Los caídos de la noche

1538 Palabras
Elize tras su descubrimiento sale corriendo del departamento pero ninguno de los jóvenes la persigue, como si supieran que todo lo que haría a continuación fuera inútil. Acudió a lo primero que se le ocurrió, una estación policial. A la que pidió hablar urgentemente con alguien de importancia y la llevaron a un lugar aparte.  —¿Cual es tu problema, jovencita? —preguntó el policial de turno con gesto compungido, como si se apenara de lo que ella fuera a decir a continuación, quizás que fue agredida sexualmente, o que la habían intentado secuestrar, pero su voz cambió totalmente cuando comenzó a escucharla.  —Hay un joven que no para de perseguirme—comenzó ella.  —¿Y tienes alguna idea sobre quien es este joven? —pregunta el policía.  —No lo sé, es pelirrojo y dice que se llama Sasha, no sé realmente el apellido.  —Es normal que los acosadores no digan sus nombres reales. ¿Él ha hablado contigo?  —Sí, acabo de salir de su departamento, incluso estaban sus hermanos.  —¿Estabas con alguien que sientes que te acosa en su departamento y con sus hermanos? —Sí, pero no tenemos relación alguna. Me ha llevado allí bajo engaños.  El policía intentó demostrar empatía, después de todo, las mujeres en ocasiones se encontraban en lugares y momentos inoportunos, creyendo ingenuamente que no les sucedería nada. Se había visto casos donde hombres que atacaron mujeres las habían invitado a sus propios departamentos. No era una novedad.  —¿Recuerdas la dirección de donde acabas de salir?  Ella asiente con la cabeza.  —Bueno, procederemos a pasarte con una oficial mujer, que te tomará los datos e intentaremos ponerle por ley un distanciamiento, que si incumple, pues irá preso.  Ella asintió rápidamente con la cabeza, pensando que con ello terminarían todos sus males.  Hasta que al día siguiente, un oficial se le acercó a su casa, y su padre la llamó.  —¿Tú hiciste una denuncia, Elize?  —Sí, pero no te preocupes, ya está solucionado.  —En realidad...—interrumpió el oficial que traía la denuncia en mano.  —El departamento que describiste no es rentado ni tampoco viven jóvenes como describiste, quizás te hayan hecho creer que vivían allí pero no lo hacían, así que no se pudo efectivizar la denuncia, lo que puedes hacer es volver a acercarte a la comisaría y dar información, quizás podrían hacer un relato hablado sobre el joven que mencionaste.  —Gracias oficial, lo haré—dijo ella y tomó la denuncia rechazada y la abultó en sus manos una vez dentro de su casa.  —¿Alguien te está acosando, Elize? —insistió su padre.  —Eso pensaba, pero quizás estaba pensando mal.  —¿Es el chico de la otra vez? ¿El pelirrojo?  Ella intentó decirle que sí, pero algo en ella le decía que en realidad no sería la última vez que lo vería, y no quería meter en problemas a su padre.  —No, era otro sujeto, pero luego volveré a la estación y daré más información.  —¿Estás bien, Elize? No nos habías contado de esto... —Es que sucedió muy rápido. —¿Y si volvieras a tener miedo, nos contarías?  —Sí papá, no te preocupes.  Dijo sonriendo por último y subiendo las escaleras a buscar en internet alguien similar. Los hermanos no pasaban más de su edad, era imposible que no estuvieran en alguna red social. Sin embargo, no había rastro alguno, y si lo hubiera, no lo encontraría. Los jóvenes pueden tener cuentas anónimas o pueden ser invisibles en internet, y aunque buscó entre sus seguidores, alguien sospechoso, encontró muchas personas sospechosas, pero ninguna que le diría un disparate como el que le habían dicho los hermanos. Así que salió, y volvió a ir al departamento de donde había salido corriendo la última vez.  El ascensor se abrió con una libertad que creyó imposible que los policías no los hubieran encontrado, pero aparentemente, sabían todo lo que ella iba a hacer la noche que salió de allí.  —Mira quien está aquí—exclamó Ezra —.La joven que se sintió acosada por nosotros. ¿Trajiste a tus amigos policías? La verdad es que tengo mucha hambre.  —Ezra, compórtate—le ordenó el joven rubio, Enzo —.De todas maneras, Elize, debes saber que no puedes hacer ese tipo de cosas. Solo pones en peligro a quien se lo cuentes.  —¿Entonces es cierto? ¿Es verdad que ustedes son vampiros? —inquirió nuevamente ella.  Sasha se hace presente a su lado.  —Te dije que no nos gustaba esa pregunta, es hasta inclusive cómica.  —Pero ustedes matan gente—dijo con un hilo de voz.  —Deja de tener miedo —le dijo Sasha —.No te haremos daño.  —¿Y porque debería creer en lo que dices?  —Porque si hubiéramos querido hacerte daño o hacerle daño a un humano, los policías que trajiste, y a tú, no estarían vivos en este momento —espetó Ezra —.De todas maneras, es culpa de Sasha, es él quien decidió no decírselo antes y se inventó toda esa chorrada de que veníamos del futuro. ¿La cura contra el cáncer, enserio?  —No podía asustarla, era un momento delicado para ella.  Todo era demencial, y ellos eran unos monstruos que su comprensión y su lógica no entendía con exactitud, pero agradeció para sus adentros que no fuera tan hostil cuando hablaba de sus intentos de s******o. Y quizás eso fue lo único que hizo que ella no saliera corriendo del lugar.  —¿Pero la cura contra el cáncer, hermano, es enserio? —se rió Enzo.  —¿No es acaso algo parecido? ¿No es como el cáncer? Lo que tenemos no es tan bueno si ella es tan importante para nosotros. —No es importante —espetó Ezra —.Al menos no para mí. Yo no quiero ser mortal. Esa es la diferencia de una enfermedad de mortales y lo nuestro, que la inmortalidad no es lenta y dolorosa como lo es para las cosas de los mortales.  —¿Y si están contentos de ser mortales porque necesitan algo como una cura para ello? —se entrometió Elize.  —No hagas caso a Ezra. No todos los vampiros quieren serlo—explicó Sasha.  —En eso, tiene razón mi pelirrojo hermano—comentó Enzo —.Verás, Elize, el mundo de los inmortales es como el tuyo. No todos piensan que son privilegiados por ser inmortales, no todos lo eligieron. Y los vampiros que buscan irse de este mundo, lo hacen de maneras arcaicas y desastrosas. —¿Que tan desastrosas? —inquirió temerosa Elize.  —Los desmembran, los queman y los culpan de sacrilegio. Eso es lo que sucede con nosotros si elegimos dejar de ser nosotros—dijo por lo lejos Ezra.  Ella lleva los ojos al suelo pensativa  —No se puede obligar a vivir a nadie.  —Por eso es que estás aquí, querida—contó Enzo.  —Sabíamos que tú estarías de acuerdo con nuestra causa—explicó Sasha.  —En realidad fue una cuestión azarosa. No sabíamos que tú tampoco le tenías mucho aprecio a la vida cuando supimos que tu eras quien tenía en su sangre la cura. Por eso te elegimos, no porque nos importaba si murieras, sino porque si morías, la cura moría contigo—interrumpió Ezra.  —No seas un imbécil. Sus cosas personales no tienen nada que ver con que sea la cura, además los humanos son frágiles, de todos modos necesita protección—espetó Sasha.  —Verás...—intenta decir Enzo—.Mi hermano se ha quedado en siglos anteriores en cuanto al habla respecta, y está siendo cruel. Los sucesos y las determinaciones de tu vida no nos han guiado a que eligiéramos cuidarte. Lo hicimos porque de todas maneras eres mortal hasta donde sabemos, y no podemos ponerte en peligro si alguien más se entera que en ti podría haber algo tan importante como la cura.  —Pero si de todas maneras sales de este lugar haciendo las rabietas de mocosa que has hecho la última vez, quizás a mi me importe muy poco lo que seas —aseguró Ezra viéndola fijamente.  —Yo no haría nada de saber que podría terminar con el sufrimiento de algunos—dijo Elize. Sasha la toma del hombro y se pone delante de ella.  —Nada te sucederá, pero debes querer ayudarnos, porque sino, no tiene sentido.  —¿Y para ayudarlos debería sacrificarme? Digo, darles toda mi sangre o algo de eso, ¿no? —No estamos en el siglo catorce querida, por supuesto que no. Por el momento solo te pediremos que guardes silencio y que seas afín con nuestra causa.  —Entiendo—dijo ella dubitativa —.Si es por eso, supongo que no tengo problema alguno.  —Pero debo decirte algo, y escúchame con atención—le dijo Enzo mirándola fijamente —Nunca, pero nunca, dejes que un vampiro beba de ti.  Ella asintió con la cabeza, sin saber que en realidad ese sería el problema que se volvería en su dilema. 
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR