Antes de subirme a un taxi le escribí a Leo que ya iba de camino. Conseguí llegar antes de las ocho tal como habíamos acordado. Pero al cruzar la puerta me encontré que Leo y Eva entre grandes risas comían pizza. ¡La ironía de la vida! Prometí llegar para cenar juntos, pero ellos ya casi terminaban de comer. Eva al notarme pasar y seriamente, corrió yendo a mi encuentro. Dejé el gesto descompuesto y la abracé. —Hola linda. ¿Comieron sin mí? Leo se puso de pie sonriendo. Antes de que Eva hablara noté que una mujer se asomó de la puerta de la cocina, llevaba varios vasos con soda. Los dejó sobre la mesa redonda al frente de los sillones largos, para luego aproximarse. Escuché su voz dirigirse a mí. Veía su camiseta floja en color azul y su cabello lacio. —Hola, Loren. Espero no te enf

