Mis ojos permanecen entrecerrados, pesados por el cansancio acumulado. La impresión del sueño que acabo de tener los abrió de golpe, pero ahora, pasada la conmoción, me cuesta incluso parpadear. Es como si el peso de la noche y de la pesadilla se hubiera instalado en mis párpados, haciéndolos casi imposibles de levantar. Intento abrirlos con esfuerzo, pero solo consigo mover las cejas, mientras los párpados permanecen caídos y mis ojos se sienten secos, como si hubieran sido despojados de toda humedad. Con un gesto torpe, presiono las bases de mis manos contra ellos, tallándolos con firmeza. Poco a poco, logro levantarlos un poco más, lo suficiente para recuperar algo de visión. Todo parece estar en orden, pero la inquietud persiste. Decido revisar que realmente sea así, que no haya sorpre
