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Mi Patrona

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Descripción

Any esperaba a su nuevo abogado, ella que era una de las niñas consentidas de papa no le gustaba esperar. Y el llegaba tarde, lo único que no sabia era, que se iba quedar con el puesto de Abogado. para la dueña del bufete el misterioso Abogado era una nueva atracción.

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Pasaron algunos días, hasta que dieron a la patrona de alta, Todos los días en ese tiempo Carlos estaba al pendiente, de todo lo que necesitara la doctora. Y como no tenía sus tarjetas de Any, los gastos corrieron de su cuenta. Tampoco las ganas de que ella pagara, si ni siquiera fue su decisión llevarla a esa clínica. Any  se hizo una rutina el posar su mano en la barandilla de la camilla, mientras Carlos la sostenía y acariciaba. Él pudo sentir el calor de esa pequeña y frágil mano, además antes de irse y a la hora de llegada, lo recibía con un beso en la mejilla. Ella estaba muy contenta de que alguien estuviera al pendiente de su persona. Any pensaba que Carlos estaba siendo algo muy preocupado para que fueran solo conocidos, y en el trabajo Jefa y empelado. Sabía que él se traía algo más entre sus anchos brazos. Para Carlos la estadía en el hospital era lo mejor que podía tener para acercarse a la Jefa, no le importaba que estuviera dos meses  más en esa camilla mejorando, porque se la estaba pasando muy bien con su patrona, teniéndola y acariciándola.  Aunque todo iba a correr por su cuenta, pero no le importaba dar todo su dinero por estar tan cariñoso con la Patrona. —   ¿Porque haces esto Carlos? yo solo soy tu jefa.        —Pues, Jefa le voy a decir la verdad —Tomo la otra mano de Any— Yo la iba a dejar sola aquí, pero en ninguna circunstancia podía abandonarla sin alguien que la atendiera.   —Carrasqueo— Además la comida de aquí es fatal, —Sonrió— No la iba dejar comiendo eso.                                                                                                          —Pues Gracias, pero no me gusto que vieras mi ropa interior. —soltó una carcajada—    Me molesta un poco. —Él le pellísco la mejilla a su patrona.                           —Así que ese era el problema, —Bromeo— Entonces ya te puedo regalar ropa interior para el día de tu cumpleaños. La chica no pudo evitar sonrojarse algo por la broma que Carlos le estaba haciendo, pero con las manos agiles que tenía el chico le pudo sacar alguna que otra sonrisa.              La hora de revisión ya terminaba, Any quería que Carlos se quedara más, un rato más. No sino hasta que ella se durmiera. No quería soltarlo. Quería que la abrazara y se quedaran durmiendo juntos como si nunca se fueran a separar. Pero la realidad era otra y al política del hospital decía que las visitas solo tenían  dos lapsos de tiempo, y ese tiempo había terminado. Carlos se paró no sin antes darle un pequeño beso en la frente y susurro a las orejas de la chica —Que te mejores— Mientras que ella apretaba con fuerza sus manos, no queriéndose alejar del chico. Después de que le dio un abrazo fuerte, y un beso en la mejilla, Carlos salió de la habitación  y con un fuerte grito la Patrona le dijo —Te espero mañana, Cuídate. Carlos sonrió ante la actitud de una adolescente encerrada en una bella mujer. Pero el brillo de los ojos de esa chica le cautivaba más, lo encerraba en un cuarto oscuro donde lo único que podía divisar eran esos ojos grises que entre sus iris, y el laberinto impenetrable de su alma. El perdía la noción del tiempo queriendo pasar allí el resto de su vida. No sabía porque estaba sintiendo ese sentimiento, pero entre miradas complices sin decir una palabra. Ellos estaban muy apegados, pero al chico le extrañaba que su patrona no tuviera a nadie que le fuera a visitar, cosa que tenía que investigar no podía estar tan sola en el mundo, y si así era, no le importaba por que le iba a hacer compañía de allí para adelante para que nunca más se sintiera sola, el muy bien sabía que sus manos se aferraban tan fuerte porque quería que se quedara sola, y entre tanto divago Carlos encontró el miedo de su patrona La efímera sempiterna e imnesurable: Soledad. Las cosas iban viento en popa en el bufete, pero Alexandra se había vuelto más alejada de lo normal, solo cruzaba algún que otro saludo con el Abogado, cosa