CAP. 23 - ALGO SALIÓ MAL
Balearon el frente de la oficina donde solía reunirse La Comisión. Esto provocó que se frenara un poco la búsqueda de la pareja, aunque la sangre corrió a raudales por las calles rosarinas, lo que puso en movimiento a la policía, y eso, no era nada bueno para la familia.
Al principio, los jefes mafiosos se oponían a anexar la droga a sus operaciones. No consideraban su rédito conveniente y acarreaba un complejo esquema de trabajo. El contrabando era particularmente relevante debido a la ubicación estratégica de Rosario como puerto fluvial. Productos como alcohol, tabaco y bienes importados eran introducidos secretamente y comercializados en la región. Además, el juego clandestino prosperaba en salones ocultos, donde se organizaban apuestas ilegales y se generaban importantes ingresos para estas redes.
Y finalmente cuando sumaron las ganancias de las drogas, trajo mucha competencia y muerte. Nadie quería que la policía se involucrara. El perfil hasta ahora y desde siempre había sido de mucha discreción y cautela. Y la mafia llevaba las de ganar. De algún modo, la supuesta protección que ofrecían a la población se había impuesto a través del miedo, y se resignaban.
Se mantenía a raya a oficiales de la policía y funcionarios locales, con sobornos y amenazas.
Por otra parte, las medidas demasiado autoritarias, se había demostrado, generaban descontento entre la ciudadanía.
Todos sabían sobre Cesare Mori, el prefecto de hierro, quien había liderado una campaña intensa contra la mafia bajo el régimen fascista de Mussolini.
Mori utilizó tácticas poco convencionales, como sitiar pueblos enteros para la captura de mafiosos. Cierta vez, en el pueblo de Gangi, ordenó rodear la localidad con partidas, y cortar todas las rutas de salida. Esto llevó a la captura de numerosos mafiosos que se habían amparado en grutas y escondites. Sin embargo, siendo sus métodos efectivos, también fueron controversiales, ya que a menudo afectaba a gente inocente.
En Rosario, la ciudad vivía un panorama particular que combinaba la creciente urbanización con el afianzamiento de tejidos delictivos. Aunque no existía una mafia al estilo siciliano, había organizaciones criminales conocidas como "caferatas" que dominaban ciertos barrios y operaban en actividades como contrabando, prostitución y juego ilegal. La policía a menudo se enfrentaba a estas bandas, aunque sin buenos resultados.
Por entonces sucedió la confrontación con una banda conocida como La Pandilla de los de Mate Cocido, liderada por un famoso asaltante llamado así por la cicatriz en su cabeza. Era más conocido por sus robos en zonas rurales, Mate Cocido ocasionalmente operaba en Rosario, lo que llevó a persecuciones intensas entre él y las fuerzas policiales locales. Su destreza para evadir a la justicia convirtió estos encuentros en fábulas urbanas. Y así fue como la policía baleó la sede de La Comisión, creyendo que por fin Mate Cocido, sería capturado. Una fuente no tan bien informada filtró que el maleante se escondía en el edificio de Rioja al 1300 donde sí se reunían los Capo di Capi.
Mate Cocido, cuyo nombre real era Juan Bautista Bairoletto, es uno de los personajes de la tradición criminal argentina. Se lo consideraba una figura casi de "Robin Hood" debido a sus robos a los ricos y su supuesta generosidad con los pobres.
El tal Bairoletto lideró una banda que realizaba asaltos a trenes y empresas, principalmente en las provincias del norte de Argentina y en algunas zonas cercanas a Rosario. Se lo conocía no solo por sus crímenes, sino también por su inteligencia y habilidad para eludir a la policía. Utilizaba disfraces, cambiaba constantemente de escondites y tenía contactos entre los habitantes de las áreas rurales, quienes lo ayudaban a evitar la captura.
Siempre lograba escapar, como aquella vez que la policía organizó una operación para atraparlo cerca de Resistencia, Chaco. Aunque la redada fue extendida y bien planeada, Mate Cocido logró escapar una vez más, lo que acrecentó su fama como un experto de la evasión. Pero, pese a su buena fortuna, la mafia del grupo de Ágata y los de los Capo di Capi, juraron vengarse. Así comenzó una matanza feroz. Disparos a mansalva y tiros certeros a corta distancia que acabaron con la vida de muchos soldados y no tanto, de ambas bandas. La de los Chiches, Grande y Chico sin sus jefes, pero con estructura criminal intacta y ahora con sed de Vendetta.
La población vivía atemorizada temiendo salir de sus domicilios pues la muerte podía estar detrás de un mostrador de panadería o de un chirrido de frenos. La policía operaba y desesperaba pues se la habían jurado y sabían que con la mafia no se juega. La ciudad era un caos.
Mientras tanto, Mate Cocido se preparaba a cometer, El gran robo al tren. El asalto a un tren cargado de mercancías valiosas. El maleante y su banda, bloquearon las vías en una región retirada, saquearon los vagones y desaparecieron antes de que llegara la policía. Este robo no solo aumentó su fama, sino que también alimentó la percepción de que despojaba a los poderosos para favorecer a los menospreciados. ¡Enorme habilidad para evadir a la policía!
A pesar de profusas operaciones en su contra, la policía nunca logró atraparlo. Mate Cocido se movía constantemente entre provincias y utilizaba artificios y nombres falsos, lo que hacía casi imposible su captura.
Además, contaba con el apoyo de los pobladores de zonas rurales, quienes lo veían como un héroe. Diversas historias, narran cómo los campesinos lo ayudaban a esconderse o a huir de la policía, reforzando aún más su reputación.
Tono, sin embargo, luego le contó a la joven, que ellos se habían deshecho del tal Mate Cocido. Que era preferible que su muerte o captura quedara en el anonimato. Que su vida siguiera siendo un misterio, pero, le dijo, meterse con la Mafia es mortal.
Se dice que el tal Bairoletto evitaba enfrentamientos directos con estas estructuras, ya que su modus operandi se centraba más en el asalto a trenes y empresas y en la evasión constante de las autoridades. Muchas de las bandas locales no compartían sus objetivos o su forma de operar, lo que lo aislaba de ciertos círculos delictivos. Pero quiso la mala suerte que por error se interpusiera entre las bandas y sufriera las consecuencias.
Su estilo de vida y sus actividades delictivas, como los asaltos a trenes, podían entrar en conflicto con los intereses de estas bandas locales, aunque su visión principal era evadir a los mandos.
Esto terminó de decidir la vuelta de Ágata. Presidiría la organización. Seguiría principalmente vinculada al contrabando, el juego clandestino y la prostitución. Sabía cómo controlarlas, confiaba en que Tono hubiera mantenido conexiones con figuras políticas y empresariales, lo que siempre les permitió actuar con cierta impunidad. Lo había decidido.