A pesar de que no era la primera vez que Rhys apreciaba el paisaje a través de la ventana del carruaje, el humano seguía admirando con la misma expresión fascinada cada vez que dejaban los terrenos del castillo para bajar hacia el pueblo.
—¿Nos bajaremos en el mismo lugar de siempre para cambiar a los caballos o seguiremos en el carruaje hasta el final? —preguntó.
Al no recibir una respuesta, el joven humano giró su cabeza para observar a su pareja y lo encontró con la mirada perdida en un punto fijo del suelo. Extrañado, Rhys alzó una mano frente a él y la movió un par de veces, logrando capturar la atención del príncipe, quien parpadeó un par de veces antes de enfocar esos orbes verde oliva en él.
—¿Dijiste algo?
—Sí, pero no era nada importante —aseguró—. Tu mente parece estar muy o
