Anna aleteaba sus pestañas, como si de una niña inocente y frágil se tratara. -¿Quieres que le echemos una mano? — dijo unos de los que estaba en la parte de atrás, eran 5 Kenes en total, seguramente no sabían ni siquiera donde quedaban las llantas. - Bueno no, la verdad quiero que me lleven a una cafetería que se llama Dulce Café, allí me están esperando para buscar el auto — Anna actuaba tan bien que seguro se gana el Oscar en drama. - Esta bien, sube nena — los chicos cedieron un lado y se dirigieron a la cafetería. En ese momento Anna esbozó una gran sonrisa macabra, se la iba a cobrar tarde o temprano, no sabía como pero ya iba a tener la oportunidad para ponerse en ello. Cuídate de mí ¡imbécil! — pensó Anna *
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