Prometida en proceso

2381 Palabras
*** TERRENCE SLOW *** Después de colgar la llamada me dispuse a desayunar, no pasó mucho tiempo y el contrato me fue enviado por fax, lo leí detenidamente, era un contrato en el que se desechaba a la persona sin nada, hice algunos ajustes y lo envié de regreso para que fuera autorizado, aceptaron todo, lavé mis dientes, me duché y me coloqué un vestuario casual, unos pantalones de mezclilla azul marino con una playera tipo polo color rojo, unos tenis a juego y una gorra azul, puse mis lentes de sol y subí a uno de mis autos, usaría el que pareciera más discreto para no llamar tanto la atención, aunque todos mis autos lo hacían para mi desgracia, debía prever este punto en el futuro; era obvio que no necesitaba seguridad para salir, podía defenderme sólo, no podía morir, era algo que me otorgaba al menos privacidad. Apenas estaba estacionándome cuando vi a la señorita Blitz salir del edificio con un par de maletas, ¿se iba a algún lugar? Es cierto ha terminado sus estudios quizás haya encontrado algún empleo en otra ciudad, pero es demasiado pronto… Me bajé del auto, me aproximé a ella, sus ojos estaban rojos y cristalizados, algo había sucedido -Señorita Blitz- le llamé-¿A dónde se dirige, puedo llevar…- no terminé la oración y ella soltó las maletas y se abrazó a mi cintura lloriqueando como una niña pequeña, no sabía que hacer o cómo consolarla, así que decidí guardar silencio, cuando pasó un minuto me di cuenta que mis brazos la tenían sujetada, quizás algún tipo de instinto, fue lo mismo que pasó el día de la foto, la solté de inmediato, ella se separó, tomé sus maletas y comencé a caminar -¿Qué está haciendo?- preguntó confundida entre sollozos -Nos vamos de aquí, si me lo permite me gustaría hablar con usted señorita Amanda- añadí, no creo que tuviera buenos planes después de semejante escena. Su rostro mostraba aún más confusión, secó sus lágrimas y me siguió hasta el auto, se veía un poco avergonzada o quizás intimidada ante mí, podría asegurar que la mayoría de las personas se sentía así a mi lado. Le abrí la puerta de atrás del auto, me miró extrañada -Como comprenderá ahora mismo no quiero que nos fotografíen de nuevo, saldría muy poco presentable señorita -¿Fotografiar? No le comprendo Profesor…- la interrumpí, está chica no sabía nada aún, ¿No veía noticias o no tenía televisor, internet o algo parecido? -Llámame Terrence, te llamaré por tu nombre si no te molesta- vi su rostro ruborizarse, quizás fue mucho atrevimiento pero no quería andarme con formalidades, quería entrar un poco en confianza antes de soltarle la majestuosa idea del secretario de Estado -Es…ta bien- dudó- Terrence no sé de qué me habla- tomé mi celular, coloqué mi nombre en el buscador y de inmediato estaba la lluvia de artículos referentes a ello, se lo entregué para que pudiera revisarlo -Oh cielos, esto… lo siento tanto, sólo estaba muy agradecida por su ayuda, pensé que nunca más nos veríamos y fui impulsiva por una vez en la vida- su rostro estaba tan rojo que parecía una bomba a punto de estallar, me pareció graciosa la analogía -No se angustie, no le estoy reclamando, ciertamente la prensa me persigue todo el tiempo, cuando uno está inmiscuido en la política y el mundo de los negocios la prensa va incluida en el paquete, con el tiempo he aprendido a lidiar con ellos -Entonces sigo sin entender- me sigue hablando de usted, yo le he llamado por su nombre… -Disculpa Amanda, lo olvidé, me acostumbraré pronto, te lo aseguro- su mirada era indescifrable, me gustaría saber que ideas pasaban por su mente en ese momento, me miraba fijamente, pocas personas lo hacían, ahí supe que no la intimidaba para nada, después de todo su vida ha tenido peores cosas que esto- quisiera hacerte una propuesta de trabajo, iremos a algún lugar, comemos algo y lo hablamos Me miró dudosa –conozco un sitio aquí cerca- mencionó de inmediato, seguramente tenía sus dudas y quería estar en algún lugar donde se sintiera segura, lo supe de inmediato al ver que era una cafetería para jóvenes cómo ella, las meseras usaban muy cortas vestimentas y patines para servir a los comensales, una rockola antigua amenizaba el lugar, dentro del sitio había una pequeña sala de billar y un pequeño y peculiar bar, decorado en su techo con botellas de vinos finos vacías con luces tenues que acentuaban su peculiaridad, no me pareció tan desagradable, exceptuando que las meseras casi ponían sus pechos en mi rostro y me era difícil concentrarme, a pesar de no ser humano por completo, tenía mis debilidades y ciertamente mi cuerpo funcionaba en su parte fisiológica cómo cualquier otro. -¿Sucede algo Terrence?