El invierno se avecinaba, y se podía notar con solo mirar el gris del cielo que se llenaba con nubes de lluvia amenazantes con dejar caer un mar sobre la ciudad de Boston. John acababa de salir de su trabajo como cajero de una ferretería y mientras estaba fuera del local luego de haber terminado su turno dudaba sobre si debía marcharse sin tener un paraguas consigo. Podía bien quedarse sumido en el matiz grisáceo del cielo y la suave brisa gélida que abrazaba sus mejillas, pero tenía cosas en las cuales pensar y debía dejar para otro día el presenciar dicho espectáculo de la madre naturaleza.
—Seguramente Thiare me debe estar esperando —se dijo a sí mismo, sacó el móvil de su bolsillo y justo en ese preciso momento recibió la llamada de su novia—. Hola —dijo al contestar—, estaba justo por ir a buscarte.
—Y deberías traer un paraguas —contestó una dulce voz desde el otro lado de la línea.
—Llegaré pronto, tú solo espera —luego de decir eso cortó la llamada y se adentró nuevamente en la ferretería—. Jefe, no tendrá un paraguas que le sobre ¿Verdad? —era de esperarse que no, ya que justo estaba alistándose para salir y solo llevaba consigo una pequeña sombrilla dejando en evidencia que no le sobraba alguno. Sin contar el no tener paraguas y añadiendo el mal genio de su jefe sabía que no conseguiría nada más que un simple ceño fruncido por su parte.
—Perdona John —contestó su jefe y con esto su respuesta estaba más que clara. Obviamente no era una tienda de ropa como para poseer ese tipo de cosas, pero creía que era algo bastante útil de tener sobre todo en días lluviosos como los que se estaban por avecinar.
Decidió salir en busca de una tienda donde pudiese comprar uno antes de ir a buscar a su novia al conservatorio de música, pero las nubes no estaban de tan buen humor como para permitirle avanzar tranquilamente por las calles. Gota a gota las calles se empezaron a llenar de agua y al no tener cómo resguardarse John dejó que la lluvia lo abrazara suavemente y con frialdad. Es un joven de tez Morena clara, su cabello es color n***o y al tenerlo humedecido se nota más brillante de lo habitual. Su altura es aproximadamente de un metro setenta, tiene un rostro masculino, pero sin perder facciones finas, además de una barba a medio crecer muy poco densa que se amolda perfectamente a su rostro como si fuese un estilo propio. Sus pestañas son largas, y sus cejas algo tupidas, pero no demasiado, por lo que, aunque no sea un hombre muy guapo su físico es el motivo de que algunas mujeres volteen a verle cuando va por la calle al menos por mínima curiosidad.
Tiene solo veintiún años de edad, en la plena flor de la vida y sabe que mientras sea joven debe trabajar por mejorar día a día su pasión, la fotografía. Algo que se ha traído desde muy pequeño como una afición que se convierte en un motivo de vida para él.
Después de haber caminado durante algunos minutos ya empapado pudo resguardar su cuerpo debajo del toldo de una tienda de ropa, donde milagrosamente pudo adquirir un paraguas transparente por tan sólo diez dólares. Al tener resguardo de la lluvia que amenazaba con continuar durante varias horas se dirigió caminando esta vez con mayor calma hasta el conservatorio. Antes de llegar se detuvo unos momentos a tomar una foto de los peatones mientras cruzaban el semáforo con su smartphone, ya que su cámara fotográfica se encontraba en casa.
Aunque no obtuvo el efecto deseado con dicha fotografía, pudo retratar una foto lo suficientemente buena, habiendo captado a la perfección el flujo de personas debajo del manto de un cielo nublado que desprende nostalgia.
El conservatorio se encontraba exactamente frente a sus ojos, se podía apreciar desde la distancia donde se encontraba, no perdió tiempo en cruzar la calle, y luego de abrirse paso entre el andar de la gente se posicionó justo fuera en las puertas de entrada donde el techo le protege de las fulminantes gotas de agua. Cerró el paraguas luego de agitarlo un poco para que el agua restante quedara en el suelo, después de eso marcó en su celular el número de Thiare, pero no hizo falta que sonara demasiado cuando al voltear con vista a la calle se apareció ella frente a su rango de visión empapada desde la punta de su cabeza hasta la suela de sus zapatos. A pesar de encontrarse en ese estado se puede apreciar su belleza comenzando por su hermoso cabello castaño oscuro que combina perfectamente con sus cejas naturales y del mismo color. Su nariz es pequeña y solo un poco ancha, sus labios finos dan un contraste hermoso en conjunto con ese color marrón de labial que suele utilizar todos los días. Su piel se nota algo blanquecina por el clima frío, pero con frecuencia suele ser de un color acanelado. Debajo de su fosa nasal derecha casi llegando a su labio posee un pequeño lunar que apenas logra ser perceptible a la vista, y aunque tiene una estatura promedio sus piernas tienen el largo suficiente para demostrar su cuerpo esbelto, que combina perfectamente con sus senos pequeños y de tamaño normal que se hacen evidentes al llevar el suéter mojado y pegado al cuerpo.