que no le extraño a Carlos, pero ahora no estaba para eso lo que más le importaba ahora era la salud, de Any. Aunque en su escritorio había más de una pila de papeles por firmar y revisar, cosa que hacía en la noche después de visitar a Any pasaba la madrugada y parte de la siguiente mañana firmando y leyendo papeles. Además entro en la oficina de Su jefa para hacer el trabajo que también estaba retrasado, en fin. Carlos estaba combatiendo una verdadera odisea, en el día el único momento de descanso que tenía era la hora cuando visitaba a la Licenciada otro motivo para sentirse vivo cuando estaba con ella, compensándola con las caricias que ella le daba. El siguiente día llego como un lampo, Carlos se preparaba para ir a ver a la licenciada, ya eran las doce del día, y la hora pico de la ciudad le impidió llegar antes, pero cuando abrió la puerta de la habitación la deslumbrante sonrisa de la Patrona quito toda amargura que podía tener. Además se preguntaba cómo es que con todo ese equipamiento médico encima de ella y en un escaso kimono se veía tan bella. Los ojos grises que tanto contemplaba se volvieron más grandes, ensanchándose junto a su sonrisa.       —Hola Carlos, hay buenas noticias. —El sonrió— Ven siéntate.                                       — ¿Que te han dicho los doctores? —La chica le sonrío— Dime no me hagas esperar Patrona.                                                                                                                              —¡AY! No me digas así, solo Dime Any, no estamos en el bufete. —Carlos se echó una carcajada—  Los doctores me han dicho, que voy viento en popa, así que mañana puedo salir aca, pero después tengo que venir a darme algunos chequeos. Mañana puedo salir. Mañana podre ir al bufete a trabajar…                                                     —No, tienes que guardar reposo, además poco a poco no puedes sobre esforzarte. Mejor es que vayas a la casa a descansar.                                                             —No… No Yo soy muy fuerte. —apretó el biceps— además estoy completamente segura de que mi cuerpo aguantara, no te preocupes tanto, porque soy una chica que se esfuerza mucho. Además me gusta ser puntual con mi trabajo, y gracias a este accidente debo tener pilas de papeles en mi escritorio y los trabadores por ahí haciendo lo que se le da la gana.                                                                        —Como tú quieras pero ten cuidado, igual yo voy a estar allí para cuidarte. Patrona no me vuelva a dar un susto así. Porque sabe que me puede dar un infarto.                                                                                                                                                         — ¡Ha! No exageres, —el negó con la cabeza— ¡AY! Tampoco es que te preocupaste mucho. Carlos La miro con el ceño fruncido                                                                   — No sabe —Agarro sus manos— El susto que me pego. Ella vio como en su mirada no había nada de mentira, y que en sus ojos  estaba diciendo la verdad, una razón para que se sonrojara completamente. Ella se escondía la cara con su cabello para que Carlos no se diera cuenta.                                                                                   —Voy por el almuerzo —dijo él y acto seguido salió de la habitación— No te vayas a ir.                                                                                                                                                  —Como si pudiera —Bromeo Any— Tonto. Después de que Carlos le dio el almuerzo a Any. La hora de la visita termino. Así que después se fue directo al bufete a buscar los papeles que le habían llevado, y pasar por los de   Any ella se iba a llevar una sorpresa muy grande cuando viera que ninguno de los papeles que había dejado, estaban allí, sino que casi todos estaban en perfecto orden arreglados solo esperando por su firma, esa labor solo le tomaría algunas horas, y no días como Lo había previsto Carlos. Pero sabía que al día siguiente Any iba a pasar por la oficina, aunque el doctor le dijera que tendría que guardar reposo algunos días, además los  exámenes aun no estaban listos. Sabiendo esto paso de compras por algunas cosillas por el centro sacando en su auto una gran lista de cosas que debía comprar. El tenía un escenario perfecto que montar, cual titiritero las cuerdas las movía él. E iba a ser una pena que los familiares de la Patrona no estuvieran cerca, aunque mejor para él, porque pensaba hacerle una cena en su casa,  iba a ser una velada más íntima. Donde intentaría sacar toda la información que pudiera como buen abogado que era poniendo en práctica sus dones para sacar cotilleo.      