Las señoras de la casa corrían de un lado a otro en búsqueda de la prenda de vestir que se había perdido, la qué él señor conservaba sobre la cama a diario, y había convertido en una especie de amuleto de la suerte. No tenían idea del destino de la prenda de vestir femenina, por qué ninguna de ellas a excepción de Rocío, entraba en esa habitación, desde aquel fatídico día. Pero como la mujer tuvo el des fortunio de enfermarse los últimos días y mantenerse en cama, no había manera que supiera la ubicación de la blusa. Lo que más les daba temor era entrenar al señor, sabían que al notarlo, el escándalo sería mayor a cualquier generado en los últimos años. Nora se mantuvo en la cocina todo el tiempo, prefirió hacerse a un lado con la locura que se vivía alrededor. Carmenza había salido

