—Tú —gritó. Entonces, me detuve y reposé la palma de mi mano sobre la piel enrojecida y la acaricié. Katie respiraba con dificultad, con sus manos apretando las sábanas a cada lado de sus hombros.
—Así es, yo. Tu compañero marcado. ¿Sientes el calor en tu mano? Es mío. —Solté el agarre en sus piernas y las separé con mi pie.
—¿Sientes ese calor en tu v****a? Es mío.
Acaricié sus labios inferiores con la punta de los dedos y sus jugos los cubrieron inmediatamente. Ella permanecía inmóvil mientras gimoteaba, pero luego inclinó sus caderas hacia arriba ofreciéndome más. Levantando los dedos, los lamí y su sabor cubrió mi lengua una vez más. Era dulce y adictiva. Mía.
—¿Tus orgasmos? Son míos.
Dibujé círculos en su entrada, una y otra vez hasta que comenzó a retorcerse, deseosa de más; pe
