Siento como si hubiese pasado una eternidad desde que empecé a perseguir a la niña. Cada paso en este extraño lugar parece alargar el tiempo, estirándolo hasta hacerlo insoportablemente lento. Sin embargo, ya no intento correr tras ella. Me detengo en un punto, inmóvil, mientras mis oídos captan su risa. Es como un eco juguetón que me rodea, que rebota entre los confines del jardín sin que pueda ubicar su origen. Mis ojos se mueven rápidamente, girando mi cabeza de un lado a otro en un intento vano por verla. Pero no corro; algo en mi interior me dice que sería inútil. De repente, su risa se intensifica, más cerca, más envolvente, como si estuviera justo detrás de mí. Un escalofrío recorre mi espalda, y en un acto reflejo me giro bruscamente. La sensación de algo tirando de mi traje me co

