1: Un junior malcriado
Los pasos resonaron en mi oficina, miré por última vez este espacio en donde había permanecido por un buen tiempo pero ahora me tocaba irme a empezar en otro país, la agencia en los Estados Unidos me esperaba y consideraba que era lo mejor, era lo más sensato alejarme de aquella mujer que había entrado en mi corazón pero que me rechazó.
— ¡Lambiscoso! — Esa voz resonó en mi oficina y se abrió la puerta — ¡Hola! ¡Estamos aquí para despedirte!
Paige entró con un pastel y el resto del personal. Ella era mi amor no correspondido y la primera mujer que me había rechazado, su barriga comenzaba a notarse un poco más y me hacía sentir con un sentimiento agridulce.
— Hola lindura — puse mi mejor sonrisa y le guiñé el ojo — pero yo te esperaba solamente a ti y que trajeras ese pastel con un traje de conejita, últimamente he tenido fantasías con mujeres embarazadas.
— ¡Lambiscoso! — ella me dió un pisotón y yo me sostuve mi pie — ¡Soy una mujer casada y muy feliz! Además te recuerdo que mi esposo es tu socio.
Marcus Blackmont había sido el hombre que pudo ganar el corazón de Paige y no solo yo me tuve que resignar a esto sino también mi hermano, Ryan Carter.
— Adair — Marcus sonrió — espero que te vaya bien en la sucursal de los Estados Unidos, te agradezco por haberte ofrecido a ir.
— No tienes nada que agradecer, compadre — él rió ante esto — creo que ya he estado suficiente tiempo en este país y es necesario ir a buscar gringas con cabellos de sol y ojos de cielo. Ya una morena me rompió el corazón después de todo, veremos si lo hace también una rubia.
Hubo una tensión palpable pero se rompió cuando me reí. Celebramos mi último día en la empresa y luego de recoger mis cosas en una pequeña caja, fui a mi estacionamiento pero Ryan me alcanzó.
— Escucha, ya tienes todo a la disposición. He comprado un apartamento en Tribeca, aquí tienes las llaves — él me las dió — un chófer de la otra sucursal te va a estar esperando en el aeropuerto, por favor no vayas a salir de fiesta como estás acostumbrado y ve directo a dormir que mañana te espera un día agitado, tu medio de transporte por el momento va a ser una moto ya que no pude enviar a tiempo el carro que te dejó papá. También te conozco lo suficiente como para saber que no te gusta que te estén llevando y trayendo los choferes.
— Así es, hermanito — tomé la llave y la guardé — bueno, es hora de irme. Ya tengo todo lo necesario en esa caja, estaré en contacto contigo dentro de lo que me permita el horario de la empresa.
— Muy bien — Ryan me abrazó — te quiero Adair, por favor ve con cuidado y me envías un mensaje una vez que estés en el apartamento.
— Está bien, papá — reí y él me miró serio — muy bien, no te preocupes tanto Ryan que ya no soy aquel niño indefenso al que nuestro padre culpaba por la muerte de nuestra madre.
Ryan sonrió y se fue, en lo que estaba por subirme al coche escuché que Paige me llamó. Miré que venía corriendo así que la esperé pacientemente y al verla embarazada me pareció preciosa, le había dicho que la estaba superando pero la realidad es diferente, justo por eso tomé la decisión de irme.
— ¿Qué sucede, preciosa? No me digas que ya te diste cuenta que el amor de tu vida, tu alma gemela y tu hilo rojo soy yo. No te preocupes, te llevaré en la cajuela de mi coche y le daré mi apellido a tu bebé.
— Deja de decir estupideces, solo te quiero despedir — ella me abrazó y me sorprendí — espero que te vaya bien en New York, trata de cuidarte y no cometas imprudencias.
— Está bien — acaricié su vientre — espero que me avises cuando nazca tu bebé, me gustaría conocerlo o conocerla. Trata de bajar un poco el ritmo del trabajo y de tomar tus medicinas, serás una loca pero buena madre.
— Te prometo que así va a ser, tú trata de no andar enamorando hasta la escoba de la nueva empresa. Lamento demasiado que las cosas tomaran este rumbo pero estoy segura que la vida te tiene preparada a tu alma gemela.
— Después de ti, me conformo con cualquier alma en pena — nosotros reímos — bueno, me tengo que ir si no quiero perder el vuelo.
Me subí en mi coche y me fui, al salir miré el carro de Marcus entonces toqué la bocina. Manejé hasta mi apartamento en donde no había ya nada debido a que todo fue trasladado, solamente las maletas que tenía que llevar.
Miré por última vez mi apartamento y sonreí recordando los buenos momentos que había tenido aquí, pasé por la puerta del piso que un día fue de Paige y luego de sonreír me fui a tener un nuevo comienzo.
— Adair Carter — la empleada de la aerolínea me entregó mi pasaporte — que tenga un excelente viaje, señor Carter.
Tomé mis documentos y me fui al avión, Ryan me había comprado el boleto en primera clase así que abordé antes que los demás pasajeros y una azafata fue la que colocó mis cosas en el lugar correspondiente.
— Una vez que el avión despegue le traeré un poco de champagne — ella me miró y sonrió — ¿Quiere algo que no sea comida o bebida en este momento?
