Adrik se movilizaba en un vehículo oscuro rumbo a la mansión. Los demás se habían esparcido en distintas camionetas con vidrios blindados. La suya era una de las últimas y la única que se dirigía a Atenas. Mientras tanto, Magno lo representaba en otros asuntos delicados, negociando ciertos acuerdos. —Observador 1-1 a Alfa, ¿me escuchas? Adrik atendió al escuchar el código con el que se referían a él en las misiones del equipo especializado en infiltración, contrabando y defensa. —Sí, fuerte y claro —respondió. —¿Necesitas apoyo? —preguntó Marco. —Todo en orden. Vamos de regreso a la base. El resto del equipo debe volver a sus puestos de avance en la torre este. ¿Tu estado? —Objetivo en el punto. Todo despejado. —Entendido. Alfa 1, fuera. El teléfono de Adrik sonó. Miró la pantalla

