Me Perteneces.

Capítulo 2

Ángel.*

Me quedó junto a las chicas ya que serán llevadas al cuarto de subasta una por una. Normalmente las compran para placer personal o porque son sus almas gemelas, pero normalmente es por la primera razón.

Suelto un suspiro al ver que todas tiene su vista fija en mí, baje la mirada sintiéndome mal, no puedo ayudarles... Una vez lo intente. Lo recuerdo bien, no puedo borrar de mi memoria la paliza que me dieron y ver cómo mataron frente a mí a esa pobre chica que solo deseaba libertad.

— Ángel... Puedes liberarnos, hazle honor a tu nombre. — Dijo una de ellas con molestia.

Apreté los labios y negué acercándome a la celda.

— No podrán salir, aunque yo abra la celda y quité las cadenas, ellos las atraparán antes de que puedan cruzar la puerta y todos vamos a terminar muertos. — Explique intentando que entré en razón.

Soltó una risa irónica y bajo la cabeza negando un poco, nuevamente su vista se fijó en mí, había odio y dolor en ella, más que ello tristeza.

— No, tú no vamos a morir... Después quien será la puta de Fernando. — Gritó enfadada.

Hice una mueca sin poder evitarlo y me aleje dando un par de pasos hacia atrás.

— No es verdad, no soy nada de eso. — Me defendí dándole la espalda.

— ¿No, entonces porque te manda a llamar casi siempre?, Admítelo, por eso no nos ayudas. — Dijo con odio.

Me giré mirándola, se sorprendió, quizás porque mi rostro está rojo y un par de lágrimas caen por mis mejillas.

— Si las dejó salir... Será como si yo las estuviera asesinando, ya sucedió una vez, no volverá a pasar. — Dije sin más.

Me di la vuelta y me marché.

Camine hasta quedar en el pasillo que lleva al gran salón, sin poder evitarlo me acerque a la puerta y al abrí un poco mirando a los hombres lobo, todos son altos y fuertes, unos más que otros diferenciando quién es alfa y quien no.

El alfa Fernando apareció sonriendo y se colocó encima de un pequeño escenario que construyeron para hacer más fáciles las cosas.

— Espero estén listos iniciaremos por una chica nueva. — Dijo sonriendo.

Se giró un poco y uno de los guardias la acercó a él, la chica mantiene su mirada agachada, sus muñecas y tobillos tienen esposas mientras la cadena es arrastrada.

Ningún hombre dijo nada, ayudándome a saber que no es su alma gemela... No quiero que la compren solo por placer, si yo...

Fruncí el ceño y mire la puerta principal, está abierta y puedo ver a través de ella la oscuridad de la noche que es un poco iluminada por la luna.

Observé a los lados, de un momento a otro comenzó la subasta... Estoy cercar de la puerta, podría escapar... Pero no puedo irme sólo, tengo que ir por las chicas, quizás si haya esperanza.

Llegue a dónde estaban, no les di tiempo de preguntar qué pasaba cuando le quite el candado a la reja y me acerque a todas quitando las cadenas.

— Síganme. — Pedí saliendo rápido y corriendo por el pasillo.

Las chicas hablaban entre ellas y decían que iban a ser libres, que había recapacitado, la verdad no, aún tengo bastante miedo de lo que pueda pasar.

Las detuve y abrí la puerta.

— Esa es la puerta principal, podrán salir por ahí, están ocupados con la subasta, se darán cuenta unos minutos después, tienen que correr. — Indique mirándolas a todas.

Asintieron a lo que abrí la puerta, salieron corriendo de inmediato, yo me quedé ahí, no sé que pueda suceder, pero será mejor que...

— ¿Quieres apurarte? — Dijo Lilian irritada.

Me tomó de la mano para que hiciera lo mismo lo cual es correr bastante rápido.

Hicimos ruido suficiente llamando la atención de todos de inmediato, se quedaron sorprendidos y yo los mire un momento. Mis ojos cayeron en unos color verde bastante intensos.

Salimos de ahí, el aire limpio me golpeó el rostro y el frío me hizo sentir vivo.

No pasó mucho cuando escuchamos un fuerte aullido que me hizo sentir escalofríos.

Lilian cayó a lo que me fui junto a ella ya que estaba tomando mi mano.

Me golpe el costado con una piedra logrando que el aire se me escape por un momento.

— ¿Estas bien? — Pregunté intentando recuperar el aire perdido.

La mire notando que se ha desmayado, me acerque preocupado y comencé a moverla. Me quedé rígido, congelado al sentir que su cuerpo estaba frío, me incliné poniendo mi cabeza sobre su pecho para poder escuchar su corazón.

Me deje caer sentado mirándola con miedo, negué dejando las lágrimas brotar... Esta muerta, pero solo caímos, capte la piedra en la cual había caído su cabeza.

Me levanté con lágrimas en los ojos y sintiéndome asustado, esto no habría pasado si no les hubiera abierto la celda... Pero sé que eres feliz sabiendo que pudiste salir.

Me di la vuelta y me detuve chocando con algo bastante duro, levanté la mirada topandome con esos ojos verdes de antes, solo que ahora hay algo raro en ellos.

Di un par de pasos hacia atrás sintiendo miedo de él.

— Por favor... Pido piedad, ellas merecen ser libres. Asumiré la responsabilidad. — Dije bajando la mirada.

Dió un paso al frente que me hizo sentir sumamente inseguro. Me aleje cosa que no funcionó mucho de un momento a otro sujetaba mi brazo con fuerza.

— No te alejes de mí... Eres mío, vas a quedarte conmigo. — Gritó molesto.

Mis ojos se abrieron... Esto es un error, no puedo ser su alma gemela, soy un hombre, no una mujer.

— Se equivoca, soy un hombre. — Dije mirándolo.

Hizo una mueca y tomó mi rostro de manera brusca para que no desvíe la vista.

— Lo sé, tampoco lo entiendo. — Dijo con seriedad.

Se acercó a mi rostro, su mano tomó mi cabello haciendo mi cabeza hacia atrás, su nariz se pegó a mi cuello haciendo roce... Me removí un poco incómodo.

— Tu aroma es increíble... Pero lo será más una vez que tenga el mío mezclado. — Susurró.

No comprendí bien, solo sentí un terrible dolor que me hizo llevar mis manos a sus hombros intentando que suelte mi carné la cual sujeta con fuerza con sus colmillos, se quedó ahí unos segundos, unos en los que me sentí tan mareado y débil que deje de empujarlo y relajé el cuerpo dejando de pelear... Poco a poco mi cuerpo se sentía tan pesado que me relajé por completo cayendo en sus brazos...

Espero que les guste.

Gracias por leer.

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