Al ingresar a la casa, sintió el vacío que su hijo había dejado. Sintió y sabía, cómo el propio olor de su único hijo poco a poco se iría perdiendo entre aquellas paredes vacías y ya sin ningún sentido de ser habitadas.
Era verdad que ellos se habían vuelto a integrar a la sociedad y al pueblo dos años atrás, más que todo, para que su propio hijo, pudiera integrarse sin problema alguno a lo que le esperaba y lo que ya había comenzado a tomar marcha.
Lo había perdido. Sabía que lo haría en algún momento, pues toda madre está destinada a perder su tesoro más amado, para dejarlo crecer y volar con sus propias alas. Para verlo crecer, o destruirse.
Había llegado el momento de dejarlo decidir, aún si aquello iba contra las propias normas que Vasile le había impuesto.
Ella no lo quería. Nunca había querido que su único hijo terminara unido a un hombre lobo y mucho menos, aquella que había acabado con la vida de su hermano al ser tan solo un nuevo en el mundo de las sombras. De los vampiros. Pero la palabra de Vasile para ella era inquebrantable, y aun si hubiese querido ir en contra de su propio marido, no tenía el poder de hacerlo. No estando ligada en sangre que Vasile. En cambio su hijo, si podía, aun si no lo sabía aún.
Vladimir podía cambiar el rumbo que estaba tomando todo. Un rumbo para nada bueno, donde las costumbres y ceremonias se estaban perdiendo y se perderían más si se juntaban con los animales aquello.
No. No podía seguir permitiendo que Vasile siguiera haciendo de las suyas sin siquiera pensarlo. Sin siquiera medirlo.
Quizás las grandes cabezas del Consejo habían estado a favor de aquello. Quizás, si, podía llegar a ser una forma de evitar que más vampiros murieran por la enfermedad que los estaba aquejando, pero ¿a qué costo? ¿Por qué su niño debía de sufrir para que otros pudieran ser felices? ¿Por qué él y no su hermano mayor e hijo de Helen, Balthazar?
-Lo piensas demasiado -le comentó entonces Vasile a su lado, sorprendiendose por su presencia.
-No lo hago -le contestó alejandose unos pasos de él -Solo estoy preocupada.
-Sabes que esto lo hemos sabido desde hace tiempo -suspiró Vasile y se dirigió a sentarse en uno de los sofá individuales del living donde se encontraban -Vladimir siempre supo que tarde o temprano se uniría a un hombre lobo ¿por qué te cuesta tanto aceptarlo? Los del Consejo fueron quienes alentaron a ello.
-Me estaría importando muy poco lo que quieran o no los del Consejo -gruñó Dalia y lo miró con cara de pocos amigos -Es tu hijo y lo has entregado como si nada a nuestro peor enemigo.
-Honestamente nunca hemos tenido muchos problemas con la manada Blackwood, no veo por qué te molesta tanto.
-¡Porque es mi hijo! Parece que a veces olvidas que lo es -le contestó exasperada, pues a Vasile no parecía siquiera afectarle.
Vasile por su parte se encogió de hombros.
-Parece que has olvidado que esta unión podría dar como resultado a una especie mejor que ambas. Incapaz de enfermarse como lo estamos haciendo -los ojos de Vasile, de un color azul profundo, parecieron oscurecerse -Y vivir eternamente, a diferencia de los hombres lobo.
Dalia tragó con dificultad, pues sentía cómo Vasile parecía querer ejercer sobre ella su autoridad como creador y le estaba afectando.
-Además, ya has intentado suficiente como para dejar todo este tema en paz, ¿no?
-¿Qué quieres decir con ello?
Vasile levantó una de sus cejas.
-¿Crees que me he olvidado que has sido tú la causante del accidente hace dos años atrás, que gracias a ello, se perdió una vida? -suspiró con pesar y se cruzó de piernas -Esperaba eso de Vladimir la verdad, pero ¿de tí? ¿En qué estabas pensando? ¿Creíste que no me daría cuenta que atentaste contra la vida de ese pulgoso? Sé que estás unida a Vladimir por ser su madre, pero esperaba que eso no afectara hasta el punto que has causado la muerte del hermano menor de la futura cabeza de la manada Blackwood -se levantó entonces y se acercó como un predador hacia su presa y Dalia se sintió incapaz de moverse, hasta que sintió una de las manos de Vasile en su mentón -Sabes lo que te conviene Dalia -susurró con cierta molestia sin dejar de mirarla a los ojos y ella sintiendo un terror recorrer cada parte de su cuerpo.
Vasile era uno de los primeros vampiros que habían existido y aquello lo dejaba en claro con su imponente poder y figura. Dalia se sintió insignificante a su lado.
-Espero que no afectes a Vladimir de una forma que perjudique nuestro trato con la manada -la soltó con cierta fuerza, dejando marcada sus manos en el mentón de ella -Porque sabes que no soy condescendiente con nadie, ni siquiera con la familia -se giró y la dejó.
Dalia recien allí se percató de que había dejado de respirar, aunque era algo que no necesitaba ciertamente, pero el terror seguía recorriendo cada parte de su ser. Se dejó caer entonces en el suelo, rendida y con ganas de llorar.