La mañana siguiente había llegado muy rápido y a Carlos le había dado tiempo solo de pegar los ojos en la madrugada, entonces se levantó rápido y con todo en su mano se fue a buscar a la Patrona, Llevando los papeles en el maletín. Apurado por llegar a tiempo en busca de su Jefa. Al final como pudo llego al hospital y entro todo emocionado a la habitación y encontró a la chica parada poniéndose sus tacones para irse de allí. —¡aja! Ya estas mejor Jefa. —Ella lo miro y le tiro una sonrisa— Vámonos de aquí —Giño el ojo.                                                                                                                                   —Bueno vámonos, —Ella, le dio un abrazo y un besillo en la mejilla— la verdad no era para tanto, yo me podía ir sola a casa.                                                                                            —Estas mal, no te iba a dejar sola en esto.                                                              El doctor entro a la sala, firmando el informe de salud de la patrona, y quedo estrictamente explicado que debía volver un mes después para comprobar como seguía de salud, cosa en la que Carlos se comprometió a cumplir al pie de la letra, pero Any se mostraba más desinteresada por volver. Ella le quito el papel de la mano al doctor y con su vestido n***o con el que había ingresado se fue por el pasillo recitando algunas palabras en chino, que Carlos no entendió, pero el doctor si, y al parecer no le habían gustado.       —Perdonela— Dijo Carlos en perfecto Mandarín y salió detrás de la chica. —Esperame, —Dijo Carlos corriendo detrás de Any— No vayas tan rápido. Que nos  vamos en tu auto.                                                                                                                            —Apúrate pareces una tortuga. Carlos vio que la indómita Any había vuelto sana y salva y que ya estaba mejor, ahora lo único que faltaba era que fuera a la oficina para que viera la bella sorpresa que le había preparado. El llego al estacionamiento casi que corriendo por la gran velocidad que tenía su patrona al caminar. Any estaba posada sobre su bólido taconeando porque tenía prisa, —¿Puedes tardarte más?                                                                                                                 —Camina muy rápido jefa. —el tomo aire— ¿A dónde la llevo? El desactivo la alarma del carro.                                                                                                                                     —Vamos a comer algo, estoy muerta de hambre, —se mordió los labios— además quiero comer un helado. Llévame a una heladería ¡sí!                                                       —Entonces vámonos. Él brinco la puerta del carro y se metió en el asiento del conductor, encendió el motor y en menos de lo que canta un gallo estaban fuera de la clínica.  Carlos puso música para ver la reacción de la jefa, ella tenía unos lentes de sol, que le cubrían los ojos y las cejas. Al escuchar la música ella miro a Carlos levantando la ceja izquierda. El alzo un poco los hombros para ver que decía, ella solo rio. La jefa con ganas de activar el cuerpo que tenía dormido algunos días, puso música. Pero verdadera música, no solo el rock contemporáneo que estaban en las emisoras de china. Sino algo más movido, y con un Regueetón del otro lado del mundo, —aprovechando que era un descapotable— se levantó de asiento y se agarró del para brisa, mientras extendía sus brazos por el aire. La brisa le pegaba en la cara, y su cabello ondeaba por los aires cual bandera. Carlos miraba de reojo —sin apartar la vista de la carretera— a la chica, pensando en su mente que era la más bella que había visto desde que llego a china. Nunca antes la Jefa había hecho esto, era la primera vez, pero a pesar que su vida era más ocupada, pero sabía que las cosas iban a cambiar un poco con la llegada de Carlos a su bufete, además ella sentía una emoción extraña en su pecho mientras recorría la ciudad con Carlos a su lado. Así siguió dos calles más, presumiendo que iba montada en un descapotable, se robó la mirada de muchos chinos que pasaban por las calles. La verdad ella estaba más que alegre de volver a ver las calles y el sol, pero más aún cuando Carlos estaba a un lado de ella.  