—¿Señor vampiro...? —susurró la niña con un hilo de voz, rompiendo el silencio de la noche. Sus párpados aún pesaban por el sueño, pero un largo bostezo se le escapó sin remedio, revelando su evidente cansancio.
El vampiro, que mantenía su mirada fija en el horizonte, apenas se sobresaltó al escucharla. Se inclinó ligeramente hacia ella, procurando no romper del todo la tranquilidad que la envolvía.
—¿Qué ocurre, niña? —preguntó con suavidad, modulando su tono como si temiera espantarla o sacarla por completo de su estado somnoliento—. ¿He sido yo quien te ha despertado? —añadió con una curiosa mezcla de ternura y preocupación. Hizo una breve pausa, asegurándose de que su voz no sonara más fuerte de lo necesario antes de continuar—. Todavía estamos lejos de la ciudad, pequeña. Es mejor q