- su mirada me juzgaba- puedes mirar a las chicas a los ojos, me estás avergonzado, trabajo aquí a tiempo parcial -Deberían vestir de otra manera- dije- podrían faltarles al respeto -Lo hacen todo el tiempo pero son las reglas del lugar, usando a la mujer para atraer clientes, ya sabes -No deberías trabajar más aquí- solté sin darme cuenta, no sé qué me sucede que pierdo la sensatez cuando interactúo con esta chica -¿Disculpe? No todos somos ricos como usted- dijo molesta- ¿Me puede decir rápido lo que iba a decirme?, debo arreglar algunas cosas, sé que me ayudó mucho pero no puedo agradecerle por siempre, la vida sigue y debo sobrevivir. -Le ofrezco un empleo- fui al grano- tendrá la mejor paga del país, un sitio muy ostentoso donde vivir, las mejores comidas, el mejor auto, entre muchas otras cosas más- esbocé una sonrisa -¿Acaso se está burlando de mí?- pretendía levantarse pero le sujeté la mano sobre la mesa, con mi fuerza nadie podría soltarse, en esta ocasión la medí pues no quería lastimarla como pasó con anterioridad -No lo hago Amanda, quédese y escúcheme, disculpa, quédate- me era difícil tutearla, no es que fuera tan viejo físicamente hablando pues estaba entre los treinta y ocho años humanos aproximadamente, aunque he vivido más del doble de ello. –Seré candidato a la presidencia y necesito una esposa con urgencia. Sus ojos azules cambiaron de tono, quizás enojo o incredulidad, sin poder soltarse de mi mano, acercó su cuerpo lo más que pudo a través de la mesa que nos separaba -Muy gracioso, ¿así conquista a todas las chicas de la universidad?- una sonrisa sarcástica emano de ella- estuve a punto de creer que era un buen tipo, pero no es más que otro maldito hombre adinerado tratando de poseer el cuerpo de una mujer, es asqueroso, suélteme o voy a gritar- no quería escándalos en un sitio tan concurrido así que deje que se marchara y me sentí tan estúpido por haber escuchado el consejo del secretario, sin duda era una estupidez, quién haría algo así, quizás era mejor contratar a una actriz profesional. Pagué la cuenta de los alimentos que no fueron consumidos, caminé hacia mi vehículo y estando cerca la pude ver recargada sobre las puertas laterales derechas, cruzada de brazos en el frío día, era invierno y estaba helando, vi cómo se abrazaba a sí misma para tratar de tener algo de calor, sus signos vitales eran buenos pero su boca, nariz y mejillas estaban coloradas por el frío. Me acerqué sigilosamente, recordé que sus maletas estaban en mi cajuela, por eso no se fue, quería recuperarlas, era lo mejor pues no deseaba verla más ni insistirle sobre el tema, algo en ella me frustraba y lo mejor era tratarla lo menos posible -Ahora mismo le doy sus maletas- exclamé caminando hacia la parte trasera del auto, antes de abrir me detuvo del brazo con su frágil mano -Supongamos que hablaba en serio, ¿Cuánto tendría acceso a los beneficios?- mordía su labio inferior y sus manos jugueteaban entre ellas, su desesperación era evidente, así que sin preámbulos contesté: -Efecto inmediato- añadí- sería mi prometida desde ahora y viviría conmigo en una de mis mansiones- se sobresaltó al escuchar lo último- No sucederá nada entre nosotros, firmaremos un contrato a través del gobierno, el cual revisé personalmente y es conveniente para ambos, dormiremos en habitaciones contiguas con acceso una a la otra, entraremos en la misma pero podrá irse por la puerta oculta a la suya, el closet será compartido por aquello de las fugas de información, no podrá intimar con nadie durante el tiempo que yo sea presidente pero al termino nos podremos divorciar y gozar de todos los beneficios que el divorcio le otorgará, puedo darle el contrato impreso en mi casa si está interesada -¿Jura que no está mintiéndome?- preguntó -No creo en los juramentos, pero puedo garantizarle que es cierto- pude observar como detrás de un auto estaba escondido un fotógrafo, inútilmente escondiéndose de mi ágil vista- nos espía la prensa, ¿está dispuesta o no?- susurré en su oído mientras capturaba su cintura con mis manos. Sin dudarlo ni un poco, puso sus labios contra los míos, me sorprendió un poco pero no lo hice notar, correspondí para dejar satisfecho al curioso que merodeaba, una sensación extraña me invadió, su lengua se adentró y cómo en las ocasiones anteriores reaccioné por instinto, hice lo mismo, ella sostuvo mi cuello haciendo pequeñas caricias en él, luego se separó de mí y me miró con esos destellantes zafiros que relucían con ingenuidad, tomé su mano, estaba tan fría, ahora que lo analizaba llevaba ropa muy ligera para lo baja que estaba la temperatura, abrí su puerta y subió al auto, caminé hasta mi asiento y encendí la marcha para alejarnos del lugar -¿Entonces tengo el empleo?- sonrió -No hay vuelta atrás, está hecho, no puedes arrepentirte ahora, la firma será una mera formalidad. -No tengo a donde más ir, ahora mismo me estás salvando de dormir en la calle- comentó despreocupadamente, no me asombró su comentario pues debido a cómo me recibió cuándo nos encontramos supuse que algo sucedía pero decidí no preguntarle los detalles, en realidad no eran de mi incumbencia y debía mantener ciertos límites entre ella y yo para que no se quisiera tomar atribuciones que no le correspondieran o hacerse ideas falsas sobre nuestra relación. Continuamos limitándonos a escuchar la radio en el auto, realicé una llamada a la señora Perkins para que organizara todo en casa para la llegada de Amanda, también llamé al secretario de gobierno para informar lo sucedido y comprobarle a esta humana que mis palabras eran reales. Noté como frotaba sus manos para intentar calmar el frío a pesar de la calefacción, tomé una bufanda del asiento trasero y se la extendí en señal de que podía usarla, se cobijó en ella como un bebé que busca suavidad, era todo un caso de persona, a mi parecer muy descuidada con su persona, a pesar de ello debo admitir que tiene una belleza natural que no cualquiera posee, aún con su cabello desordenado y su ausencia de maquillaje lograba verse muy bien, sería un excelente rostro para la campaña y la más idónea primera dama. Al pasar por el centro de la ciudad hice una parada en la zona más exclusiva de tiendas comerciales -Discúlpame, debo hacer unas compras, puedes bajar y esperar en el restaurante y comer lo que no comiste por salir huyendo, pide lo que desees, cuando regrese pagaré por ello. Dame treinta minutos. -Pediré el platillo más caro y lo lamentarás, no quieras impresionarme, no soy materialista afortunadamente- bromeó -Hay peores cosas que lamento en mi vida-contesté; cómo ser un inmotipo, un títere del gobierno y un individuo a punto de casarse con una completa y joven desconocida con una vida trágica y al borde de la desesperación, quizás no somos tan diferentes uno el otro, cada quien sufre a su manera… Me dirigí a una exclusiva joyería, donde me conocían a la perfección, a veces adquiría joyas para complacer a algunas de las mujeres que jamás volvería a ver, aquellas que quería compensar por mi nula capacidad de amar, en realidad no estaba interesado en hacerlo pero no quería parecer un patán, creo que es un sentimiento que no se incluyó en mi biología, puedo sentir muchas emociones pero no esa. Al entrar los empleados me saludaron muy educadamente, me acerqué a la vitrina de anillos, los observé, vi sus precios, todos eran irrelevantes para mí, tenía tanto dinero que el anillo más caro de allí era nada, un cabello en el pelaje de un gato, sin sonar pretencioso pero tantos años de acumulamiento no había lujos que pudieran darle fin; un anillo en específico llamó mi atención era muy dorado y con una piedra azul muy similar al color de los ojos de Amanda, con pequeños diamantes incrustados a su alrededor -Quisiera ese anillo- indiqué a la dependienta -Ese anillo es de compromiso señor Slow- comentó quizás pensando que estaba cometiendo un error. -Lo sé, me lo llevo en número 5- tuve que estudiar el dedo de Amanda para llegar a esa deducción, sus dedos eran muy delgados pero yo era experto en joyería de dama La empleada se ruborizó y de inmediato lo sacó del mostrador para colocarlo en un estuche, me hizo elegir la forma del mismo y opté por uno en forma de flor en color rojo, lo colocó en una pequeña bolsita de papel con el logo de la joyería, le entregué mi tarjeta para que realizara el cobro y salí de la tienda, pude escuchar cómo la empleada corrió a contarle a todas respecto a mi compra, todo estaba saliendo tal y como estaba planeado. Al salir de la tienda y dirigirme hacia el restaurante donde me esperaba Amanda pasé por un aparador en el cual se exhibía un abrigo muy fino y acogedor, sonreí recordando como tiritaba de frío y lo compré de igual forma, no quería que enfermera y mis planes se fueran a la basura, ciertamente el gobierno me ha prometido que después de culminar la presidencia me dejarán ser libre en cuando a decisiones y seré mi propio jefe al fin, haría todo por no depender más de ellos.
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