Pensaba que no hubiera sido lo mismo si él no hubiera estado allí. Por fin ella se volvió a sentar en el asiento, dejando atrás las locas experiencias de las películas. —¿y eso?— Preguntaba Carlos completamente ajeno a la situación —Nada solo quería hacerlo era una cosilla, que me estaba interesando desde que lo vi en las películas. —Se encogió de hombros—  Mira en el centro de la ciudad hay muchas heladerías para que comamos helados, esta vez pago Yo.                    —No señorita usted, ni toque su monedero, yo pago, soy hombre y no sería caballeroso que una dama pagara. A ella le pareció un poco vergonzoso que el pagara también los helados, ya estaba agradecida con lo de la clínica y encima iba a comer deliciosos helados con el dinero de ese hombre.                                                —Bueno pero te lo pagare, yo no soy así.                                                                                       —Tranquila, Yo no estoy aquí por el dinero. Ella entre sus labios pero a muy bajito tono susurro—Que lindo— la jefa lo miro con una sonrisa, y él se la devolvió, en su interior sabía que tenía alguien en quien confiar todo lo que había pasado solo era una prueba, sabía que había dado todo por ella y que si necesitaba un riñón, él lo daría a pesar de que se conocían hace  dos días. Eso hizo que el Chisporroteo en el estómago se intensificara un poco más. Carlos condujo al centro de la ciudad como había pedido la chica, no rechisto ni un poco, además solo pensaba en la cara que pondría cuando viera la sorpresa de la oficina. Pasaron por una gran heladería, y ella no evito hacer que frenara el auto, y bajo sin precaver que ningún carro viniera detrás de ella, sabía que era más que suficiente, loca para hacer alguna locura, Carlos con rápidos reflejos estaciono el carro en la zona de aparcamiento, y siguió  a la rebelde jefa que le había tocado, pero nunca dejó de sonreír en frente de ella. Buscando la billetera para sacar las tarjetas de crédito, porque sabía que la jefa iba a pedir alguna que otra excentricidad. Pero el más que dispuesto iba a pagar por ella. Carlos entro a la tienda, y en la recepción estaba la jefa pidiendo alguno que otro helado, mientras que el, se le arrimo por detrás y deslizo sus manos hasta el punto más bajo de su cintura, casi rozando su trasero. Y con una voz ronca dijo: —No me dejes solo jefa que me puedo perder.    Ella se volteó y vio los grandes ojos cafés encima de ella, y sus manos cálidas abrazándola, un respingo casi la desmayada de nuevo, pero sin hacer esfuerzo no se separó de él. Sino que puso su espalda en su amplio pecho.                                                                                                                                           —¡JA! Creo que conoces a Shangái mejor que yo. Además tú me debes comprar los helados. Carlos quedo casi loco por la reacción de la jefa.                                                   —Bueno ya elegiste el helado. —Ella afirmo con la cabeza— ¿Cuál es? —con el brazo señaló al helado de chocolate con galleta. —Típico —Dijo el inclinando un poco la cabeza.                                                                                                                                                 —Entonces señorita que sean dos de esos, y uno de ron. La recepcionista hizo el pedido, y ellos se fueron a la mesilla para comer los helados, un camarero casi en el momento llego con los dos helados, estaban dulces y con buena contextura, Carlos vio que su jefa se devoraba el helado, > pensaba el mientras la via devorar el helado. —Con calma— con vos ronca trato de calmarla, para hacerla entender que el helado no le saldrían patas y saldría corriendo. —El helado no se va a escapar— Ella solo le hecho una sonrisa.  Carlos se dio cuenta que cuando su jefa sonreía lo hacía con todo el rostro. Sus labios se extendían hasta lo más próximo a sus orejas, los dientes perfecto se dejaban ver, y cerraba sus ojos dejando ver sus largas y oscuras pestañas.

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