Carisa no estaba borracha, no es así tampoco. Solo que el vino la mareo un poco, escucho al hombre y vio que se puso de pie, ella vio la mano estirarse en su dirección, dejo la servilleta sobre la mesa y se puso de pie.
Darío la vio de pies a cabeza, apretó la mandíbula, llevo su cabello hacia atrás. Era todo tan perfecto qué sintió como la sangre corría de todo su cuerpo a cierta parte. Una chica así podría fácilmente tener lo que quisiera, incluso el podría mantener a una mujer así, con tal que no pidiera más. Sabe que no puede ser así, esas mujeres, en ese rubro... Siempre buscan a quien atar.
Un hombre salió de otra mesa y los acompaño a un ascensor al final del pasillo.
Carisa vio con desconfianza toda la situación pero la verdad, sintió que flotaba desde que toco la mano de Darío.
El ascensor subió hasta donde marco. Quinto piso.
Una enorme suite apareció frente a sus ojos, el hombre que estaba con ellos tomó su cartera y la dejo en la mesa, Darío se interno más y ella lo siguió.
—puedes refrescarte en el baño, a un lado de ti.
Carisa vio a su costado y había una puerta. El hombre le señaló y sonrió para luego perderse en el elevador.
—muchas gracias, seré breve.
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—ufff... Pensé que sería un idiota por la forma en que llego, más aún, escogiendo un lugar tan caro... Pero es, hasta simpático.
Ella se miró al espejo, vio las toallas y un par de batas blancas con el nombre de "lust" bordado en dorado.
Ni siquiera sabía que este lugar tenía habitaciones, más aún, como podía ser tanto lujo, seguramente costaba una fortuna pasar una noche ahí.
—nunca entenderé a los ricos...
Se soltó una pequeña pinza en el cabello, se notaba más largo así, abrió el grifo de lavabo y mojo a su cuello y rostro, el maquillaje era delicado y no se mancho ni un poco. Después de recuperar la claridad de su visión recordo el cosquilleo qué le provocó ese hombre.
Tantas cosas pasaron por su mente en un instante, su cuello, sus hombros anchos, la mano delicada pero masculina que cubrió la suya como si fuera tan pequeña.
Después de dejar de estar tan acalorada y roja, salió.
Las luces ya no eran tan brillantes, a contra luz en un sofá cerca del enorme ventanal se veía una silueta, aprovecho de ver todo con detalle, solo había una enorme cama, un bar y esquina donde estaba él al fondo.
El hombre se levantó con otra copa de licor en su mano, camino hasta ella con lentitud y parecía haberla ¿olido? Si, esa respiración profunda olfateando su perfume.
Se había quitado la chaqueta y tenía solo una camisa blanca, tan apretada, aunque le parecía normal, de seguro con ese cuerpo no hay camisas que sean de su talla y no le queden así.
—Bueno, esta bien que no te ducharas, me gusta tu aroma.
El sujeto bajo la cabeza y volvió a olfatear, esta vez cerca del lóbulo de su oreja, Carisa se estremeció y puso ambas manos en el pecho del sujeto. Pero, para ser honesta, ese hombre olía exquisito también.
—también hueles bien... —ella estiró su cuello y de la nada sintió las manos del tipo, cubrieron su cintura por completo, se avergonzo pero el toque íntimo para ella se sintió tan bien. Darío se enderezó solo un poco y sus narices chocaron, sonrió de medio lado y frotó sus labios contra los de ella.
Fue un roce, un roce caliente y sensual, sacó la lengua y lamió los labios de Carisa con mucha intimidad, la atrajo hacia el y ella pudo sentir algo frotandose cerca de su pelvis, él se agachaba mucho para lograr besarla.
Carisa cerró los ojos y jadeo. Es casi imposible que esto le esté pasando a ella, como podría un hombre así ser la cita a ciegas y salir tan bien como para estar besándose, fue tan amable y dulce.
Las manos de Darío bajaron mientras el beso se intensificó, perdida en ese dulzor que le dieron los labios del hombre, miel con algo de licor, adictivos y placenteros.
Sus manos apretaron el pecho de Darío y este sonrió de nuevo, tomó sus manos y las puso en su cuello.
—aquí es mejor. —murmuró contra su boca antes de volver a besarla, sus manos nuevamente fueron a sus piernas, sin darse cuenta comenzaron a avanzar hasta que las piernas de Carisa chocaron contra la cama. Jadeo cuando él la dejó suavemente sobre el colchon.
Para Darío esto era nuevo, nunca está demasiado emocionado con sus encuentros de una noche, ahora solo quería sumergirse entre las piernas de esta mujer y hacerla suya todo el tiempo que pudiera, incluso esta seguro que le gustara y quizás puedan verse otra vez si ella no espera demasiado de este intercambio.
El hombre con una pierna sobre la cama, quito su camisa desesperado, Carisa aun embobada por el beso, se debatia si continuar con esto a lo que no está acostumbrada, no tiene historial de encuentros de una noche, ni siquiera de citas. No hay sexo casual ni sexo en su vida, no hay nada de esto.
Pero su piel, su piel es suave, sus músculos marcados y él es dulce como pocas personas con su apariencia se notan.
El vio ese brillo en los ojos de la mujer, su rostro sonrojado y sus labios brillantes, incluso un poco hinchados por los besos y mordiscos qué le dio.
Carisa puso las manos en su vientre empujando suavemente.
—no, no, espera... —le ganó la razón. No busca estos romances de una noche por más atractivo y delicioso sea una persona, es incorrecto.
—¿siempre actúas así? Tan inocente y suave debajo de un hombre que te hará el amor, me pondré celoso de pensar que has estado entre tantos otros brazos si sigues actuando de esta manera.
—no entiendo...
Carisa no comprendió pero justo cuando iba a preguntar el elevador sonó.
El secretario de Darío apareció con una mujer, Darío ya estaba por echar chispas cuando escucho la voz del secretario.
—¿Quién eres tu? Esta—señaló a la mujer detrás de él. —es Carisa Beltrán.
Carisa se sintió aludida. La mujer se paro detrás del secretario cruzada de brazos.
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Carisa con el ceño fruncido vio a los dos tipos, a la mujer y sintió que su cabeza explotaria.
—me pueden devolver mi identificación por favor.
—aunque es increíble que dos personas usen el mismo nombre, no entiendo porque estas enfurecida, son del mismo rubro como para que te ofendas, igual esperabas un cliente y dudo sea mejor que yo, se acuestan con cualquiera con dinero como para ofenderse.
Carisa dio un paso y abofeteo al hombre.
Darío se puso de pie, su secretario se interpuso entre ambos, lo dejo y le dijo a Carisa que no se "pasara".
—¿yo me pase? Revisen si ella es realmente Carisa Beltrán para empezar, podría decir que también esperaba un prostituto y ¿como te sentirías?
Respiro profundo, devolvió su identificación a su cartera y sacó un gafete.
—soy doctora, especialista en neurología y cardiologia del hospital nacional, no soy una acompañante. —miró a la chica —no lo digo de manera ofensiva, respeto tu trabajo y esto, no es tu culpa.
La mujer sonrió y asintió.
—vine por una cita, no para acostarme contigo. ¿Crees que por tener dinero puedes decir lo que quieras? Disculpate conmigo y disculpate con ella también. Eres tu quien necesita de ella para satisfacerte o tendrías que usar la mano.
El secretario quiso reírse, la miró tan pequeña, el volvió a revisar el gafete y efectivamente, era como decía.
—Me voy, que clase de patanes hay que ver cada día, ojalá nunca te enfermes y vayas a mi hospital, te dejaría morir.
—qué buena ética laboral.
—se aplica a humanos, no a animales lujuriosos y morbosos qué ven a todos desde las alturas.
Darío se cruzó de brazos, la miró altivo y sonrió.
—¿por qué sigues hablando como si fueras una vagabunda si eres doctora? Además tu también me confundiste.
Carisa se giro, rechino los dientes con rabia y volvió a mirarlo.
—te llamas igual que mi cita, Dario Spencer.
—no confundas a los Spencer y los Tassara, aunque claramente hay un alcance de nombre, no te opusiste a acompañarme al cuarto.