CAPÍTULO4

1103 Palabras
Llegué al laboratorio con una mezcla de nerviosismo y determinación. El laboratorio era un espacio amplio y luminoso, lleno de equipos sofisticados que me intimidaban un poco. Ni en mis mejores sueños (muchos de ellos eran sobre un joven mago tratando de matar a un ser innombrable) me imaginé trabajando en un lugar así. Me dirigí a mi banco de trabajo asignado, donde ya había un microscopio y varios tubos de ensayo esperándome. No tardé mucho en encontrar al Dr. Saint James, me bastó con dirigir la mirada al lugar más gélido del laboratorio, estaba sumergido en una discusión con otro pasante, un joven alto y delgado al que mi imaginación llamó “Wally”. El joven parecía congeniar satisfactoriamente con nuestro mentor, al parecer estaban teniendo una interacción positiva, pero solo estuve completamente segura cuando “Wally” sostuvo una victoriosa sonrisa y se dirigió a vigilar su ensayo, que al parecer consistía en la construcción de un vector de transformación para…¿maíz?. Dios me di cuenta que estaba enormemente atrasada, “Wally” estaba en la era moderna y yo recién pisaba el mesozoico, comencé a ponerme nerviosa ¿por donde comenzaría, como eran mis protocolos, que era una semilla de girasol?...comencé a estrujar mis dedos para evitar caer en un ataque de pánico y salir corriendo a llorar en el último rincón del baño de mujeres. —Srta. García —dijo una voz varonil, lisa y pesada. Levanté la vista de mi manos y me encontré con la mirada de hielo, escudriñando mi rostro con fastidio, estaba segura que quería echarme al retrete y tirar la cadena, deportarme con inmigraciones por ser tan poco competente, por ser una mujer científica, por ser yo Maya García el peor estorbo de su laboratorio. -Muéstreme lo que tiene- tragué saliva y me acomodé como pude en mi taburete de trabajo, tratando de no verme tan torpe con el enorme delantal blanco hecho por su puesto para un hombre blanco de 1,80 metros. El Doctor Saint James me miró por encima de sus gafas de pasta redonda sin mucho entusiasmo, imprimiendo un parecido increíble al querido y bonachón Clark Kent , salvo que Saint James no era un superhéroe bondadoso y simpaticón si no todo lo contrario. Su mirada se desvió casi de inmediato a mi placa Petri, juntó sus labios en una alarmante y angustiante línea recta ¿cómo podía hacer eso? -Taylor, preséntale el protocolo para el aislamiento de tejido vegetal a la Srta. García- su voz gruesa y grave me sobresaltó. -Oh no, yo si me lo he memorizado….y yo…-su mirada fulminante hizo que me tragara mis palabras y me sonrojara de manera fluorescente. Sin nada más que decir se movió al final de la sala para corregir a otro pasante. Estaba al borde del llanto, me mordí tan fuerte el labio que me dejé una marca, apreté los puños para no gritar, estaba muy avergonzada y decepcionada de mi misma. Taylor que era el verdadero nombre de “Wally”, se levantó y se acerco de forma amable a mí. -Hola, soy Taylor. Te ayudaré con lo que necesites- su voz dulce casi me hizo llorar de nuevo. -¿Tienes cianuro masticable?- él sonrió de forma empática. -Se que al principio es duro, pero mira el protocolo es bastante sencillo, pero hay algunos detalles importantes que debes tener en cuenta- se agachó un poco para observar más de cerca mi intento fallido de aislamiento de tejido vegetal. Asentí agradecida, quería darle un abrazo y regalarle una taza de Harry Potter, y grabarle la frase: “Gracias por ser mi compañero de aventuras en Hogwarts”, era la primera muestra de humanidad que había recibido en Stanford. Otra vez quise llorar. Taylor me explicó paso a paso el procedimiento, deteniéndose para responder a todas mis preguntas. Sintí una conexión inmediata con él. Después de unas horas trabajando, me armé de valor y presenté mis primeros resultados al Doctor Saint James. Con nerviosismo, le mostré las muestras de tejido vegetal que había aislado. —Hmm…—murmuró Saint James, examinando las muestras con una lupa—. Pero creo que puedes mejorar la pureza de la muestra. Necesitas ser más precisa al cortar el tejido y evitar contaminarlo con otras sustancias. Falta mucho. Me sentí decepcionada. Había trabajado duro en este experimento y esperaba una mejor respuesta. Sin embargo, traté de mantener la calma. -Entiendo, doctor. ¿Podría darme alguna sugerencia sobre cómo mejorar la técnica? Saint James me miró con una expresión inexpresiva. —Revisa el protocolo nuevamente. Hay un paso que estás omitiendo. Me sentí frustrada. Tenía la sensación de que Saint James estaba siendo intencionalmente vago. Me volví hacia Taylor en busca de ayuda. Y le susurré al oído cuando Saint James había regresado a su despacho. —Es un hecho me odia…-dije apretándome con fuerza el entrecejo- ¿es porque soy latina o por que tuve, según él, la maldición de nacer con dos cromosomas X?- Taylor se rió con confianza -Creo que su madre es latina y además ella tiene dos X en su ADN, dudo que te odie -¿Lo conoces bien? -Bien no, solo que he leído algo de su bibliografía, es un erudito de su generación, pero es considerado una clase de traidor por sus pares ya que se fue a trabajar a la industria por un salario con varios ceros al año. Y no dejo su alma en la academia como muchos esperaban. - mmm….Voldemort -¿Qué? -Eh…Nada…¿será mucho pedir si me echas una mano aquí?- dije señalando el vomito verde que estaba dentro de mi vigésima placa Petri. Taylor asintió y juntos revisamos el protocolo. Después de unos minutos, Taylor encontró el error. —Creo que te estás saltando este paso. Es importante para eliminar las impurezas.Me sentí aliviada. Al menos tenía a Taylor para apoyarme. Al final del día, mientras recogía mis cosas, no pudo evitar sentirme agotada y frustrada. Saint James había sido distante y poco dispuesto a ayudar. Pero no todo había sido un asco, había encontrado un aliado en Taylor. Esa noche, decidí escribirle un correo electrónico a la Dra. Connor, mi mentora en Chile. Al principio, estaba a punto de contarle lo difícil que estaba siendo todo, pero luego me detuve. No quería parecer débil. En cambio, escribí un correo optimista, hablando de lo mucho que estaba aprendiendo y lo agradecida que estaba por la oportunidad. Al enviar el correo electrónico, me sentí un poco mejor. Quizás exageraba las cosas. Después de todo, era solo mi primer día.
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