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La chica subía y bajaba sobre su falo desenfrenadamente y jadeaba con deseo y lujuria, algo que había comenzado a molestarle, pues sabía que lo hacía más que todo para que Vladimir la escuchara. Siempre había estado consciente de que Genevieve estaba más que colada por el vampiro, aun sabiendo lo que era, e incluso le había propuesto hacer un trío entre los tres, a lo cual Wesley se negó rotundamente, sin siquiera comentarle a Vladimir, aunque a aquellas alturas sabía que la había escuchado. Era un vampiro después de todo.
Genevieve le tomó entonces las manos que tenía sobre sus caderas y las llevó a sus pechos, masajeandolos y brindandole más placer a su compañera, quien llevó sus ojos color verde jade hacia los suyos oscuros, dejando ver la lujuria y satisfacción que estaba sintiendo y unos minutos despues, Wesley se sintió llegar al climax, al igual que ella, quien gimió por lo alto, descargando toda la energía y placer que estaba sintiendo, mientras que él solo se limitó a morder su labio e impedir salir algún tipo de sonido, pues a pesar de que lo había disfrutado, nunca llegaba a complacerle por completo y eso, su compañera, lo sabía.
Fue entonces que Genevieve se hizo a un lado y con un suspiro largo y algo molesto, se bajó de la cama y buscó su ropa por donde la había lanzado.
-No entiendo para qué seguimos con esto -gruñó con cierta molestia mientras se vestía y lo miraba de reojo.
-¿A qué te refieres? -le preguntó Wes sentándose en la cama, dejando a la vista su completa desnudez.
-Seamos sinceros Wes, ¿acaso te has sentido completamente bien conmigo?
-¿Qué quieres decir?
Genevieve suspiró con pesar y se sentó en la cama cuando terminó de vestirse y se colocó los zapatos.
-Lo que estoy preguntando. Ambos sabemos que esto es una completa farsa -se giró cuando terminó de colocarse los zapatos y lo miró, pues él se había quedado sentado en la cama -Sabes a lo que me refiero.
Wesley tragó con dificultad. Lo sabía. Lo sabía a la perfección aunque no quería decirlo en voz alta.
-Sabes que no me molesta… esto -comenzó con cierta duda -Pero en algún momento todo te explotará en la cara y sinceramente, soy tu amiga Wes, por ello te lo estoy diciendo. Deberías de… ser un poco más sincero contigo mismo. No por lo otros, sino por ti. Tener sexo es una cosa, pero no es lo que estás buscando y no es lo que quieres ¿no es verdad?
Wesley la miró sin decir nada. No podía dejar salir las palabras que hubiese deseado y menos aun, con Vladimir en la casa, capaz de escuchar todo lo que hablaban.
Fue entonces que Gen le sonrió levemente y se estiró en la cama hasta llegar a sus labios, donde depositó un casto beso.
-Nos vemos mañana -fue lo único que le dijo antes de levantarse y salir de la habitación.
Wes por su parte se quedó mirando hacia la puerta, sabiendo que su amiga tenía razón, pero ¿en qué cambiaba todo aquello?
Vladimir nunca lo miraría más que con aquellos ojos fríos e inexpresivos, como si estuviera mirando a alguien inferior y sin importancia. Él nunca sería alguien importante para el vampiro, aun si… él quería serlo… desde la primera vez que lo había conocido.
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Estaba por dar vuelta la hoja del libro que había estado leyendo cuando la vio en el ingreso del living y fue por ello que cerró el libro con un fuerte ruido seco y la miró desde el alfeizar de la ventana, donde había decidido sentarse.
-¿Necesitas algo? -le preguntó con una de sus cejas alzadas.
Ella por su parte se mordió el labio y se acercó al vampiro, quien no se movió de su lugar y no dejó de mirarla con el rostro serio y algo sombrío, el cual no pareció intimidarla, pues se acercó a él y pasó de una de sus manos por su mejilla, sin que este se moviera o dijera nada.
-¿No te gustaría pasar el rato en vez de estar leyendo un libro aburrido?
Vlad miró entonces de reojo el libro antes de volver su mirada a la verdosa de ella.
-Considero más atractivo una lectura que “pasar el rato” con alguien como tu -le contestó con una sonrisa falsa y se levantó, obligándola a dar unos pasos hacia atrás -Además, ¿no se supone que sales con Wesley?
Genevieve se encogió de hombros, restandole importancia.
-Solo nos acostamos de vez en cuando -sonrió lasciva -Nada importante.
-Ya veo -comentó y se acercó a la biblioteca que tenían en el living, para luego girarse y volverla a mirar -Aun así, no me interesa revolcarme con una loba, lo siento, no eres mi tipo -le sonrió nuevamente falso y se dispuso a irse, pero ella lo retuvo de la muñeca.
-¿Y cuál sería tu tipo? -preguntó ciertamente interesada.
Vladimir la estudió con la mirada ante de contestar.
-Alguien que no sea un jodido lobo -le contestó con molestia y se zafó del agarre de ella, viendo entonces por encima del hombro de Genevieve a Wesley, quien el dio ciertamente la sensación de que pareció ser herido por las palabras que habían salido de sus labios, más aun así, no le preocupó, porque después de todo, sabía que era imposible que entre Wesley y él llegara a haber algo más que la obligación de mantenerse unidos como una “pareja” por el bien tanto de la manada de él como su clan.