Trevor Flanny... Egocéntrico pero amable, arrogante pero atento, despistado pero lindo, idiota y narcisista pero es divertido. Demasiado bueno para ser verdad. Pasando demasiado tiempo con Mister Flanny te das cuenta de que puede que él muy estúpido lea tu mente; trillado pero posible. Tal vez no lo haga pero Trevor con sólo tocarte puede ver algo de ti que más nadie ve.

Todo el mundo se enamora alguna vez; en secundaria, en la universidad, en el vecindario donde vives... Enamorarse es, simplemente inevitable. ¿Alguna vez yo me he enamorado? Pfff ¿Estoy ahora enamorada? Pfff No señores, yo estoy obsesionada. Obsesionada. Obsesionada con un chico de mi misma clase, suena muy cliché porque es muy normal pero, ¿Qué es lo que le quito la normalidad a todo esto? Quedarnos atrapados en una mina subterránea, juntos. Bueno, no totalmente juntos. Él, su novia y yo. ¿Eso no pasa en todos los viajes de excursiones de prepa, eh?

-¿Que hacías todas esas noches en el bosque? -sus ojos me miran profundamente como siempre, manteniendo una expresión totalmente neutral-. ¿Como es que no experimentas emociones comunes como la felicidad y la tristeza? -su expresión no cambia. Su actitud me desespera-. ¿Por qué siempre desapareces como si nunca hubieras estado presente siquiera? -suelta un suspiro y mira hacia el suelo para luego retomar el contacto visual, esta vez mostrando menos indiferencia se acerca a mi hasta quedar a unos centímetros de mi rostro una vez más -. Necesito que me respondas, Alaia -digo casi en una súplica, necesito saber que no me estoy volviendo loco, que todo lo que sucede cuando ella está presente es real. -Yo sólo necesito que me folles -murmura casi sobre mis labios sin dejar de verme ni por un segundo.

-La última vez que estuvimos juntos me dijiste que querías hacerme tuya hasta que perdiéramos la memoria -susurro cerca de su rostro, lo miro atenta y noto como se contrae y traga con dificultad-. Para luego tener que repetirlo y recordarlo -completo pasando un dedo por mi labio. -¿A qué quieres llegar? -pregunta cortante mirando a un punto fijo en el suelo. -Quiero llegar a... -hago una pausa y me acerco a sus labios-. Quiero llegar a la parte donde lo repetimos, porque tú al parecer ya lo has olvidado.

-¿Te gusta el número cuatro? -me pregunta con una sonrisa un poco extraña. -Es un número ordinario... ¿Por qué debería de gustarme? -pregunto arqueando la ceja confundida. -Porque practicarás mucho esa posición, pequeña saltamontes -responde alzando las cejas, lo miro y mi expresión cae al suelo. Espero que sea una especie de posición de yoga para relajarme de todo el estrés que él me ocasiona y no sea lo que creo qué es. Más tarde entraré a su computadora y celular y le bloquearé todas las páginas de pornografía. Si me pregunta... Fue su mamá.