Capítulo 1: ¡Hola, septiembre!

655 Words
Para nadie es un secreto que es más fácil convertirse en millonaria, que convencer a un hombre de que se case con una. Yo, Ángela Gallegos Gutiérrez, nunca he entendido como es que hay personas —generalmente del género masculino— que le tienen pavor al matrimonio, si desde pequeñas las chicas —al menos la gran mayoría— nos empapamos de sueños e imaginaciones acerca del día de nuestra boda: como será el vestido, las flores, la decoración, el lugar..., todo. Lo cierto es que yo era una de esas chicas que ideaba mi boda día a día, pero que lastimosamente aún a mis 27 años, estaba soltera y para colmo, sin gatos. Sin embargo, hoy era un buen día. ¿Por qué?: Porque al fin había llegado la temporada alta, y por excelencia, Septiembre era el mes de las bodas, lo que significaba que tendríamos muchísimo trabajo en la agencia, y eso es bueno. Muy bueno. Abro la puerta de mi apartamento cuando todavía tengo un zapato en la mano y saludo a doña Grume, que fielmente está sentada en su mecedora justo al frente de mi puerta. Ella me devuelve el saludo con una mirada de desaprobación que ignoro y bajo como un rayo las escaleras con una sonrisa que mantengo hasta que noto que voy tarde y el tráfico es un incordio que mantiene al taxi donde voy trancado durante 45 minutos. (...) Cuando finalmente llego acalorada a la agencia, se siente el trajín imaginable que hay. Mujeres por aquí, vendedores por allá, diseñadores y organizadoras por doquier. —Llegando tarde —Alguien habla a mi espalda y es precisamente el sujeto al que no quieres escuchar cuando llegas tarde al trabajo. —El tráfico, jefe —Me giro hacía él y esbozo una sonrisa de disculpa por mi excusa rebuscada. Él bufa, pero luego sonríe y me hace recordar mis tiempos de novata cuando mi jefe, Reinaldo, era también mi crush. Y digo "era" porque por suerte lo superé, ya que está felizmente casado con una mujer a quien él mismo le estaba organizando su boda y que después de conocerlo, canceló los planes de casamiento. Si, tremendo culebrón. —Ya no importa. —Hace un gesto desdeñoso y no oculto mi alivio— Vamos a mi oficina, te tengo un trabajo estupendo—. anuncia y lo sigo entusiasmada. En el camino saludo a Marta, su asistente, quien me guiña el ojo y me ofrece una taza café que por su puesto acepto. Mi jefe permite que yo pase primero a su oficina y cierra la puerta, comenzando a hablar. —Ésta misma mañana, muy temprano, llamaron unas personas muy influyentes en la sociedad a la agencia —Reinaldo se acomoda en su silla mientras yo tomo, agradecida, mi primera taza de café del día —, y nos han pedido que organizáramos la boda de su hija menor, llamada Clara Eiza Bracamonte —. Él deja que el nombre de la novia se asiente y por fin lo capto. ¡Vaya! —¿La modelo? —pregunto atónita. Dejo la taza en el escritorio cuidando de no derramar el contenido sobre los papeles esparcidos por éste. —Si —dice simplemente. El brillo en los ojos de mi jefe se traspasa a los míos y sonrío. —Y me dices esto porque... —Dejo que él termine la frase antes de hacerme ilusiones erradas. —Quiero que tú te encargues de éste proyecto —Completa, asintiendo con seguridad. Tengo que hacer un gran esfuerzo para no saltar de la silla y gritar de la euforia. —¡No puede ser! —No puedo evitar exclamar emocionada. Esto es algo por lo que he venido trabajando durante varios años—. Muchísimas gracias por la oportunidad, jefe. Le prometo que representaré a la agencia muy bien y haré un muy buen trabajo. —digo el montón de chorradas en tiempo récord y Reinaldo ríe. —Espero que así sea. Tienes un gran potencial. —Lo será, créame. —digo estrechando la mano de mi jefe con una enorme sonrisa. Éste será el mejor proyecto del año.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD