Luego de semejante declaración, un silencio incómodo se estableció entre ambos, que se dedicaron a solo hablar con sus hijos sin mirarse mucho, pues, en cuanto sus miradas se cruzaban, ambos se incomodaban al extremo. La conversación necesaria estaría en pausa hasta que estuvieran a solas luego de que los niños se durmieran. —Se me salió —señaló Alonso a manera de disculpa—, no era el mejor momento, lo siento. —Si ibas a disculparte, no debiste decirlo, en primer lugar —dijo Erena, molesta. —Entonces hagamos como que no me disculpé y responde a mi declaración —sugirió el hombre—; porque, déjame decirte, esos son mis verdaderos sentimientos. Erena miró impaciente la complacida expresión del padre de sus hijos, molestándose un poco más. —Mejor hagamos como que no te declaraste —sugir