—¿Por qué eres tan testaruda? —inquiere John al acercarse a ella, parecía haber ido a comprar un café para calmar el frío, pero iba a necesitar más que eso luego de haber sido bañada por el agua gélida del día. Al verla así de cerca y en ese estado no para de imaginar lo hermosa que ella se ve, aunque parezca estar hecha un desastre a los ojos de cualquier otra persona.
—Mira quien lo dice —se echa a reír al ver que ambos se encuentran en la misma situación. Lleva puestas unas gafas redondas, al quitárselas para poder sacarles la humedad deja en evidencia sus ojos rasgados de un bellísimo color marrón.
—Tengo mi excusa —responde John y le extiende el paraguas para que ella lo tome mientras él se saca la chaqueta que lleva en la mochila para cubrirla un poco. Lo que menos quiere es verla resfriada cuando sus ocupaciones son incluso mayores que las de él mismo.
—Espero no sea de esas que utilizas para trabajar —le preocupaba oler a sudor de hombre, y considerando que era día de trabajar en el almacén Thiare pensaba que la chaqueta bien podría estar sucia. Al olfatearla un poco percibe ligeramente un poco de sudor en combinación con el perfume de John que huele tan agradable, simplemente ella queda atontada con el aroma.
—Te quejas demasiado —le quita el paraguas de la mano para que pueda terminar de acomodarse la chaqueta y colocarse las gafas—. Se supone que me esperarías dentro.
—No pensé que fuese a mojarme tanto —se saca sus zapatos para escurrirlos, cada uno tiene al menos dos litros de agua exageradamente.
—Oye, no creo que haga falta considerando que iremos caminando —le parecía una acción innecesaria ya que volvería a llenarse de agua.
—Es incómodo —dice al colocarse el primer zapato. Le era muy desagradable caminar y sentir como si hubiese una esponja húmeda debajo de cada pie, era una sensación de grima que no quería tener durante todo el camino de regreso a casa.
—Debería pagar un taxi —se acerca un poco más a las escaleras para observar alrededor en busca de uno. Algunas gotas de agua se dejan pasear por su rostro cuando el viento está en contra.
—Ya estamos mojados —dice al colocarse el zapato restante y posicionarse a su lado—. Vamos a casa.
El tramo no era tan extenso, unos cuantos minutos y ya se encontraban frente a la casa de Thiare. Era alquilada, ya que se mudó desde Nueva York para poder estar cerca de la universidad, vivía sola pero como usualmente no se encuentra en casa no le molesta que así sea. Es un lugar cálido y confortable por lo que para ambos es un buen sitio donde pasar el tiempo juntos prefiriendo quedarse viendo una película que saliendo a tener citas en el exterior.
—¿Café? —le ofrece ella al ya encontrarse ambos dentro de dicha casa. Está bien aseada y acomodada, algunos muebles, la televisión de la sala y una cocina con suficiente espacio. Lo único no tan agradable del todo era el color beige de las paredes, pero al ser alquilada no se le permite repintar y todas las ideas de dibujos y colores radiantes que Thiare tenía en su cabeza seguirían ahí sin poder realizarse.
—Que sea doble —el agotamiento por toda la caminata se hizo presente al sentarse en el sofá. El día había sido ajetreado, pero nada que no pudiese manejar con una buena voluntad que le permitía dejar el cansancio de lado hasta llegar a casa y tocar su cama.
—Creía que saldrías más tarde —ella se dirige a la cocina, coloca una pequeña olla con agua en la estufa para calentarla—, ya me veía caminando solitaria a casa bajo está tormenta.
—Vamos, no exageres —se echa a reír—, no es una tormenta, es solo que el clima está algo pesado.
—Pues un poco más y nos hundimos —le bromea. Se adentra en el baño para sacarse la ropa mojada y dejarla secando. Al salir desnuda del lavado para dirigirse a su habitación capta en seguida la atención de John con esa sexi lencería que lleva puesta de un perfecto encaje color n***o.
—¿Ya es navidad? —alza un poco la voz para que ella le escuche con un tono juguetón.
—¡Te has portado fatal! —exclama ella desde su habitación. Rebusca en su clóset prendas que sean cómodas y cálidas para colocarse ya que, aunque afuera haga frío ella prefiere algo corto y suave antes que cálido.
—¡Seguro solo lo dices por el día que me quedé dormido mientras tocabas el piano! —se levanta y se aproxima a la cocina para preparar el café. Busca en la alacena la azúcar y se da cuenta de que sólo queda café suficiente para preparar un poco—. Hay que comprar café —dice con voz normal al escuchar sus pasos detrás de él acercándose.
—Te ves tan lindo en la cocina —ella le abraza por detrás con fuerza y él puede sentir sus senos a través de la blusa que lleva puesta.