— Una frazada por favor, tengo un poco de frío.
Me acomodé en el cómodo asiento y una vez que la azafata me dió la frazada le pedí que en vez de champagne me trajera whiskey.
— Con gusto, señor Carter.
Me quedé dormido en el vuelo, una vez que aterrizamos fue la misma azafata la que me despertó. Tomé mis cosas y las coloqué en un carrito ya que eran varias maletas, a lo lejos pude ver a un hombre con un cartel en el que estaba escrito mi nombre y cuando miró que me acercaba fue que dobló el papel.
— Es un gusto que esté aquí, señor Carter — él guardó el papel en la bolsa de su saco — permítame ayudarle.
— No es necesario, puedo empujar un carrito — le extendí la mano y él se sorprendió — dime Adair, ambos tenemos la misma edad y las formalidades no van conmigo.
— Es un gusto, Adair — él estrechó mi mano — soy Pablo, tu chófer y puedes considerarme un amigo.
Nos fuimos al penthouse que Ryan había escogido, vaya que tenía buen gusto. El piso era de mármol y en la sala había un sofá blanco bastante pulcro, una alfombra a su lado y una mesita, también contaba con una chimenea y todas las comodidades necesarias.
— Pablo, quiero que me des el nombre de una buena discoteca. Desde hace tiempo no vengo a New York y ya se me olvidaron los sitios buenos.
— Pero mañana tienes trabajo, no puedes ir de rumba.
— Escucha, hasta donde recuerdo solo tengo un hermano y lo dejé bien lejos de aquí. Mañana me presentaré al trabajo fresco como una lechuga así que deja de querer cuidarme.
— Bien, te llevaré y te pienso acompañar. Probablemente vayas a beber y no puedo dejarte solo.
Accedí y nos fuimos a una discoteca bastante buena. Comencé a beber y en cierto punto me sentí mareado pero Pablo se hizo cargo de detenerme e incluso me cuidaba, este hombre me recordaba a Ryan, al parecer mi hermano mayor siempre de cierta forma va a estar ahí a mi lado.
— Por un demonio — Pablo maldijo — te has gastado una fortuna en licor, no puedo creer que seas tan inconsciente. El señor Carter me advirtió de esto y espero no meterme en problemas contigo.
— No te preocupes tanto por el señor polar, él sabe bien cómo soy yo y no creo que te tire bronca. Prometo pagarte estas horas extras, ahora ve en paz y déjame dormir.
Al día siguiente que me desperté sentí como mi cabeza estaba a punto de reventar, tomé algunas aspirinas y café que era lo único que había en el piso y me fui al estacionamiento donde suponía que estaba mi moto.
— Buenos días — miré a Pablo de pie recostado en el coche — vamos, tengo que llevarte a la empresa.
— Buenos días, no es necesario que lo hagas. Ryan me compró una moto porque sabe bien que no me gusta tener niñera.
— Pues te informo que las llaves de tu moto las tengo yo — él me las mostró — y no estás en condiciones de manejar, así que vamos. Dizque iba a estar fresco como una lechuga y al final parece que tienes tres días de muerto.
Me fui con Pablo porque no tenía más opción, además sentía cierta cercanía con él porque me recordaba a Ryan. Al llegar a la empresa miré que varios me volvían a ver y era consciente que no estaba en las mejores fachas, además nadie sabía mi identidad, no al menos del todo.
— Adair — Pablo se acercó a mí — ¿Estás bien? Pareces una lechuga pero de lo verde que te pusiste.
— ¿En dónde está el baño más cercano? — llevé mi mano a mi boca conteniendo las arcadas — necesito uno.
— Ve al fondo a la izquierda, te voy a esperar aquí.
Fui corriendo y en el camino miré un carrito de limpieza, una empleada se encontraba de cuclillas pero no le presté más atención a ella. Al entrar no pude contener mi vomito así que ensucie el piso, me sentí mal ya que todo estaba impecable, ya después me encargaría de ofrecer disculpas.
— Pero qué rayos — escuché a la chica maldecir mientras yo arrojaba mi alma por el retrete — ¿Qué ha pasado aquí?
Una vez que salí del baño la miré, ella estaba rabiosa y maldecía mientras sostenía un frasco de aromatizante. Sus ojos me vieron rojos de cólera y me señaló de forma acusatoria.
— ¡¿Qué le pasa?! ¡¿Tiene idea lo que me costó limpiar este baño?! No puedo creerlo que un hombre con resaca venga a arruinar el trabajo que llevo de horas, ¡Vine a las seis de la mañana para encargarme a tiempo de todos los baños! ¡¿En qué estaba pensando?!
— Lo siento, sé que es mucho el desastre y espero que me puedas disculpar.
En el momento que iba a salir, la mano fuerte de esa chica me detuvo con una fuerza que me sorprendía. Ella no se mostraba amedrentada en absoluto.
— ¿Y cree que con un “lo siento” va a venir a remediar las cosas? No señor, las cosas no son así. En este preciso momento va a limpiar este desastre — ella tomó el trapeador que estaba en la esquina — aquí tiene, quiero que se de prisa a limpiar antes de que venga el nuevo jefe, ya imagino que es un junior malcriado que no tiene una puta idea de lo que es pasar necesidades. ¡Dese prisa y déjeme de ver como un idiota!...