La intrusa (I)
La brisa acaricia mi cara y mi cabello vuela con libertad. Marcus ha dejado el auto sin capota para que el viaje sea más divertido y excitante. Soy feliz, tengo todo lo que he soñado: un negocio productivo y que me apasiona, mis padres están bien de salud y llevan una buena vida en su gran casa cerca de las montañas; puedo comer sin sentirme culpable porque mi metabolismo es rápido y me encanta hacer ejercicios. Tengo belleza y todos dicen que soy inteligente, claro, no padezco ninguna enfermedad, apenas me resfrío muy raras veces.
Y como si mi vida no pudiera ir mejor, tengo a Marcus. Nos conocimos hace un año en mis vacaciones en París, la chispa fue al instante y nos pasamos ese mes saliendo. Cuando regresamos él me contactó una semana después y fue así como empezó nuestro romance. Marcus es un hombre atractivo, inteligente, caballeroso y muy tierno; cabe destacar que él es muy bueno en los negocios y único heredero de las empresas de sus padres.
Hemos formalizado nuestra relación y pronto anunciaremos nuestro compromiso, es por esto que me está llevando a casa de mis suegros. Mi amado novio vive en la misma ciudad que yo en un apartamento de soltero, suele visitar a sus padres cada dos meses y se pasa todo un mes en la mansión.
Grandes portones se abren y nos dan paso a una larga carretera rodeada de árboles y jardines. ¡No puedo creer que esta sea la entrada de la mansión! Se puede decir que tengo buen apellido y comodidades, pero este lugar es a otro nivel, al parecer, Marcus es más rico de lo que imaginé.
Sirvientes bien vestidos nos reciben con cortesía y elegancia. Miro a un lado y un hermoso jardín me hace suspirar, pero algo allí capta mi atención, es una hermosa sirvienta de cabello largo y castaño, sus ojos grandes color miel son muy llamativos y su cuerpo atractivo.
Me mira con tristeza y decepción, veo amargura y odio en sus orbes claros. Un escalofrío recorre mi piel cuando nuestras miradas se cruzan y me abrazo a mí misma.
***
—¿Te sientes cómoda? —Mi novio me rodea la cintura desde atrás. Estoy en el balcón de la lujosa habitación que las criadas prepararon para mí, impresionada con la hermosa vista.
—¿Cómo no estarlo? —Me volteo y rodeo su cuello con mis brazos—. Me siento como una princesa en un cuento de hadas. —Beso sus labios. El beso es tierno y sin mucha pasión, pero está bien para mí. Saboreo su boca con hambre, me encanta este hombre y me siento la mujer más afortunada del mundo.
—Te dejo para que te alistes, pronto pondrán la cena y podrás conocer a mis padres. —Rompe nuestro delicioso contacto y una melancolía llena mi pecho. Es extraño, lo siento diferente desde que llegamos, pero creo que son los nervios; digo, conoceré a sus padres en persona al fin.
La cena ha sido exquisita y los padres de Marcus son muy agradables. Puedo sentir lo ufanos que se sienten con su hijo y no es para menos, Marcus ha sabido representar bien el apellido.
—Quédate conmigo esta noche —susurro sobre sus labios con ansias. Estamos frente a mi dormitorio que está un poco alejado al de Marcus.
—No, querida —acaricia mis mejillas—, no está bien que durmamos juntos en casa de mis padres, no se vería correcto. Descansa, hoy ha sido un día ajetreado y mañana tendremos muchas actividades familiares.
Asiento con desgana y lo beso por última vez. Él besa mi frente y se marcha. Una vez en mi habitación, me siento en la cama y resoplo, tenía tantas ganas de estar con él. No es que estemos acostumbrados a tener sexo, lo hemos hecho unas tres veces en lo que llevamos de relación y ha sido cuando él no se siente bien. A veces se deprime sin razón, me he preocupado, aunque sé que es el estrés de toda la responsabilidad que tiene sobre sus hombros.
Me miro al espejo y me gusta lo que veo. Disfruto ver mi imagen reflejada, mis ojos verdes, mi cabello rojizo y ondulado y mi cuerpo delgado. Sí, soy toda una modelo.
***
Tantas actividades sociales y el tener que conocer muchas personas me estresa, pero estoy dispuesta a padecer todo esto por él. Lo miro y sonrío, y él hace lo mismo. Marcus es tan apuesto y elegante, estoy consciente de que soy muy envidiada ahora mismo, él es como ese príncipe soñado. Su cabello n***o es abundante y siempre está peinado hacia atrás, sus ojos son oscuros como el azabache, sus labios carnosos y su nariz perfilada y pequeña. Se ve imponente en su traje n***o con camisa blanca, todo un hombre de negocios que viste de diseñador.
Después de cenar voy a buscarlo a su estudio, se tarda en abrir la puerta y se nota un poco nervioso. Voy a besarlo, pero gira su cabeza evitando el beso.
—Vete a descansar, mañana nos visitarán mis tías de Europa y debes saber que ellas son muy intensas, es mejor que estés descansada.
Asiento un poco incómoda, pero es lo que me toca. Me devuelvo al dormitorio y él cierra la puerta con prisa.
***
¡Estoy tan cansada! Me siento agotada de tantas comidas y fiestas sociales, presentaciones de familiares, amigos y personas que no me interesa conocer. Marcus y su familia me presentan con orgullo, me siento la mujer perfecta con sus comentarios y su manera de tratarme, pero algo no está bien. Delante de todos, Marcus se muestra orgulloso y me presenta como la mejor adquisición, pero ya no tenemos momentos de pareja. Me siento sola y temo que él esté perdiendo el interés en mí.
Tocan la puerta y limpio mis lágrimas, la criada entra cuando le doy el permiso y empieza a limpiar sin mirarme. Esa mujer me intriga, se ve que esconde una gran tristeza y la forma con la que me mira me irrita. Ya sea en el comedor o en el jardín, su mirada penetrante está sobre mí, como si intentase descifrar algo.
—¿Cuál es tu nombre? —Rompo el extraño silencio y ella deja de hacer su tarea. Sin mirarme, susurra algo que no entiendo—. No te escuché, deberías mirarme a los ojos cuando hablas, lo contrario es mala educación.
Sé que he sonado ruda, pero es que su comportamiento me irrita.
—Aura —dice más alto y se voltea para encararme.
No logro descifrar esa mirada. Un presentimiento en el pecho me pone alerta, pero prefiero ignorarlo; todo está bien, no tengo por qué sentirme así.
—¿Puedo preguntarte algo? —Ella asiente y yo respiro profundo—. ¿Por qué merodeas en la madrugada por este pasillo? Tengo entendido que la servidumbre duerme abajo.
Juega con sus manos y traga pesado, su nerviosismo me asusta y espero ansiosa su respuesta.
—Es... parte de mis tareas hacer guardia en la noche, en caso de que alguno de los señores necesite algo.
Me mira desafiante y no le creo nada.
—Puede seguir con sus labores —digo con la voz en un hilo.