Sonrió y negó con la cabeza. "No lo hice. No te ofreces a cuidarla por amor, ni por deber, ni por compasión, ni nada por el estilo. Estás intentando comprarla. Lo que haces no es diferente a pagar por sexo. Si le das a una mujer un ramo de rosas y ella quiere expresarte su amor físicamente, eso es totalmente diferente a ofrecerle a una mujer la misma cantidad de dinero por sexo". "Lo entiendo, pero---" Sin peros, Kaz. Es lo mismo, maldita sea. En mi opinión, a cualquier mujer que se atreva a esto le importas un comino y probablemente te hará la vida imposible. Cualquier mujer que de verdad disfrute de tu compañía y considere casarse contigo se sentirá ofendida por la oferta. ¡Qué trampa! Kaz reflexionó sobre sus palabras. No eran nuevas. Había dicho lo mismo decenas de veces. Una vez má

