Al abrir los ojos el reloj me avisa que es cerca del amanecer. Aturdida y con el cuerpo algo adolorido intento moverme, más, sin embargo, un peso extraño que reposa sobre una de mis piernas me impide hacerlo por completo. La luz de la habitación está encendida. Por momentos me siento desorientada. Muevo la cabeza hacia mi lado izquierdo y me encuentro con el rostro de Aaron. Al verlo recuerdo lo sucedido una buena parte de la noche. Está dormido, totalmente relajado, su rostro no muestra la rigidez de sus facciones que normalmente le acompañan, una manifestación de las preocupaciones, del peso de la vida que le ha tocado vivir, con el cabello revuelto, unas cuantas hebras le caen a un lado de la frente. Verlo en esta faceta me encantó. Este Aaron relajado, totalmente abandonado sobre una

