CAP.1 -ÁGATA

1086 Palabras
CAP. 1 - ÁGATA ¿Había nacido malvada? ¿Se nace o se hace? Esto ha sido debatido durante siglos por la filosofía, la sociología y la psicología. Algunos argumentan que ciertos rasgos de personalidad pueden tener una base genética, lo que podría inclinar a una persona hacia comportamientos agresivos o poco empáticos. Sin embargo, estos rasgos no determinan completamente el comportamiento de una persona; el entorno juega un papel crucial. Las experiencias de vida, la educación y las influencias sociales también son fundamentales. Una persona que crece en un entorno violento o carente de afecto puede desarrollar comportamientos malintencionados como una forma de adaptación o respuesta a su entorno. Los que la conocimos no tenemos muy claro porqué Ágata, se mostraba tan despiadada aun siendo una pequeña. En una ocasión, halló unos gatitos recién nacidos en el leñero de su casa, la mamá gata estaba muerta cerca, seca de toda vida. Tiesa. La niña reaccionó llenando una pileta de agua y regodeándose, los fue ahogando uno a uno. Los alzaba mientras ellos gemían de hambre. Le miraba la canica de color, asegurándose de que la vieran, para arrojarlos luego, primero el n***o, luego el de color miel, hasta el quinto, el último. Se asomó riendo para ver cómo peleaban por el aire, por la vida. Sólo se le oyó decir: -Débiles, no tenían oportunidad-. La niña más hermosa, de abundante cabello n***o y ojos verdes, expresivos, mostró una inexorable voluntad inclinada siempre a la violencia. Jugaba con otras niñas a la medicina como solía decir, y siempre era quien aplicaba inyecciones dejando ampollas o heridas variadas, aduciendo que no se quedaban quieta y no podía introducir la jeringa. Astucia mostró desde muy pequeña.. El día que conoció a Alfonso, ya se había convertido en una jovencita muy bonita, menor de edad, de cabellera oscura y elocuentes ojos curiosos, ávidos de aventura. Obligó a dos empleados de su padre a que la llevaran a conocer a Rita, La salvaje. Una desnudista rosarina que por entonces brillaba en cabarets y whiskerías de la zona de Pichincha. Muy audaz, para la época, y el hecho de representar un aspecto a menudo oculto de la cultura local la convirtieron en un símbolo de la vida nocturna de la ciudad. Y eso, Ágata, tenía que conocerlo. En un espectáculo donde la falta de luz y talento, colmaban el sitio, la figura joven y bella de Ágata no pasó desapercibido para Alfonso Cappanne, dueño del Morocco. Desde entonces nunca se separaron, hasta que… El padre de la joven, Don Chiche Grande, la tenía prometida para casarse, a su abogado, su mano derecha y fiel secuaz en cuanto a fraudes y extorsiones elegía el mafioso. Eran tal para cual y merecía la mano de su mayor y genuina joya. Tal para cual fueron también los amantes: aquella noche, se miraron, se olieron en un tango canyengue y no volvieron a soltarse. Eran una pareja de ímpetu y fuego. Ambas cualidades que supo aprovechar la joven para tenerlo a raya y convertirlo en su cómplice. En aquella velada, actuó un cantante invidente, que a duras penas supo llegar al centro del lugar donde lo posicionaron para que cantara. Una voz recia, varonil, potente ganó el silencio de un público que ruidoso, aguardaba a la diva. La gran Rita, la Salvaje. Por su parte, Rita, alguna vez confesó llevar dicho apelativo por Rita Hayworth, y Salvaje surgió en Brasil, cuando alguien lo repetía insistentemente por su show. El espectáculo fue visto en muchos sitios, pero lo más grandioso era el número cuando sus temeridades sorprendían inclusive en el prostibulario barrio de Pichincha, porque afrontaba el desnudo completo, con escenas como “el ventilador”, en la cual hacía girar tiritas de colores con el movimiento de sus senos, y “el caramelito”, en alusión al premio que había que quitar de la entrepierna de su cuerpo desnudo. Hasta los estudiantes de escuelas secundarias se jactaban de conocerla, Un verdadero símbolo s****l de entonces. Había que vanagloriarse de haberla visto, mientras blandían en el aire algún jabón de albergue transitorio. Las medallas de la hombría. Alfonso sabía que aquella noche, la desnudista no actuaría y éste anuncio, lo dejó para lo último. Estaba haciendo buena plata con las copas y los parroquianos. Además de no poder evitar volver por más, con Ágata. Cuando se acercó a sacarla a bailar, los dos tunantes que la acompañaban se pararon para detenerlo y ella, con aquellos ojazos verdes, los detuvo en seco, así sin palabras y lo tomó de la mano para llevarlo a la pista de baile. Sin pudores, deslizó su pierna entre las del malandra, notando que encajaban perfectos para las figuras. Las respiraciones agitadas, la energía de ella parecía llevarlo aquí y allá, sin dejar de mirarlo, poseyendo su voluntad, para siempre. Los cuerpos pegados, las manos calientes, siguiendo el ritmo del dos por cuatro, como si hubieran nacido para bailarlo. Para encontrarse. Al final de la noche, aquél tumulto de almas tristes se enteró, que la vedette no actuaría pues estaba enferma. Algunos mascullaron la bronca y otros como Ágata, ya pergeñaba planes donde pudiera caber Alfonso. Su papá proyectaba con quién la casaría, ella decidía quién sería su amante. Aquella misma noche, sin poder conocer a Rita, ella pudo meterse entre las sábanas del maleante. Los dos guardias tuvieron que esperar afuera, los tenía amedrentados con amenazas. Y aún era menor de edad. Nuca se enteró de que en aquella oportunidad comenzaba su leyenda. A Rita, se encargó de que la internaran en un psiquiátrico. Eran mortales los celos que sentía por Alfonso y él nada le negaba. La primera vez con Ágata, recuerda Alfonso, fue tan impresionante, como aceptar que debía conservar un himen intacto para el elegido por su padre. Hay quienes aducen que tuvo una vida de abusos y maltratos. Nunca pudo demostrarse, Rita por su parte y a pesar de su fama de mujer desnudista, fatal, declaraba para el que la quería oír: -Nunca cobré, porque me enseñaron que, si cobraba, Dios me castigaría. No era un comercio. En Rosario nadie puede decir: «Yo me acosté con esa mujer». No me considero una virgen santa: si me agradaba un hombre, sabía dónde mandarlo para que nadie lo viera. Y más tarde iba yo- Eran tiempos difíciles, pero ambas eligieron. Lo cierto es que, a Ágata, luego de una vida de crueldades, donde la mafia la tuvo como representante, cuando se mostró arrepentida, nadie le creyó. -
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