Estando en casa, en mi habitación, vistiéndome para irnos a hacer la entrega de la mercancía, escucho dos toques en la puerta de mi habitación, en voz alta autorizo la entrada a quien sea que se encuentra en el pasillo, volteo a ver de quien se trata. Es Anderson, quien de inmediato entró y cerró la puerta detrás de su espalda. —Ya estoy listo hermano —me dice sentándose en un sillón que tengo allí—, estuve pensándolo bien, y no creo necesario que vayamos los dos, menos tú. Si lo que queremos es pasar por otros, no es bueno que asistas. —¿Si se presenta algo? —pregunto preocupado. —No va a suceder nada, solo iremos a entregar la mercancía, los chicos pasarán por empleados de la empresa, ni siquiera yo estaré allí —hace una pausa—, estuve dándole vueltas y no es conveniente que nos vean.

