Mi «tía» no me mintió. Ella era la mejor guardia. No podía salir sola ni por mis necesidades, siempre estaba acompañada de Vasily con ella en brazos. Me sorprendía su energía en un cuerpo tan pequeño. Parecía, que algo sobrenatural le daba fuerzas. Al tercer día de viaje llegamos a una ciudad. Estaba tan cansada de la carroza y el temblor constante de «sin camino» que hasta me alegre de parar. Honestamente, no me importaba mucho a dónde me llevaban, la única cosa que lamentaba era Simón. Aún tenía su cuerpo decapitado ante mis ojos con los brazos abiertos. ¡Pobre Simón! Se me recuperaron las lágrimas las que pensaba que deje todas en la fragata de Iván. - ¿Por qué lloras? ¿Crees que alguien va a buscarte? ¡No lo esperes! - No lo espero, ¿para qué matasteis a Simón, era buen hombre? -