—Te vas a resfriar —dijo refiriéndose a que debe colocarse más prendas de ropa, por lo menos antes de que sus ganas se intensifiquen y prefiera dejarla como Dios la trajo al mundo.
—Pues debes calentarme —sonaba provocadora, intentaba que él se diese cuenta de lo que necesitaba sin tener que decirlo.
—El café ya casi estará listo —responde sin pensar del todo en sus palabras ya que su concentración se queda al cien por ciento en la preparación del café.
—Aburrido —le hace un puchero, aunque él no logra verla—. Ve a sacarte —se despega de John y entra al baño para sacar una toalla limpia y seca.
—Tu café —le extiende una taza a rebosar mientras que la de él solo tiene un poco.
—Gracias —dice amablemente y con cuidado de no derramar nada coge la taza con ambas manos para colocarla en el desayunador luego de darle un sorbo.
—Debería volver a casa, seguro mis padres deben estar preocupados —se seca la cabeza con la toalla que Thiare le había dado, pero sólo eso. Su cuerpo seguía húmedo igual que sus vestimentas.
—Al menos hazlo bien —se queja de que sea tan vago como para preferir quedarse mojado.
—Pero primero un beso —se la queda observando a la espera de que ella acceda con una sonrisa. Thiare se le acerca, lo suficiente como para que John solo tenga que descender un poco la cabeza para darle un pequeño beso.
—Ahora hazlo bien —le recuerda que debe secarse de forma correcta para no pescar un resfrío. Pero John decide ignorarla y coloca la toalla en el desayunador para regresar a la cocina por su café.
—Siempre has sabido hacerlo mejor que yo —dice Thiare al volver a sumergir su gusto en el café.
—Seguro te sientes sola aquí —al observarla ella emite esa aura de soledad que suele transmitirle cuando está en casa.
—Múdate conmigo —propone ella sin pena alguna dejando a John sin saber cómo responder.
—Verás... —hace silencio y se queda pensando en la propuesta. Tenía algo en mente sumamente parecido pero su corazón no parecía estar listo para dar el paso.
—Oh por Dios —Thiare se coloca ambas manos en la boca como si estuviese asustada—. No me digas que has asesinado a alguien y ahora la policía está buscándote.
—¿Qué? —no entendía nada—. ¿Por qué dices eso? —de todas maneras, lo que pretendía decirle era aún más complicado que una simple persecución policial a su parte.
—Perdón —le regala una sonrisa tierna—, es que tenías como esa típica expresión que poseen los chicos de las películas cuando piensan en confesar algo parecido.
—Supongo que me veía horrible —replica John.
—¿Ya te vas? —ella le observa algo decaída.
—Nos veremos mañana en la universidad —no había avisado a sus padres que llegaría tarde y eso le preocupaba.
—Ya veo —ella le sonríe a medias—. Ve temprano, no esperes que se obscurezca más el día.
—Responderé pronto a tu propuesta —dice luego de acercarse para darle un beso en la frente.
—Sé que sí.
John se acerca a la puerta de salida, pero al girar la perilla para abrirla voltea nuevamente a verla. Se saca el móvil del bolsillo y coloca la cámara del smartphone para tomarle una foto y agregarla a su colección personal de momentos vividos con Thiare.
—Al menos avísame para sonreír —se queja Thiare colocándose las manos en el rostro avergonzada.
—Directo al álbum —referíase a una carpeta que posee en su celular con fotos de ambos—. Te envío al llegar, adiós.
—Adiós...
Ya eran las siete de la noche, luego de haber llamado a sus padres para avisarles que iba en camino se dio un paseo rápido por una tienda de víveres entre otras cosas para comprar algunas botanas. Pretendía utilizar el tiempo que tendría antes de dormir para finalizar una película a medio terminar que había estado viendo con Thiare.
Al llegar a casa subió directo a su habitación para cambiarse y sentarse frente al monitor de su computadora para guardar las fotos de su celular en la copia de respaldo y posteriormente para ver la película.
"Debería proponérselo —piensa mientras observa una escena romántica en dicha película. Aunque no estaba listo del todo pretendía hacerla su prometida—. Seguramente es lo que ella espera, o al menos eso creo".
Terminó aburriéndose casi al llegar al final de la película, y en menos tiempo del que creía ya se encontraba en su cama abatido por el cansancio del día. Se le encogía el corazón al pensar que ella podría estar sola, pensando en él o en sus padres sin ninguna compañía en aquella casa. Quiso llamarla para escuchar su voz, pero, antes de que el teléfono pudiese repicar declinó la llamada para no molestarla, optando por escribirle un mensaje.
La lluvia cesaba poco a poco, al mismo tiempo en el que cerraba sus ojos para dejase llevar por sus sueños más profundos. Se podía escuchar desde dentro de la habitación el sonar de las gotas de agua cayendo en el balcón de su cuarto. El día había llegado a su final, y su exhausto cuerpo y mente podrían obtener algunas horas de descanso para ser capaces de continuar nuevamente con la jornada del día siguiente.