De regreso en casa, el silencio en el auto era distinto al de otras veces. No era cómodo, pero tampoco era hiriente. Era… tenso. Como si cada uno estuviera lidiando con lo que no se dijo. Marco aparcó frente a la casa y esperó a que Elena bajara. Ella lo hizo con tranquilidad. Dante cerró de golpe la puerta tras salir. Ese sonido fue el primero en romper el ambiente. Una vez dentro, Elena fue directa a la sala. —Quiero hablar con ustedes —dijo, sin rodeos. Ambos se giraron, atentos. La tensión en los rostros de Marco y Dante era evidente. Sabían que no iba a ser una conversación ligera. —Hoy… vi en sus caras celos —empezó Elena, mirándolos a ambos—. Celos por alguien que formó parte de mi pasado. Quiero que entiendan algo muy claro: ustedes no tienen derecho a sentirse así. Ma

