Cuando ya cree que sus piernas van a fallarle y que su cuerpo se estrellará contra el suelo bajo el peso de su agotamiento, Allen vislumbra un resplandor en la distancia que lo hace detenerse por un instante. Las hermosas luces de la ciudad de Múnich, titilantes como estrellas terrenales, lo saludan desde el horizonte, anunciándole la proximidad de su destino. Sin embargo, el paisaje que lo rodea es sombrío. El cielo aparece completamente oscuro, casi como una advertencia de lo que está por venir: un fuerte chubasco que amenaza con envolver la ciudad en su furia. Allen, aunque exhausto, siente un alivio que lo llena de una energía inesperada. Su intranquila mirada se fija en las luminarias de su amado hogar, como si fueran faros que lo guiaran hacia la seguridad. Con este impulso, el lord
